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martes, 13 de marzo de 2012

MARCHA DE LOS POETAS: CRÓNICA DEL DÍA 3

Trayecto Las Chapas – Las Plumas

Chubut (UAC).- Anoche comimos un guiso riquísimo que hizo la Tere, dice Luz. La Tere y el Raúl son los padres de Lucho, que dejaron todo para acompañar a su hijo (y acompañarnos) en la Marcha. Raúl, siempre atento en su auto, cuidando a los caminantes, disfruta del camino y la aventura. La Tere, con su mano maestra, se gana esta noche sinceros aplausos de la tropa famélica.
Levantar campamento esta vez fue más fácil y rápido. El anciano de barba blanca de Las Chapas nos dio una gran ayuda dejándonos dormir en su casa abierta, así que a las diez de la mañana ya estábamos en la Ruta 25 dispuestos a cubrir los 60 kilómetros del tercer día. Hay mucha ansiedad por llegar a Las Plumas, porque allá hay mucho que hacer. Había mucho sol, pero el viento estaba jodido, helado, dice Lucho. Pero al poco de andar deja de ser problema, los cuerpos se nos van calentando con el ritmo de la marcha, y el viento refresca y despierta.
Durante la marcha los caminantes van inventando modos de la alegría: un grupo repite el “delivery de poesía al paso” de ayer, mientras otro, el que va adelante, va dejando pequeños regalos para los que vienen atrás: mensajes, saludos con piedritas, cartitas adornadas con plumas… Al final de la marcha habremos creado toda una cultura poética de la ruta…
El tercer día trajo para nuestra colección de arte rutero un regalo espléndido, inesperado: una punta de flecha blanca, perfecta. Una compañera señala su hallazgo con gesto conmovido: una cosa así no se encuentra todos los días, y menos al borde de una ruta tan transitada. Tampoco, sienten todos, es cosa de levantarla del suelo así nomás. Por suerte hay compañeros y compañeras que saben o inventan qué hacer: una pequeña rogativa al borde del camino. Se echa un poco de yerba como ofrenda y se le pide permiso a la Mapu para tomar su tesoro. La punta de flecha, de talla delicada, pasa de mano en mano, es mirada y admirada, y después hay deliberación para decidir qué hacer con ella. Se piensa en llevarla al museo arqueológico, pero no: al final la talla se devuelve a la tierra, a la Mapu. Lo tomamos como un buen augurio de la Pachamama, dice Luz. Necesitamos ese buen augurio: los poetas y artistas solamente contamos con la voluntad y con estas delicadas magias para oponernos a las toneladas de dinamita, a las excavadoras gigantes, a los camiones de doscientas toneladas, a la codicia de mil toneladas.
Lo que no anda bien es lo de la comida del mediodía, dice Lucho. Terminamos los 15 kilómetros con mucha hambre. En efecto, es un tema complicado al que todavía no se le encontró la vuelta. En teoría, los sesenta kilómetros diarios se iban a cubrir antes de las dos de la tarde, lo que daba un margen para acampar y preparar una comida rápida. La teoría es muy bonita, pero la práctica impone sus tiempos y modos inflexibles. Ahora uno toma dimensión de lo que debe haber sido para San Martín organizar el cruce de los Andes, dice el Chino Huayquilaf. Bueno, el caso es que hay escasez de personal auxiliar: nadie quiere perderse la caminata. Tampoco hay mulas ni, mucho menos, sargentos que disciplinen la tropa: el grupo se mueve como el agua, todas las moléculas plásticamente juntas, pero cada una a su tiempo. Tal vez sea la manera más sabia de avanzar: la del agua. Otra cosa que se aprende caminando. Como sea, se encuentra una solución bastante práctica: cada grupo de caminantes cargará una ración de pan, latas de picadillo de carne o “corned-beef”, y manzanas o naranjas, y así podrán detenerse en el camino para tomar un ligero refuerzo. Esperemos que haya suficientes abrelatas…
Marchamos por la ruta 25 al ritmo creciente de los bocinazos conque nos saludan los automovilistas y los camioneros. Es interesante: los que saludan son los que viajan a la velocidad legal de 100 o 110 km. Por hora. Los autos que pasan a 160, ni pío. Parece que sólo les importa llegar.
A la llegada a Las Plumas, la ruta parece convertirse en un remanso: los pobladores nos estaban esperando con inmensa solidaridad: allí donde contábamos con uno o dos contactos, donde imaginábamos una mayoría indiferente, hay decenas de manos dispuestas a colaborar: nos ofrecen baños, agua caliente, sonrisas, una cocina de las grandes para cocinar una rica polenta (sí, otra vez la Tere y pequeño equipo). También nos prestan el Salón de Usos Múltiples (el famoso S.U.M. Patagónico, generalmente la única construcción que se ve desde lejos en los minúsculos pueblitos). Allí se descansa un ratito, se toma mate y empieza la verdadera fiesta: llegan un montón de chicos y grandes a participar de los juegos sociales que organiza Cu.Ju.Ca. (Cumbre de Juegos Callejeros), el guitarrero Artemio, que vino especialmente, desgrana unas cuantas canciones, los poetas dicen poemas y todos, caminantes y pobladores corean las consignas anti- minería. Ya ampliaremos esta crónica con el relato directo de los caminantes. Mientras, algunos mensajes dejados en el facebook, la mejor manera, por ahora, de transmitir lo que se ha vivido en Las Plumas


Fuente: www.chubutcultural.com