El desfile de Títeres Andariegos, un clásico de Bariloche. |
El evento, que se ha ganado un significativo lugar en la agenda -y el corazón- de la comunidad barilochense, despliega una vez más un importante número de obras en distintos espacios de la ciudad. Nuevamente, el arte pone la imaginación y la creatividad al mando de la interpelación personal y colectiva.
“Este evento mueve una cantidad de público como ningún otro en la ciudad y eso es una construcción que lleva casi 20 años. Cuando ves las primeras fotos del desfile era apena una pequeña murga y dos o tres organizaciones. En la actualidad estamos alcanzando año a año un promedio de 30 organizaciones, entre escuelas públicas, privadas, familias auto convocadas y más que participan del desfile de los gigantes”, repasa Fabiana Carbajales, una de las organizadoras de este gran evento que lleva adelante La Andariega Producciones.
El festival crece así no solo como un hecho cultural sino social. “Cultural porque permite el intercambio de distintas miradas escénicas, de historias, con elencos fuertes y temáticas comprometidas, adaptadas a los niños y otras para un poco más grandes, como puede ser la obra de la misionera Tira y Afloje que viene este año”, continua Fabiana. “El títere no es un muñeco que se mueve, es una historia y es un cuerpo que cobra otro cuerpo para decir algo. En ese sentido está el hecho cultural. Y también está el hecho social: a veces por la temática y también porque intentamos llegar -en esta educación de espectadores y en este derecho a la cultura- a los barrios y las escuelas que sabemos que no van a poder costear la función o asistir a la sala. Entonces queremos que esa oportunidad y ese derecho se cumpla y vamos nosotros con las funciones, apelando a los recursos que tenemos o haciendo malabares para que ningún rinconcito de Bariloche se quede sin función”.
La creatividad al poder
A lo largo de estos años también puede verse cómo el número de espectadores y el movimiento alrededor de cada espectáculo ha ido creciendo, generando año a año un nutritivo circuito por distintas salas de nuestra ciudad.
“Uno siempre que es espectador es un espectador activo. Por más que no tenga participación sucede si tu sentir está comprometido con lo que está sucediendo. Sin embargo, lo que tiene el títere es que ese espectador activo también participa, desde los diálogos que se generan, o el recurso de las persecuciones, que engancha y entusiasma sobre todo a los más pequeños o la pregunta o convocatoria que hace que el niño le sugiera, le proponga al títere, la resolución de algún tipo de conflicto. Hay una participación más activa de la imaginación del niño que completa la escena”, dice Fabiana y reflexiona: “En esto nos parece que el arte de los títeres tiene una función primordial. Creo que es como una militancia en cuanto al tema de hacerle un poco la pelea a la tecnología. El arte del títere no te da todo digerido, masticado, te propone, te sugiere, te invita a pensar, a imaginar. Creo que esta es una militancia desde el arte a la construcción del ser humano, en sus aspectos más imaginativos, intuitivos y sensibles”.