Por Carlos Saglul
Entrevista a Jorge Rulli, del Grupo de Reflexión Rural
Argentina, viernes 16 de marzo de 2012 (CTA).- Miembro de la Resistencia Peronista en sus inicios, sufrió la cárcel y sobrevivió milagrosamente a la tortura. El golpe de 1976 le significó nuevamente la prisión y el exilio. Hoy, experto en desarrollo sustentable y uno de los referentes del Grupo de Reflexión Rural, Jorge Rulli vive en su granja de Marcos Paz. Su militancia no terminó, sólo ha cambiado.
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A través de sus programas radiales, sus constantes giras por el interior del país y sus libros, insiste en que Argentina ha sido convertida en un gran laboratorio de las corporaciones, una república sojera donde el récord de exportaciones se paga con la multiplicación de los casos de cáncer y miles de niños que nacen discapacitados.
“Pueblos Fumigados”, su último libro, es una documentada recorrida por la otra cara de la colonia fértil, donde se repiten casos como el de las Madres de Ituzaingó (Córdoba) que recién ahora son escuchadas por la Justicia luego de denunciar por una década, que de cinco mil personas que viven en su barrio, el 35 por ciento padece cáncer debido a las fumigaciones.
¿Cómo aparece el pool sojero y de qué manera va transformando el agronegocio al campo y la economía nacional? Se discute sobre la extranjerización de la tierra, algunos hablan todavía de la tenencia. ¿Tiene sentido seguir planteando estos temas cuando millonarios como Grobocopatel se describen irónicamente como parte de la “gente sin tierra”?
El pool sojero fue una innovación empresarial llevada adelante por sectores del agro argentino, una innovación que solucionó a las grandes corporaciones trasnacionales el despliegue de la sojización y de los monocultivos sobre el territorio, en plazos breves y a una escala desmesurada, superando con facilidad las limitaciones existentes en el campo argentino. Me refiero a la propiedad de la tierra, a la falta de capitales del chacarero y a sus memorias agrícolas atrapadas de manera ancestral en el arraigo a la tierra. Es lo que algunos atrevidos o tal vez travestidos como Héctor Huergo y Grobocopatel denominaron la segunda revolución de las pampas. En realidad lo que ocurrió es que el Estado argentino no tuvo políticas para la zona núcleo pero sí la tuvieron claramente los mercados globales, y ellos impusieron un nuevo modelo de agricultura mediante paquetes tecnológicos. Ese paquete se constituyó con la Soja RR, el Herbicida Roundupready y la siembra directa. Durante años desconcertó totalmente a las izquierdas urbanas que permanecieron atadas a sus viejas consignas sobre la propiedad de la tierra y la reforma agraria, sin comprender los profundos procesos de cambios que se producían y sin imaginar que las más de las veces, sus estereotipos sobre el agro, terminaban beneficiando justamente a quienes imponían los nuevos criterios del poder.
Apenas unos años atrás el manejo del mundo a través de los alimentos por parte de una corporación y las patentes hubiera parecido ciencia ficción, y el libro “El Mundo según Monsanto” de Marie Monique Robin una historia de terror. Si a esto sumamos el tema de los biocombustibles, el cuadro espanta. ¿Cómo comunicar lo grave de la emergencia para que todos los entiendan?
El cómo comunicarlo ha sido justamente uno de los grandes desafíos, y debo reconocer que es también uno de los grandes fracasos que arrastro en lo personal. Hubo en la Argentina durante años, una cerrada negativa a reflexionar sobre estos nuevos desafíos. Tal vez como consecuencia de los grandes fracasos de los años setenta o del congelamiento impuesto a sangre y fuego por la dictadura, los procesos de pensamiento abiertos en los años ochenta bajo la democracia, fueron en general tímidos y provincianos, al menos reacios a una apertura a los nuevos grandes temas que se planteaban a nivel global. El persistir en denostar al imperialismo yanqui a la vez que aprender a convivir con las corporaciones, ha sido por otra parte una extendida práctica a lo largo de diversos gobiernos progresistas en el continente. Se ignora de esa manera, el secuestro de nuestras vidas por las transnacionales, no se quiere ver el modo en que han cambiado nuestras costumbres, cómo han modelado nuestros gustos, cómo nos han fijado al consumo, cómo se han apropiado de nuestra mesa familiar, imponiéndonos los gustos y las marcas de lo que debemos comer y que ellos producen.
Los agronegocios a full.
Sí, es lo que hemos llamado el agronegocio, un modelo de desarrollo que se nos impuso y que parte del concepto del agrobusiness que alteró la natural relación que sentía de manera existencial nuestra gente con la tierra. Un modelo que aplica la industrialización a los alimentos y genera las llamadas cadenas agroalimentarias y el supermercadismo. Hemos pasado de esta manera, a ser consumidores de comida chatarra de la que nos proveemos en las góndolas de los supermercados, y por supuesto nuestra salud y disposición a la lucha ya no es la misma. No obstante ello, nos cuesta revisar las miradas que otros nos han construido, y persistimos en enfatizar los costados sociales del modelo antes que denunciar su profunda y radical ilegitimidad.
Ese excelente libro suyo “Pueblos Fumigados”, habla de un genocidio silencioso. ¿Cómo mide el deterioro de la salud pública a lo largo de estos años en que Argentina se ha ido convirtiendo en un mar de soja?
El libro fue el informe final de casi seis años de llevar a lo largo del territorio una campaña agotadora contra las fumigaciones, develando las relaciones directas entre el uso de los tóxicos de la agricultura y las enfermedades que registraban las poblaciones cercanas. Ya no quedan dudas respecto a que los éxitos de este modelo y los récords de exportaciones se basan en miles de víctimas inocentes y en especial de niños nacidos deformes o crucificados de por vida a sus arneses. Basta recorrer los pueblos sojeros para comprobar a simple vista la abundancia de discapacitados. En su momento le hicimos llegar este informe en forma reservada a la Presidente haciéndole saber de nuestras convicciones respecto a que se estaba constituyendo un agro genocidio y que ello inevitablemente daría lugar en lo porvenir a juicios por crímenes de lesa humanidad. La respuesta que tuvimos fue el súbito interés en la campaña por parte de diputados y miembros del oficialismo que a poco lograron que tanto el interés de la campaña como de las poblaciones pasaran de cuestionar el modelo de la Soja GM a cuestionar el Glifosato, y de pelearle a los monocultivos y al proyecto de sojización tal como hacíamos hasta ese momento, a discutir ahora ordenanzas que fijaran los metros sin fumigación entre las localidades y las primeras líneas de los cultivos. Desde cierta perspectiva, la lucha de los pueblos fumigados había sido derrotada, al menos en la medida en que ya no se pretendía cambiar el proyecto de país productor de soja sino adecentarlo y emprolijarlo, tal como venían reclamando los mercados europeos, que pretendían certificaciones de creciente responsabilidad socio ambiental por parte de las sojeros.
Usted denunció que antes de irse el ex ministro de Agricultura Julián Domínguez autorizó el uso de ractopamina como aditivo alimenticio para los cerdos destinados al consumo interno, un fármaco prohibido en la Comunidad Económica Europea, que no aumentaría precisamente las “cualidades afrodisíacas” que dicen tienen esa carne. Cuénteme de que se trata. ¿Tuvo algún eco?
No, sorprendentemente y pese a su enorme importancia, no hubo repercusiones sino en medios alternativos o ecologistas que tienen conciencia de esas amenazas. La Argentina, con más de 23 millones de hectáreas, es el mayor productor de transgénicos del mundo y a la vez el mercado en que se consumen los OGM sin resistencia alguna por parte de la población. Aún más todavía, hay mucha gente que no puede pasarse sin su habitual milanesa de soja transgénica que, en otros lugares del planeta los agricultores dudarían antes de dársela a comer a sus cerdos. Tanto el actual modelo productivo como la Biotecnología no están en discusión, ya sea por los intelectuales críticos como por la oposición política. Se ha reemplazado a nivel país la calidad por la cantidad sin mayor resistencia, se reemplazó una agricultura con agricultores y familias con arraigo a la tierra, por una agricultura a escala y con enormes despoblamientos. No existen todavía ni siquiera poetas que le pongan palabras a la enorme tragedia social que significaron esos millones de desplazados que hoy se amontonan en los interminables cordones periurbanos de extrema pobreza. Peor todavía, nuestra Presidenta se jacta en Europa de que tenemos más del 92% de población urbana, y sin duda ella habla por enormes sectores medios que participan de las dirigencias políticas y sociales y que, lamentablemente piensan de esa manera.
Tanto en el tema de la soja como en el de la minería a cielo abierto hay un común denominador que es el agua. ¿Es de alguna manera el oro de la nueva colonización? Alguien le abrió la puerta a este proyecto de dominación, ¿cómo describiría esa red de complicidades? ¿Qué debería contener una plataforma política que se ocupara seriamente de la soberanía alimentaria?
Si bien puede ser verdad la afirmación que contiene la pregunta en relación al agua, no hemos acostumbrado plantear las dependencias desde esa perspectiva, ya que el agua por naturaleza se repone siempre a través de sus ciclos. Aún más todavía, mientras mucho se sabe del agua que se llevan o que contaminan, poco de la que nos traen los miles de barcos de gran calado que usan como lastre y que vienen a buscar la soja. Esa agua proveniente de lejanos puertos y cargada de huevos y larvas extrañas al medio ambiente, es volcada con impunidad en los puertos del Paraná, produciendo impactos inquietantes en los equilibrios biológicos tanto como en la salud de las poblaciones. Creemos que las nuevas colonialidades nos imponen hoy la producción de comodities de exportación y de materias primas, y a ello podemos añadir actualmente una creciente producción de Biocombustibles para los automóviles de Europa. Ese es el proyecto de país que discutimos. En ese sentido la lucha deja de ser ecológica y pasa a ser claramente una lucha política y de diferentes proyectos de país. Ellos proponen un tipo de país atado a los presuntos éxitos del PBI, mientras nosotros proponemos otro país, respetuoso de sus bienes naturales, preocupado por mantener la fertilidad de sus agro ecosistemas y además que se dé como prioridad, la felicidad de sus pueblos. El problema de nuestra dirigencia es que se formaron en los marcos de la modernidad y no conciben una sociedad que se proponga un proceso de Liberación, en la medida que no existen ya países que expresen alternativas al capitalismo. En ese sentido es como se instala por doquier el posibilismo y los discursos casi gramscianos sobre la necesidad de crecer en los intersticios para generar nuevas hegemonías. Esos discursos no son incómodos para el modelo, pero a nosotros nos suelen abrumar, porque niegan que otro mundo sea posible, cuando por lo contrario, vivimos a diario esa experiencia de escaparnos del consumo, de contrariar las normas que se nos imponen, de vivir de otra manera y ejercitar en todos los ámbitos una renovada rebeldía. En buena medida la capacidad de los pueblos para liberarse esta frenada por el peso de esas mochilas de frustración y desencanto de las presuntas dirigencias.
Desde 1955 hasta acá, sufrió persecuciones, cárcel, torturas, exilio. La cercanía con los gobiernos no parece sentarle bien. Leyendo sobre su vida para esta nota, pensaba que en países dependientes como el nuestro, estar toda una vida en una actitud de "resistencia", entraña también una victoria. ¿Le parece?
La llamada Revolución Libertadora fue una catástrofe histórica cuyas consecuencias todavía vivimos como en una renovada pesadilla. Para intentar retomar aquel proyecto abortado, aquel curso de la historia interrumpido, hoy deberíamos tener el pensamiento abierto, estar perceptivo a las nuevas demandas y a las respuestas que se elaboran por todas partes. El mundo es un hervidero de luchas complejas y debemos aceptarlas y saber cuándo aplicarlas en el escenario en que nos movemos. En este sentido es preciso reconocer que es una época fascinante. El común lamentablemente tiene ante lo nuevo un primer gesto de rechazo, de cerrazón intelectual. No podemos ni debemos permanecer atados al pasado, a los viejos modelos que han fracasado o engendraron situaciones autoritarias que enajenaron el presente en nombre de lo por venir. Por lo contrario, hoy debemos ser conscientes de la responsabilidad personal.
La Tierra es la casa del hombre
“Quien quiere cambiar la sociedad debe estar dispuesto en primera instancia a cambiarse a sí mismo y ello implica hacerse responsable de los propios actos, no importa lo pequeño que ellos parezcan. Si reivindicamos la escala de lo humano no deberíamos abjurar de lo pequeño. El paradigma del crecimiento y la idea del progreso nos condujeron al camino terrible del cambio climático, de la contaminación generalizada y del gigantismo urbano. Hoy ser revolucionario es también el reconocer que existen tres ecologías, la espiritual, la social y la ambiental. Quien no acepta que la Tierra es la casa del hombre no podrá asumir en toda su plenitud su propia humanidad".
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