Por Juan Nicastro
Aquí está el resultado.
El juez que había metido preso al policía, recusado y apartado de la causa, porque el poder judicial intocado es mayoritariamente conservador, y el policía asesino podrá salir a la calle a buscar revancha, y una mujer policía puede llamar a una radio a prometer quemarla, y varios militantes sociales son amenazados y una comunidad que por un momento pensó que algo de justicia podía asomar dentro de la injusticia de tres muertes irreversibles ahora parece volver a poner en pedestal un renovado no te metás.
Aquí está el resultado.
Del discurso, mucho discurso, de los derechos humanos.
Y cuando realmente hacen falta, los verdaderos derechos humanos no están acá.
Evidencia:
Los testigos tienen miedo a declarar.
Los torturados tienen miedo a denunciar.
Las familias de las víctimas sufren gigantes temores de ser querellantes, a pesar de tener todas las pruebas, todos los muertos, todos los heridos.
Y no hace falta que les hablen de Silvia Suppo, de Luciano arruga, de Julio López, ni del incremento de los casos de gatillo fácil o criminalización de la pobreza.
Ellos saben porque saben cómo es realmente la cosa: no hay garantías. No hay más garantías que las que pueden dar la propia sociedad movilizada y organizada sobre la coyuntura.
No hay garantías constitucionales. No hay estructuras modificadas. Símbolos, sí. Y unas atentas ganas de pequeñas o grandes revanchas en esos sectores derechosos agraviados en lo simbólico.
Ahí está el costo.
Es lindo que desde la derecha te acusen de “gobierno garantista”, ¿no?
Pero es duro que no sea verdad.
Y no es duro para vos, kirchnerista de café, de sillón, de escritorio, o radical k.
Es duro para los que la sufren de verdad.
Ahora, a mover. A salir de verdad. A ir a la asamblea multisectorial a ver en qué se puede ayudar. A escribir algo, algún aporte, y mandarlo a los medios, o llamar a una emisora. A levantar el teléfono y llamar a alguno de los amenazados y darle una palabra de afecto, ofrecerle un refugio, sentir. A acompañar a un testigo a declarar. A pensar en los que no se pueden mudar de los barrios más jodidos, en los que van a tener que seguir pasando delante de la comisaría. A poner un ladrillo en la construcción de la comunidad, contra el individualismo destructivo. A pensar otras acciones que continúen este párrafo.
(Para quienes seguimos vivos) la crisis es oportunidad.
Juan Nicastro
Dni 22685401
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martes, 6 de julio de 2010
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