1200 kilómetros al sur, cuando a Lila Coyipé la sepultaban junto con su abuela, la discusión transitaba otras rutas. Que no era la 86, donde dos años atrás Ricardo Coyipé resistía la represión en La Primavera y asesinaban a Roberto López.
Cerca del obelisco la discusión transitaba otras rutas. La Plaza de Mayo sucia, con los residuos de la celebración. La cautelar de Clarín. La Justicia en pie de guerra. La disputa en el escenario del mundo, en el Olimpo de los poderosos. Tan pero tan lejos del gentío muerto de calor, sin luz ni agua, tan pero tan lejos de los pueblos envenenados y del insecticida fatal que asomó tímidamente en el ombligo del mundo pero lo tapó la lluvia y el 7D, tan pero tan lejos del grito qom, del no se dan cuenta de que nos matan sistemáticamente, de la extraña casuística en la accidentología uniformados contra qoms, de la muerte de Mario López (bajo las ruedas de un policía de Formosa), de la extraña caída de la moto que mató a Mártires López, de la embestida de una camioneta contra Félix Díaz, de la patada en la espalda de Ricardo Coyipé cuando el gendarme se bajó del auto y Celestina Jara ya estaba muerta y a Lila el fueguito ya se le apagaba. Y no era para ayudar que se bajó.