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lunes, 10 de diciembre de 2012

DIEZ AÑOS DE KIRCHNERISMO: ¿Y LA IZQUIERDA QUE?

Buenos Aires (Revista Sudestada).- Por: Martín Azcurra y Hugo Montero
(JPG)A poco de cumplirse una década de gestión kirchnerista, doce militantes e intelectuales de izquierda analizan el presente político y señalan fortalezas y debilidades del modelo. Además, responden: ¿Por qué no pudo generarse una alternativa de izquierda? Opinan Atilio Borón, Eduardo Lucita, Maristella Svampa, Claudio Katz, Miguel Mazzeo, Carlos Perro Santillán, Roberto Gargarella, Daniel De Santis, Pablo Pozzi, Aldo Casas, Luis Brunetto y Guillermo Almeyra.




La fragmentación que dispersa las fuerzas, el sectarismo que todo divide, el caudillismo que elude el debate, la complejidad para leer la realidad, la incapacidad para ejercitar la autocrítica, la ceguera para ocuparse sólo de buscar una opción electoral, el dogmatismo esquemático y cuadriculado, el catastrofismo de los que profetizan el suicidio del capitalismo cada año, el absurdo de evitar la unidad en la acción y sospechar de los aliados, la tendencia a descalificar y encasillar al otro en cada discusión...
Podríamos anotar otras tantas singularidades en este breve repaso por algunas de las características clásicas de la izquierda argentina; ese universo heterogéneo que nos recorre y nos identifica. Del que nos sentimos parte. Pero no. Quienes todos los días desarrollan su militancia en los barrios, quienes activan en las fábricas y en las escuelas, quienes resisten a la impunidad, a la injusticia, a la devastación ambiental, quienes aplican como rasgo común la solidaridad con luchas ajenas hasta hacerlas propias, esos que se enfrentan cada día a los punteros en los barrios, a las patotas en los sindicatos y a los sicarios en el campo; ellos conocen mejor que nadie las complejidades del devenir cotidiano. Y nada impide que, desde este presente complejo, comencemos a observar signos alentadores, pequeños intentos que procuran abrir el juego, superar vicios, taras y mañas del pasado, asumir discusiones vitales postergadas por la inmediatez de lo sectorial, esbozar y borronear nuevas herramientas de construcción que tienen, necesariamente, que abordar y detenerse en la salida política, en la construcción de una alternativa real, plural, unitaria, tan urgente como necesaria.

Porque ya no basta con la denuncia de un proyecto de gobierno que se apoya en el modelo extractivo sojero y minero como sostén financiero, que carece de respuestas a la hora de resolver problemas críticos de los laburantes como el transporte, la educación o la salud pública. Que no mejoró el mapa de precarización laboral ni inquietó los intereses de las patronales explotadoras. Que manipula y tergiversa la información a través de sus rentados empleados mediáticos, divididos entre los que ejercitan la propaganda y los que se ocupan de la justificación constante. Que se apoya en alianzas con gobernadores represores, con corporaciones depredadoras, con empresarios fieles y con rancios burócratas sindicales. Que se alimenta de la capacidad de los conversos, de los que hasta hace poco nomás eran lo opuesto, de los corruptos y responsables del saqueo de ayer, hoy redimidos por oportunismo y conveniencia. Que no alteró en una década el entramado policial mafioso, responsable de imponer su dinámica delictiva en cada barriada; o el aparato político clientelista y punteril como contratacara natural ante sus propias bases.
Ya no alcanza, tampoco, con advertir la irrupción, del otro lado del escenario nacional, de una derecha descabezada e irascible, que no llega todavía a canalizar tanto individualismo, tanta mezquindad y tanto egoísmo en una propuesta opositora unificada. Que sale a la calle a protestar porque teme perder sus privilegios, porque defiende sus miserias como virtudes, y apuesta a un país sin alternativas para los que menos tienen. Que teme por la inseguridad pero jamás se ha preguntado por sus causas; que exige libertad en abstracto, pero ejercita la intolerancia y el autoritarismo con quienes no se alinean con su misma lógica; que se irrita ante la opinión que cuestiona sus verdades porque carece de argumentos sustentables, y lo sabe.
No. No alcanza. El objetivo estratégico de la izquierda ahora es -y lo será por un tiempo largo- la construcción de una herramienta política de los trabajadores, de perspectiva emancipatoria y socialista, de raíces guevaristas y latinoamericanistas, anticapitalista y antipatriarcal, con clara vocación de poder, de composición joven, donde convivan voces distintas, donde la memoria por los compañeros caídos sea el combustible para seguir avanzando, donde la discusión parta del respeto, se sostenga con audacia y se extienda con inteligencia.
Presenciamos hoy, entonces, un interesante proceso de discusión que, parece, apuesta por superar los viejos obstáculos mencionados, y por asumir, de una vez por todas, debates impostergables. Por eso procuramos consultar a una docena de militantes e intelectuales, a voces críticas en esta serie de artículos que iremos publicando en Sudestada. Para intentar comprender mejor este presente político, para analizar también los errores cometidos desde la izquierda y procurar superarlos, y para salir a la búsqueda, para empezar a escribir el borrador de otra historia. Una historia propia, una alternativa que defienda su independencia como clase, que no termine naufragando como furgón de cola del engendro partidario de algún progresista con carisma televisivo, que asuma de una vez por todas el desafío electoral sin caer en los vicios de los partidos tradicionales, que deje atrás para siempre el sectarismo enfermizo y supere el autonomismo que todo lo obtura, que genere los dirigentes que mejor comprendan su rol como referentes populares, que no se conforme con nadar en los márgenes de la política y que procure presentarse como una cuña revolucionaria entre las dos opciones existentes en el escenario argentino. Una alternativa que hoy apenas se vislumbra en algunos debates, minoritarios todavía. Una alternativa que no se resigne a presenciar la realidad desde un rol de mero espectador o de sagaz francotirador. Que crezca y se multiplique desde la decisión de transformarse, por fin, en protagonista.