La compleja búsqueda de los movimientos de trabajadores desocupados
(Sudestada).- Los grupos de trabajadores desocupados fueron hallando poco a poco su propia identidad. Los primeros, de carácter reivindicativo, surgen a fines de los noventa como saldo organizativo de las puebladas que cruzan el país de sur a norte, entre el 96 y el 97, a causa del despojo causado por décadas de destrucción de la industria nacional y por el abandono de las tareas sociales y educativas del Estado. La fuerza de las puebladas, que lograba reducir a la Gendarmería en rutas y puentes aislados del interior, devuelve la confianza en la acción directa que la dictadura militar se había encargado de eliminar como se esfuma un sueño con un soplido.
Pero en el origen mismo de la lucha estaba su propia debilidad: muchos grupos se quedan en el reclamo corporativo, con poca voluntad para articular con otros sectores, como trabajadores ocupados y estudiantes.
En Buenos Aires, donde nacen los MTD (y otros con siglas similares), una disputa importante tiene lugar en el barrio mismo. Allí se retan cara a cara con una fuerza compleja, imprevisible e intocable: los punteros del PJ. Aprovechando que el gobierno de Fernando De la Rúa está débil, y sosteniendo cortes de autopistas importantes, obtienen planes de empleo que pueden administrar ellos mismos, pasando por encima de los punteros. Esto les brinda una estructura autónoma importante que les permite atravesar dignamente el pico de la crisis económica de 2001-2002. Como salen a la luz, se les suma otra trinchera, los medios de prensa, que los muestra como salvajes.
Estos grupos de base, organizados en torno a un centro comunitario, se diferencian de otros grupos de desocupados, primero por su carácter revolucionario (que expresan con la consigna “cambio social”) y segundo por su trabajo de base, que implica un método democrático-participativo para paliar necesidades tanto sociales como educativas.
Ante la situación alarmante de pobreza y el fantasma del 20 de diciembre de 2001, el nuevo gobierno de Eduardo Duhalde tiene que otorgar 2 millones de planes de empleo, de los cuales 200 mil logran administrar los partidos de izquierda, que aprovechan sus estructuras nacionales para construir movimientos propios. Otro dilema: al corporativismo se le suma el sectarismo por la quintita propia. Sin embargo, los grupos que ya tenían una construcción previa pueden visualizar los peligros de un crecimiento abrupto: la repetición de los clásicos punterismo y clientelismo. Así incorporan prudentemente nuevos vecinos y nuevos barrios, sin descuidar su trabajo de base, y haciendo hincapié ahora en la creación de cooperativas y emprendimientos productivos, como respuesta a la falta de trabajo y para ir más allá de las migajas del Estado, pero también para formar una conciencia del trabajo (en situaciones donde había que luchar mucho contra la descomposición social que generaba la falta de trabajo) que introduzca prácticas solidarias y, al mismo tiempo, responsables. Hoy en día, y luego de haber desarrollado emprendimientos productivos con mayor planificación y equipamiento, se enfrentan a la disyuntiva de superar lo artesanal y poder alcanzar, sobre la base de la articulación, magnitudes industriales o semi-industriales. Algunos grupos encaran esa tarea sin olvidar el reclamo histórico de trabajo “genuino” (empleo formal con salarios dignos), pero es una discusión no saldada entre los movimientos.
El otro eje diferenciador de estos grupos es su tendencia a la multisectorialidad. Poco a poco, los comedores se convierten en centros comunitarios y culturales, rescatando la experiencia anarquista y socialista de principios de siglo, integrando otras tareas y reclamos para todo el barrio, incluyendo –por ejemplo– obras públicas. De esta manera, la lucha adquiere un carácter territorial (de todo el barrio) y suma nuevas discusiones al proyecto social y político, como la construcción de poder popular (en oposición al poder de arriba y en respuesta al abandono del Estado).
La orientación de Darío, expresada en las entrevistas que acompañan esta nota, apostaba a una construcción en este sentido. Los MTD marcaron el camino.
De aquellos primeros grupos se multiplicaron y reprodujeron, como células, decenas de ellos. Algunos, el Frente Popular Darío Santillán, el Movimiento Teresa Rodríguez, el MTD Aníbal Verón, el Frente de Organizaciones en Lucha, la CTD Aníbal Verón, entre muchos otros, siguen coordinando juntos para pelear por lo que Darío peleaba, y una cosa más cada 26 de junio
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