SANTUCHO VIVE EN LA UNIDAD DEL GUEVARISMO
El
19 de julio de 1976 cayó en combate el máximo dirigente de la
revolución socialista en la Argentina: Mario Roberto Santucho, junto a
otros cinco dirigentes y cuadros del Partido Revolucionario de los
Trabajadores (PRT): Domingo Menna, Jorge Benito Urteaga, Liliana
Delfino, Fernando Gértel y Ana María Lanzilloto. Pese a ello, el Partido
prosiguió en la primera fila del enfrentamiento a la dictadura contra
revolucionaria y cayó en el campo de batalla de la lucha de clases
argentina.
Un
breve balance lo demuestra: fueron muertos o desaparecidos ocho de sus
nueve principales dirigentes, el 80% de sus principales cuadros y entre
el 40 y el 45% de sus seis mil militantes y simpatizantes organizados.
Hemos precisado el nombre de casi dos mil de ellos, que representan más
del 20% de los muertos y desaparecidos. Santucho, los seis mil
compañeros organizados, los que pagaron con sus vidas la lucha por la
revolución socialista, y los que continuaron esa lucha sin bajar nunca
las banderas, trascendieron los marcos de la organización para
insertarse definitivamente en la historia grande de nuestra Argentina.
¡Gloria y honor para el PRT y sus militantes!
Caído en combate Santucho y desaparecido
su cuerpo, la burguesía capitalista intentó hacer desaparecer su mensaje
y su lucha. Lo logró durante 25 años, hasta que la Rebelión Popular del
19 y 20 de diciembre de 2001 le devolvió la palabra. Esta fue
protagonizada por el pueblo oprimido y explotado, y su efecto restituyó
la necesidad del análisis de las clases sociales en la sociedad y en la
revolución.
Junto
con este logro, y producto de él, comenzamos a recuperar el lenguaje
marxista y revolucionario, los libros, películas y folletos con los
escritos del PRT y de Santucho crecieron en número y en interés. Para
retomar la lucha contra la explotación fue necesario enfrentar al
posmodernismo que negaba la necesidad de la organización revolucionaria,
planteaba la inexistencia del imperialismo, y sostenía la ambigüedad de
los objetivos, en los que, en el mejor de los casos, el socialismo era
suplantado por el “cambio social”. Paralelamente nacieron otros grupos
de militantes guevaristas que reivindicaban aquello que estas corrientes
consideraban el mayor de los males para el pueblo: la lucha por el
poder. El principal y más logrado escrito de Santucho, “Poder burgués y
poder revolucionario”, volvió a ser leído por algunos
miles de militantes.
La
importancia de este escrito está en que allí se esclarece la necesidad
de derrotar a la burguesía y destruir el poder de la clase dominante y
sustituirlo por el poder obrero y popular para terminar con el
capitalismo, la explotación del hombre por el hombre, e iniciar la
construcción del socialismo en los términos que lo expusieran otros
grandes revolucionarios como Carlos Marx y Ernesto Guevara.
Se
había abandonado la lucha por el poder por lo que las corrientes que
intentaban darse una política revolucionaria deambulaban sin un rumbo
preciso. Otros militantes asociaban la lucha revolucionaria con la
violencia sin más. Ante la desaparición de las fuerzas revolucionarias, a
las orgánicas trotskistas que habían tenido poca participación en el
período anterior se les facilitaba la crítica a nuestra tradición
revolucionaria.
Surgió
una nueva izquierda con el atractivo de la novedad, pero que en gran
parte no se asentaba en las experiencias más elevadas de la clase obrera
y el pueblo realizada en las décadas de 1960 y 1970; por el contrario
se negaba esa experiencia, y se la criticaba, aunque al mismo tiempo se
reivindicaba inconsecuentemente al Che Guevara.
Transcurrido
poco más de una década de la Rebelión, al fracasar nuevamente el
intento de desarrollar el país y lograr el bienestar del pueblo
liderados por la burguesía nacional, la lucha de clases ha dado un paso
adelante. La clase obrera comienza a estar cada día más en el centro de
la vida política nacional. Ello empuja a que se pongan en juego las
enseñanzas y los aprendizajes que hemos realizado en aquellos años de
ofensiva general revolucionaria, en los ‘60s y ‘70s.
Entre
la militancia y crecientes sectores del pueblo avanza la conciencia de
la necesidad de formar una corriente política que deje atrás la
integración al sistema, el sectarismo, el oportunismo, que recupere los
valores éticos de Santucho y sus compañeros y compañeras, y que llame a
unificar orgánicamente a los más amplios sectores de la clase obrera y
el pueblo. Es necesaria la unión del pueblo por abajo sin tutelas de
ninguna fracción de la burguesía. Se visualiza la necesidad de unificar a
todas las fuerzas del pueblo en un gran frente de liberación nacional y
social para romper definitivamente con la dependencia del imperialismo,
de los organismos financieros internacionales, el sometimiento a la
justicia imperial y de las clases e instituciones de la burguesía
nacional argentina.
Nuestro
programa y nuestras propuestas se inspiran en los ideales de mayo de
1810, de Moreno, Castelli, Belgrano, Monteagudo, Artigas, Güemes,
Azurduy y San Martín, los rebeldes de los 1º de mayo, de la Semana
Trágica y la Patagonia Rebelde, el 17 de Octubre, el Cordobazo y el
Rosariazo, los héroes de Trelew, las jornadas de junio y julio de 1975,
los chicos de la noche de los lápices, los resistentes a la Dictadura
contrarrevolucionaria, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, el pueblo
que luchó contra el neoliberalismo en Cutral-Co, Plaza Huincul, Mosconi,
Tartagal, Santiago del Estero y en otros cientos de lugares, levantando
esas tradiciones combativas y revolucionarias el pueblo argentino
reclama impetuosamente ser protagonista de una nueva etapa de lucha. Con
Mario Roberto Santucho, Agustín Tosco y Ernesto Che Guevara como
máximos representantes del pueblo trabajador argentino y
latinoamericano estamos reconstruyendo la posibilidad real de luchar por
la segunda independencia, la unidad latinoamericana y el socialismo.