Por Oscar Castelnovo
Neuquén, 12 de setiembre de 2010 (Agencia Walsh).- Un sicario enviado por hombres del Servicio Penitenciario Federal intimó a cambiar la declaración (“o te morís”), a Luis “Gallego” Abella, testigo clave del asesinato de un preso a manos de 15 penitenciarios. Están implicados desde el director a cargo en su momento, hasta el médico del penal. Las amenazas se extienden a otros testigos y a sus familiares. Zainuco junto a otros organismos del Alto Valle se movilizan en la denuncia. La labor de los abogados y de la fiscal federal Beute ya recolectó pruebas suficientes para castigar a los autores. “Gallego” Abella: pinceladas del Rey de la Fuga y un Día peculiar. Testigo en peligro: Tristeza, comparancias y valores.
“Gallego: cambias la declaración, te vas de Neuquén o te morís”, le indicó el sicario, días atrás, exhibiendo el arma y las balas. El visitante contratado por hombres del Servicio Penitenciario Federal había estado preso con Luis “Gallego” Abella, testigo del asesinato de Argentino Peloso Iturri perpetrado por 15 uniformados a golpes de puño, palos y borceguíes en la Prisión Regional del Sur- Unidad 9 de Neuquén, el 8 de abril de 2008.
Aunque esa noche el sicario se rehusó a matar a un conocido de “adentro”, le advirtió que “vendrán otros que no van tener ningún problema en boletearte”. Y vinieron. En una ocasión tres y en otra uno; pero ya no encontraron en su casa al
“Gallego”, también conocido como “el Rey de la fuga”.
Estos hechos, típicos de la época de la Triple A o la dictadura militar, sucedieron recientemente en plena vigencia de la constitucionalidad electoralera para evitar el castigo a personajes de un estado que mantiene campos de concentración en sus jaulas, liquida a seres humanos indefensos cada día y tortura con precisión a hombres y mujeres que provienen de los sectores más vulnerables.
Difícil será explicar para el gobierno nacional, invencible en la defensa verbal de los derechos humanos, por qué sus discursos contrastan de modo tan categórico con la evidencia de los hechos.
Los hechos
En aquella mañana de abril, de acuerdo a la investigación fiscal, tres penitenciarios ingresaron a la celda N°1 del Pabellón N° 20 de la Unidad 9, donde se encontraba Argentino Peloso Iturri, y lo golpearon durante un lapso que habría durado entre cinco y veinte minutos. “Sin solución de continuidad respecto del hecho descripto precedentemente,- afirma en el informe -, un grupo de penitenciarios retiró al interno Argentino Peloso Iturri de su celda y lo trasladó a la fuerza con destino al Servicio Médico de la Unidad. En el trayecto arrastraron a la víctima y la golpearon con bastones en la cabeza hasta producirle el desmayo, ocasión en la que la víctima cayó por una escalera de cuatro escalones quedando tirada en el piso. Acto seguido los imputados habrían tomado de pies y brazos a la víctima desvanecida ingresándola en ese estado en dependencias del Servicio Médico”.
Precisamente desde este momento es que Luis “Gallego” Abella tiene plena visión de los hechos. Así, el escrito de la fiscalía continúa: “Una vez ingresado en la Enfermería Argentino Peloso Iturri fue golpeado por los agentes penitenciarios con palos reglamentarios, puños y patadas –la primera de ellas en la barbilla, comenzando la víctima a sangrar por nariz y boca-. Seguidamente los empleados penitenciarios –en un número de, al menos, ocho- se habrían arrojado encima de Peloso apretándolo, presionando su pecho hacia el piso e impidiéndole respirar. Producto de la agresión la víctima sufrió distintas lesiones, escoriaciones, traumatismo nasal y equimosis y un paro cardio-respiratorio que le provocó la muerte”.
Abella vio cada golpe y la porfiada defensa de Peloso contra la multitud de grises armados. Así lo relató a esta Agencia: “Peloso ya había venido golpeado en una pierna de otra unidad, pero se la bancaba, se defendió y resistió lo que pudo, a piñas y hasta con los dientes, recuerdo que a uno le mordió la mano. En un momento escucho que el enfermero Carilao, que ya estaba atendiendo a Peloso, dice ‘la concha de mi madre’. Y le preguntan ‘¿Qué pasa?’. ‘Palmó’, respondió. A Peloso ya le habían pegado en las costillas con los borcegos, con los palos, en la cara. Lo rompieron todo”.
Cuando se le pregunta a Luis Abella por qué resolvió inmediatamente denunciar el crimen al juzgado federal, él sostiene que: “antes de decirle por qué, quiero explicarle una cosa: cuando uno está preso, usted no puede poner una denuncia porque nadie le cree a un preso. Y segundo, si usted se queda en la misma unidad después de denunciar, mañana aparece muerto. ¿Y por qué la hice? Me fui a la celda, llamé a mi señora, le conté y ella me apoyó: poné la denuncia, me dijo. ¿Por qué la hice? Porque es muy triste ver morir a un preso así. Si usted estuviera adentro… A mí me faltaban seis meses para la libertad y me tuvieron que sacar fuera del Servicio Federal para que no me maten. Yo preferí correr los riesgos porque es muy triste vivir con eso adentro y no hacer nada”.
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