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martes, 28 de febrero de 2012

TRAGEDIA DE ONCE: SOBRE LA MUERTE Y EL DOLOR, MÁS REPRESIÓN

Buenos Aires, 25 de febrero de 2012 (AW).- Todos buscábamos a Lucas, Lucas era la esperanza que se inventa para soportar lo insoportable. Un pibe hijo del pueblo que tenía la cara de cualquiera de nuestros hijos. Dos días tratando de procesar lo imposible, 50 trabajadores muertos y más de 700 heridos en un instante es más de lo que la gente acostumbra a pasar por alto.
Acaso la historia del tren no sea muy diferente a la vida y la sociedad que miramos con normalidad y resignación.
La supervivencia es un problema individual, las empresas y el estado están para cuidar las ganancias y que todo siga igual, en orden y silencio.
Cuando supimos que Lucas estaba muerto desde hacía dos días en el cuarto vagón, la bronca y el dolor estallaron, tal vez sea la bronca postergada por cada viaje atrasado, aplastado, atemorizado, pero también, por cada pibe muerto día tras día, por los mismos que nos tiran gases en este momento, por Luciano Arruga, Mariano Ferreyra, por los desnutridos del Chaco, los reprimidos en Catamarca , los Qom asesinados en Formosa, los torturados y perseguidos en Corcovado, en Las Heras, o los sitiados por las patotas mineras en Andalgala.
Las diferencias son casi imperceptibles, El Estado cuidando los intereses de las corporaciones y los empresarios por un lado, el pueblo poniendo a sus muertos por el otro.
Y ante el estallido y el pedido de justicia, por supuesto, nuevamente la represión, la persecución, el procesamiento con la “Nacional y Popular” Ley antiterroristas, y todos los medios “persuasivos” que garanticen que nada cambie y todo siga en orden y en paz, claro, esa paz y orden social que ellos pregonan, significa tolerar la muerte y la destrucción y el pisoteo de todos nuestros derechos y nuestra dignidad.