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lunes, 30 de agosto de 2010

LA GUERRA DEL PARAGUAY

El Bolsón (ANPP/ 25, La Historia que Aniquilaron).- Aún hoy conserva el trágico privilegio de ser el suceso más sangriento de la historia sudamericana. También conocida como la Guerra de la Triple Alianza -entre Brasil, Argentina y Uruguay contra Paraguay-, esta contienda, desatada entre 1864 y 1870, significó mucho más que la aniquilación de la república guaraní: selló definitivamente el rumbo por seguir a los países rioplatenses.
La década de 1860 encontraba a las naciones del Río de la Plata aún sin definición política. Medio siglo después de la Independencia, la situación interna argentina todavía estaba marcada por la constante amenaza de guerra civil entre los unitarios y los federales; y algo similar ocurría en Uruguay entre colorados y blancos.
En 1862, el jefe del Partido Liberal -nuevo nombre del unitario-, Bartolomé Mitre, es elegido presidente de Argentina. Un año atrás habían empezado a darse condiciones favorables a la facción porteña. Tras la última insurrección de Buenos Aires contra la entonces Confederación Argentina el ejército de Mitre había conseguido una confusa victoria sobre los federales dirigidos por Justo José de Urquiza en la batalla de Pavón (provincia de Santa Fe). Con Urquiza replegado en Entre Ríos, las fuerzas porteñas marcharon sobre las provincias ejecutando a todo federal que se encontrara en el camino.
Del otro lado de la orilla, los uruguayos estaban gobernados por hombres del Partido Blanco, afines ideológicamente con el federalismo argentino. Estos dos partidos compartían otra característica en común: cada uno era claramente mayoritario en sus respectivos países. Pero la política de Uruguay siempre estuvo condicionada a lo que ocurriera con sus dos poderosos vecinos, Brasil y Argentina, y la asunción de Mitre a la presidencia presagiaba un futuro complicado para la nación oriental.
En efecto, una revolución colorada, encabezada por Venancio Flores, estaba siendo preparada en Buenos Aires con el apoyo implícito del mitrismo y la complicidad de Brasil, país que desde hacía tiempo buscaba obtener predominio sobre el Río de la Plata. La invasión de Flores se concreta en 1863 y se desata la guerra civil en Uruguay. La primera llama se había encendido.
Aquí empieza a jugar un papel decisivo la diplomacia inglesa. Los británicos vislumbran en la crisis uruguaya la oportunidad de armar una guerra contra Paraguay, país que resultaba totalmente renuente a sus directivas económicas. Es que se había afianzado como la nación más próspera de Sudamérica, siguiendo una política proteccionista. Los ingleses tenían motivos de sobra para ver amenazados sus anhelos imperialesen la región: Paraguay se autoabastecía con su producción agrícola, desarrollaba una incipiente industria, no tenía deuda externa y era el único país sudamericano que tenía altos hornos y fundiciones de hierro.
Al año siguiente, a la lucha interna se suma otro dolor de cabeza para el gobierno uruguayo. Previo consentimiento de Argentina, Brasil exige la reparación de supuestos agravios hacia sus súbditos residentes en la República Oriental y da un ultimátum para que se cumpla lo pedido. Una flota de guerra brasileña frente a Montevideo y el ejército de Río Grande do Sul en la frontera aguardaban la orden.
La situación de los blancos es desesperante. Vanamente se quejan ante el gobierno argentino, intentan la paz con Flores pero éste exige la rendición incondicional y de Urquiza no hay respuestas a pesar de que todo Entre Ríos clama por cruzar el río para unirse al bando amigo. Sólo le queda recurrir a Paraguay.
Al enterarse de los sucesos, Francisco Solano López, el presidente paraguayo, decide advertir a Brasil que su nación saldrá en defensa de la independencia y soberanía del Uruguay. Los brasileños no esperan y comienzan su ataque al país oriental, convencidos de que Paraguay no pasará de las palabras a los hechos. Pero López hablaba en serio, y con el apresamiento de un buque de Brasil se inicia la guerra con ese país.
Mientras tanto, los blancos uruguayos estaban siendo arrasados por brasileños y colorados. Los federales argentinos esperaban impacientemente el pronunciamiento de su líder, Urquiza, para luchar contra Mitre y los enemigos en Uruguay.
El ejército paraguayo se había apoderado del Mato Grosso brasileño al iniciarse el año 1865 y tenía tropas aguardando en las Misiones, en el límite con Argentina. López pide formalmente el permiso del gobierno argentino para atravesar su territorio con el fin de acudir en defensa de Uruguay. Previendo la negativa de Mitre, daba por hecho una insurrección de Urquiza contra Buenos Aires. Pero inesperadamente el entrerriano le hace saber que apoyará la decisión del gobierno nacional.
La indignación en Paraguay fue tremenda: Argentina no le permitía movilizar sus ejércitos por su territorio pero sí dejaba navegar libremente por sus ríos a los buques de la armada brasileña. Había colmado la poca paciencia de López, que declara la guerra "al actual gobierno argentino".
A fines de febrero Montevideo ya se había rendido a Flores, quien inmediatamente declara la guerra a Paraguay. Sin embargo López todavía cree que es posible salvar a la república oriental. En abril los paraguayos invaden Corrientes y comienzan su marcha hacia el sur. Si bien los correntinos reciben con simpatía la llegada del ejército guaraní, éstos no logran la respuesta que esperaban. Es que los federales aún mantienen una fuerte fidelidad a Urquiza.
En Buenos Aires, donde jamás se dio a conocer la declaración de guerra, la prensa mitrista se encargó de magnificar el "agravio al pabellón nacional". Desconocido por sus correligionarios, Urquiza apoya a Mitre.
En mayo se firma en secreto el Tratado de la Triple Alianza de Brasil, Argentina y Uruguay contra Paraguay, en cuyas cláusulas se prevé el aniquilamiento y la repartición de ese país.
A duras penas el gobierno argentino forma el ejército nacional y tiene que lidiar con las continuas deserciones y sublevaciones de los "voluntarios". El rechazo es tal en Entre Ríos que la provincia prácticamente no aportará sus hombres a la guerra.
Ya sin apoyo, los ejércitos de avanzada de Paraguay -cerca de 30 mil hombres- son rápidamente aplastados por los aliados en varios frentes. Violando los códigos de guerra, se obliga a los prisioneros paraguayos a combatir en las filas aliadas y muchos de tez oscura son trasladados al Brasil para trabajar como esclavos. Quienes se niegan son torturados y asesinados.
Con la noticia de las derrotas López ordena replegar a todos sus ejércitos para comenzar la guerra defensiva. A partir de 1866 se suceden cruentas batallas donde los paraguayos tratan desesperadamente de contener el avance enemigo. Hay terribles bajas en uno y otro bando.
Pero a pesar de la superioridad numérica de las fuerzas aliadas, la conducción de la guerra, a cargo de Mitre, preocupa a los brasileños, que ven en el estadista argentino pésimas aptitudes de estratega. La gota que rebalsa el vaso es la batalla de Curupayty, donde mueren cerca de 10 mil hombres de la Alianza contra menos de cien bajas del lado paraguayo. La insurrección federal en el noroeste argentino fue la providencial excusa para alejarlo del frente.
En esos años se producen los últimos grandes levantamientos federales encabezados por el caudillo catamarqueño Felipe Varela. Ellos también confían con el apoyo de Urquiza que nunca llega y apenas si resisten hasta principios de 1869, cuando son definitivamente aplastados por las fuerzas nacionales.
En mayo de 1866, por una maniobra de la diplomacia británica, se publica el Tratado de la Triple Alianza que desata el escándalo mundial y deja mal parados a Brasil y a Argentina. Prácticamente todas las naciones americanas muestran su repudio y se solidarizan con Paraguay. En Argentina, salvo en los seguidores de Mitre, la noticia termina de convencer a muchos y la guerra se vuelve sumamente impopular.
A mediados de julio de 1867 Mitre regresa fugazmente al frente del ejército aliado que ya recompuso las bajas con 50 mil nuevos esclavos traídos por Brasil, que en adelante prácticamente se haría cargo solo de la guerra. En noviembre Mitre sufre otra derrota y, esta vez con la excusa de la muerte del vicepresidente, Marcos Paz, lo obligan a abandonar la dirección de la guerra para siempre.
El duque de Caxias, reemplazante de Mitre, decide que la guerra por tierra iba a ser interminable y por eso ordena la intervención de la armada brasileña. Las operaciones tienen éxito y en enero del siguiente año dos buques logran forzar los pasos de Curupayty y Humaitá y días después bombardean la capital paraguaya, Asunción.
López ordena el repliegue de sus tropas hacia el Chaco paraguayo. Ante la escasez de hombres, su ejército incluye niños, ancianos y mujeres.
El heroísmo de los paraguayos comienza a ser leyenda, reconocido por algunos de los propios enemigos. La figura del mariscal López atrapa a la gran masa del pueblo guaraní que lo sigue para defender su patria hasta la muerte. En esos días la intransigencia del presidente paraguayo toca el extremo, al punto de mandar a torturar y ejecutar a cualquiera de sus allegados que pensara en rendirse.
A fines de 1868 López reúne 10 mil almas para intentar una última defensa de Asunción. Durante seis días niños, mujeres, ancianos, enfermos y heridos combaten con un coraje pocas veces visto en la historia de la humanidad. Finalmente, sólo sobrevive un centenar que huye hacia el Norte con el mariscal.
Las tropas brasileñas entran en Asunción el verano de 1869 y arrasan la ciudad. Los argentinos, que acampan en la otra orilla del Pilcomayo, no participan del saqueo y la destrucción. En invierno el mundo entero se conmueve de los resultados de las batallas de Peribebuy y Acostañú. En la primera, los brasileños queman un hospital repleto de heridos. En la segunda, una legión de niños disfrazados con barbas enfrenta a los invasores. Cuando las tropas del Brasil se dan cuenta del engaño ejecutan a los infantes que habían logrado sobrevivir. Hoy, en Paraguay se celebra el Día del Niño el 12 de agosto, aniversario del infame suceso.
La diezmada "Residenta", el último ejército de López, llega a Cerro Corá, junto al límite con Brasil, a mediados de febrero de 1870. El 1° de marzo se desencadena la batalla final donde los últimos 400 paraguayos perecen ante el ataque enemigo. El mariscal Solano López cae en manos de los brasileños, quienes lo incitan a rendirse y, ante la negativa de aquel, lo matan. La guerra había llegado a su fin.

CONSECUENCIAS
Si bien no hay daos precisos, se sabe quela pérdida de vidas humanas llegó a números escalofriantes: posiblemente más de un millón. El Paraguay cargaba con la peor parte, con entre 700 mil y un millón de muertos; más del 85 por ciento de la población había caído y de los sobrevivientes sólo la décima parte eran varones, prueba irrefutable del valor y la convicción con que han defendido su patria.
Las bajas brasileñas ascendían a 168 mil, la mayoría esclavos traídos de los cafetales. A causa de la pérdida de mano de obra, el Brasil ya no tendrá el monopolio mundial en ese rubro. La crisis dejaría como resultado positivo el inicio de un movimiento abolicionista.
Argentina, en tanto, perdió 25 mil hombres, la mayoría gauchos, indios, negros o mestizos. Uruguay, 3 mil.
Brasil anexionó la tercera parte del territorio paraguayo en la zona del Mato Grosso mientras que Argentina se quedó con Formosa y las Misiones, zonas en litigio antes de la guerra. De milagro Paraguay no terminó transformado en protectorado brasileño. La famosa "Doctrina Varela", por la cual se afirmaba que la victoria no da derechos para decidir unilateralmente cuestiones limítrofes, nunca fue tenida en cuenta ni en Buenos Aires ni en Río de Janeiro.
La industria y las plantaciones paraguayas fueron totalmente destruidas. La deuda de guerra y la reconstrucción obligaron al Paraguay a pedir préstamos por primera vez en su historia, que Inglaterra no tardó en dar.
La situación financiera en los otros países beligerantes no fue mucho mejor. El poderoso Banco Mauá, pilar económico del Brasil, quebró arruinado por los gastos de guerra y el gobierno imperial se vio obligado a acudir también a los créditos británicos. Desde entonces, la deuda externa brasileña crecería sin retorno. En menor medida, el dinero inglés llegó también a la Argentina y a Uruguay.
En Entre Ríos, Urquiza sería asesinado acusado de traición. Pero la sangre del caudillo ya no podía cambiar las cosas. El "libre comercio" del modelo liberal había triunfado. Para muchos, el sueño de la Patria Grande entraba irremediablemente en un largo período de postergación.

Bibliografía:
CHÁVEZ, Fermín. Vida y muerte de López Jordán. Buenos Aires: Hyspamérica, 1985.
PÉREZ AMUCHÁSTEGUI, A.J. Crónica histórica argentina, tomo IV. Buenos Aires: Editorial Codex.
ROMERO, José Luis. Breve historia de la Argentina. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1996.
ROSA, José María. La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas. Buenos Aires: Hyspamérica, 1985.
VICTORICA, Julio. Urquiza y Mitre. Buenos Aires: Hyspamérica, 1985.