(APe).-
Dicen que en la noche de los tiempos, el hombre se diferenció de las
bestias por buscar un lugar donde protegerse. Aquella cueva original era
el símbolo del inicio de la humanidad. Una metáfora que debería tenerse
en cuenta en estos días crepusculares donde la existencia parece tener
fecha de vencimiento en un planeta estragado por el sistema capitalista.
Lo humano está, entonces, directamente vinculado a la vivienda.
La casa propia, aquello que fue bandera y motor de la llamada dinámica social argentina de los años cuarenta y cincuenta.
Tener
el techo propio era, simplemente, el anhelo de reafirmar aquella huella
original que marca que lo humano está íntimamente relacionado con el
lugar donde se vive, se ama, se descansa y se proyecta. Un lugar en el
mundo para cada familia. Así de básico y ancestral.
Sin embargo el sistema no celebra la vida, sino el dinero.
La vida se inmola en el altar del dios dinero. No al revés.
De
tal forma el credo de la realidad ordena que todo debe tener sentido
si, solamente si, produce o es destinado a la producción de más dinero.
Si
hay miles de familias que no tienen dónde descansar, amar y proyectar,
si no tienen una vivienda digna es, simplemente, porque no la pueden
comprar. Entonces que no vengan con derechos humanos o necesidades
básicas insatisfechas. Si no hay dinero, no hay vida.
Cuando el
año 1819 se tragaba la última posibilidad de consagrar en el trono de la
vida cotidiana a la noble igualdad, el territorio que luego se llamaría
la provincia de Santa Fe sufrió invasiones de ejércitos porteños que
incendiaron sus principales villas, entre ellas, Rosario.
El
fuego invasor se tragó las viviendas de la gente humilde que había
sangrado y luchado por Artigas y su plan de democratización de tierras,
educación y trabajo.
A principios del tercer milenio, de acuerdo a
los últimos censos realizado en 2010, a doscientos años de la
revolución de Mayo, aquella de la igualdad inconclusa, dicen que miles y
miles de casas, viviendas y departamentos están vacíos; al mismo tiempo
que casi cien mil familias no tienen un techo digno donde existir.
Fenomenal
paradoja del sistema: hay casas para multiplicar dinero, hacer
negocios, especular y hablar del boom de la construcción; pero no hay
para que viva la gente simple, aquellas familias que como las primeras
que pisaron el planeta buscaban un lugar para fundar la humanidad.
Dice
la información que “el último censo reveló que en Santa Fe hay más
viviendas vacías que familias sin casa. El relevamiento nacional arrojó
que existen unas 200 mil unidades deshabitadas en territorio
santafesino, unas 65 mil más que los registros de demanda de la
provincia”, apuntaba la noticia. Y agregaba que “unas 285 mil hogares en
la provincia son alquilados. Representan el 30% del total de viviendas
particulares”.
En Rosario, por ejemplo, casi 80 mil son las
casas vacías y suman 50 mil las familias que no tienen un lugar con
comodidades mínimas para el desarrollo humano.
En realidad no se trata de una contradicción.
Es la consecuencia de un sistema que prueba su inhumanidad y rinde culto a la hipocresía.
Remarca
el informe que “la problemática del acceso a la vivienda no se trata
sólo de un fenómeno lineal de oferta y demanda, sino que está
entrecruzado por situaciones de alta inequidad producto de propias
desigualdades sociales que vive el país y la región. Por caso, en Santa
Fe hay unas 195 mil viviendas deshabitadas, 65 mil unidades más que los
registros de demanda habitacional que maneja el Estado provincial (unas
130 mil). Es decir, mientras muchos santafesinos aún no pueden acceder a
un techo estable para vivir dignamente, un elevado porcentaje de
unidades habitacionales está vacía, en general por cuestiones asociadas a
dinámica de mercado”, sostiene el artículo.
Hoy la vivienda se
piensa como un negocio, como una especulación, resultado de un sistema
cada vez más inhumano y perverso. Eso sucede hoy en Santa Fe, allí mismo
donde un general desesperado había inventado la bandera para dar una
señal de esperanza e igualdad a los que sangraban por aquella revolución
inconclusa.
Fuente de datos: Diario “La Capital”, domingo 2 de diciembre de 2012.