El 18 de mayo de 2013, en Villa Tesei, a Pablo “Paly” Alcorta lo fusilaron. No está claro si fueron dos o seis disparos. Pero el último le dio en la cabeza.
Ya no hay sobre el hecho crónicas de primera mano. Los portales web recogen el relato de aquel día de las palabras de su madre, Emilia Vasallo.
“Por acá le entró la bala”, muestra Emilia, tocándose la sien derecha con las puntas de los dedos, “y salió por acá”, del otro lado.
Diego Ariel Tolaba, quien en ese momento era efectivo de la Policía de la provincia de Buenos Aires, dice que tiró porque Pablo tenía un arma y le apuntó.
Emilia: “este policía firmó el secuestro del arma, pero Pablo no tenía ningún arma. Plantaron un arma. Ellos dicen que el otro chico que estaba con Pablo sí tenía un arma. Lo dicen los testigos que trabajaban en el peaje (a metros del Acceso Oeste, en calle Húsares y segunda Gaona), o sea los compañeros de Tolaba”.
El día que lo fusilaron, Pablo no murió. Antes estuvo internado durante meses. Se fue yendo lentamente. Perdió la movilidad, la vista, el habla, hasta quedar en estado vegetativo. Tenía 17 años.
Dos años después, el 28 de agosto de 2015, el prefecto Juan José Silva asesinó a Marcos Sebastián Acuña por la espalda, dos disparos, en el barrio La Cañada, partido de Quilmes. Lugares comunes los pibes humildes, las fuerzas de Seguridad, la muerte y el conurbano.
Crónica tituló: "Un hampón muerto en La Cañada". Marcos tenía 20, y una hija de 1 año.
“Yo no vi ningún pibe de Gatillo Fácil muerto en un barrio como Recoleta”, dijo tiempo atrás su madre, Inés Alderete, por si no fuera a quedar claro.
Las dos historias se escriben igual. Se escribirán mañana. Ya han sido escritas antes. Es lo que hacen los medios convencionales: otras fotos -aunque un poco todas son la misma-, otros nombres, otras fechas y un relato homogéneo sobre víctimas ciertas y verdugos que acribillan en potencial.
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“Yo nunca había contado lo que ocurrió en el juzgado”, franquea Inés. Está pensando.“Antes, yo veía en las noticias que mataban a un pibe en la calle, y para mí eran todos delincuentes. Recién después, cuando pasó lo de Marcos, cambió mi pensamiento. Tuve la suerte de que me tocó un juez, que cuando yo fui a decirle que quería el cuerpo de mi hijo, porque ya habían pasado seis días y no me lo entregaban, y que quería saber qué pasaba, me explicó que la autopsia y los demás trámites llevaban un tiempo; y que cuando yo le dije ´ ¿para qué me lo van a andar toqueteando si ya está muerto?´, él me contestó: ´no, vos necesitás un abogado; a tu hijo lo mataron´. Ahí me di cuenta, cuando dijo esa palabra, ´homicidio´; cuando dijo ´a tu hijo lo mataron´, que yo pensé acá hay algo más, está pasando algo raro´”.
-Bueno, ahí está- interviene Emilia- si este juez no te hubiera dicho esa palabra, vos hubieras actuado…
-Como algo normal- completa Inés.
-Claro, como eso que una tiene interiorizado; lo que te venden los medios de comunicación, que es lo que piensa muchas veces la gente de los barrios. Porque la misma gente pobre piensa así: “algo habrán hecho”. Es como que lo tienen instalado, como muchas otras cosas que están instaladas en la sociedad, y que cuando una quiere romper con eso no se puede. La gente está como estructurada en ese pensamiento. Es muy difícil que a una, que le pasó, lo cuente y el otro lo acepte. Nosotras, para muchos, somos las mamás de los chorros.
-Estaría yendo cada tanto al cementerio, como cualquiera- admite Inés.
-Nada más que como el juez te dijo esa palabra, en un instante cambió tu vida y cambió tu forma de pensar.
Emilia, en cambio, lo percibió desde el principio.
-Yo me di cuenta. Paly no murió enseguida, murió siete meses después. Estuvo internado. Diego Ariel Tolaba le pega el tiro en la cabeza, lo llevan al hospital y lo operan. Sale de Terapia y a los 13 días me lo llevo a casa. Había quedado ciego, Paly. Y a los veintipico de días que llevaba en casa, empieza a perder líquido encéfalo raquídeo por una fístula que se le hizo. La bala entró y salió rompiendo todo; rompiendo los nervios ópticos. Empieza a tener operaciones y operaciones, y a los cuatro meses Pablo queda en estado vegetativo. Vivió siete meses porque la recontra peleó, porque era un pibe sano, fuerte; si no, no hubiera vivido mucho con una herida así. Eso me dijo el médico.
(Foto gentileza Agencia Paco Urondo)
“Ahí empezó mi lucha”, fecha Emilia, “cuando Paly murió. Yo sí, yo me di cuenta enseguida de que era un caso de gatillo fácil”.
Pero piensa: “A veces yo no sé si fue mejor o peor haberlo tenido a Paly siete meses con vida, porque yo fui viendo como mi hijo se moría de a poco”.
-Yo no vi a mi hijo- retoma Inés, que cuando evoca no puede contener las lágrimas- A mí me dieron un cajón; y yo al cajón le dije: “te prometo que el que hizo esto me las va a pagar”.
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Emilia e Inés se conocieron por Facebook.-Yo empecé así, contando mi caso, como decía, hasta que un papá de Córdoba, Sergio Nadal, me contestó y me dijo, “no bajés los brazos”. Me ayudó a comunicarme con varias organizaciones, también con la CORREPI (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional).
La primera abogada que tuvo Inés, la estafó.
-Yo le había dado la plata, pero después, cuando iba a preguntar al juzgado, el juez me decía “no le pagues más, porque por acá nunca apareció”.
Caranchos que se alimentan del dolor, también hay mucho de eso en el laberinto judicial. Las causas de Pablo y Marcos llevan años en ese dédalo de almas encarpetadas en expedientes que engordan y enmohecen sin consecuencias en la realidad.
El 27 de agosto pasado, durante la cuarta Marcha Nacional Contra el Gatillo Fácil, los familiares hicieron público un documento que decía:
“Desde el comienzo de la marcha nuestra denuncia va dirigida no sólo a los policías, prefectos, gendarmes o penitenciarios que asesinaron a nuestros hijas e hijos, esposas y esposos, hermanas y hermanos, madres y padres, sobrinas y sobrinos, tías y tíos, amigas y amigos y vecinas y vecinos, sino al Estado del que forman parte esencial (…) hay más de 6.700 asesinados a manos del Estado desde 1983, nos matan un pibe o piba cada 21 horas (son cifras de la Correpi para los primeros meses de este año). Y si no nos organizamos la impunidad que les garantizan a los asesinos desde el Estado y sus instituciones, mediante los jueces y fiscales, junto con los grandes medios de comunicación, va a ser aún mayor”.
El documento mencionaba a Santiago Maldonado, a Rafael Nahuel, a Facundo Jones Huala, a Daniel Solano y a muchos otros más.
También decía: “Si en los juicios los acusados son policías, estos llegan libres a los tribunales donde se los juzga, al terminar se suelen ir libres de culpa y cargo”.
Y además: “Las causas por los asesinatos de nuestros hijos e hijas, de entrada, son desestimadas por la justicia burguesa que plantea que hay investigar un supuesto robo cometido por los pibes y pibas asesinados y no el homicidio por parte de las fuerzas de seguridad, o argumentando la legítima defensa de los policías en un hipotético enfrentamiento”.
En Bariloche, con Graciela y Alejandro, padres de Rafael Nahuel
-Y de ahí seguimos siempre juntas- interviene Emilia- Nosotras pertenecemos a una organización que nos banca, nos ayuda, nos forma, nos alienta, pero tenemos la libertad…
-…de equivocarnos, de tomar nuestras propias decisiones- añade Inés- nosotras somos Familiares de la Marcha Nacional Contra el Gatillo Fácil, y nos juntamos…
-…de todo el país- la continúa Emilia.
-…Con organización o sin organización, como vengan- cierra Inés.
Son dos mujeres que hablan con una sola voz, anudada detrás, hace tiempo. No parecen darse cuenta de que habitan las mismas frases. De que naturalmente se suceden para completar un único relato: una de ellas inicia, la otra la prosigue, la primera concluye. Las dos hacen silencio. Es falsa la opción de Borges, a Inés y a Emilia las unen ambas cosas, el amor y el espanto.
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Y el dolor. “Es el dolor lo que mueve al mundo”, escribió Juan Filloy.El 27 de agosto será la quinta Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil, “y estos viajes que hacemos tienen que ver con eso”, anuncia Emilia, “con poder contarles a los familiares lo que hacemos, la experiencia que tenemos; y recogemos todas las luchas, todos los antecedentes que podemos conocer. A nosotras nos sirven”.
Los viajes comenzaron este año. Antes de llegar a Bariloche, Inés y Emilia estuvieron en Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero.
-A Tucumán fuimos con Mónica Alegre, que es la mamá de Luciano Arruga (secuestrado, torturado y muerto por la policía bonaerense en 2009, cuando tenía 16 años); ella también está en la organización de la Marcha Nacional- cuenta Emilia.
-Que en Buenos Aires atiende Dios- la completa Emilia.
-Y les decimos- prosigue Inés- que la Marcha Nacional, no es de las organizaciones, es la marcha de nuestros hijos. Como hicieron las Madres que enfrentaron a la Dictadura, ¿cómo los familiares de siete mil muertos por el Gatillo Fácil no vamos a poder enfrentarnos a esto?
“Hay periodistas de pluma fácil”, dijo Carlos Menem en 1996, en un macabro juego de palabras, para explicar el crecimiento exponencial de las denuncias por casos de Gatillo Fácil. En el mismo rumbo el ministro del Interior, Carlos Corach, desafió: “¿Dónde están los nombres?”.
Cuando el Estado es el que gatilla; cuando la moneda de curso legal de un país es el plomo, cuentan los militantes sociales por los Derechos Humanos.
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El Estado y su justicia son como un telón de fondo, una tierra prometida hacia donde los pobres están siempre en travesía.“Los pobres y sus conflictos no son tenidos casi en cuenta en la constitución y estructuración de la justicia del estado y en la lógica oficial aparecen como ajenos, marginales o irrelevantes. En consecuencia, las expectativas de los pobres ante el estado y su justicia son, cuando las hay, al menos débiles y en todos los casos superadas por el desencantamiento y la desconfianza, lo que favorece la autoexclusión y con ello la ampliación del distanciamiento. La relación entre una justicia que no llega y los que no llegan a la justicia da lugar a la frustración y la impotencia, consolidándose un círculo vicioso difícil de interrumpir”. (Salanueva y González, “Los pobres y el acceso a la Justicia”; Universidad Nacional de La Plata, 2011).
-A mí también me estafó un abogado- recuerda de pronto Emilia.
Ambas coinciden en que todo ha empeorado: “desde que la Bullrich dijo ´tiren´, ahora tiran. Tiran sin preguntar. Y ya no les tiran a los pibes que están en la esquina, les tiran a todos; hasta por mirar o por contestar mal. Tiren que después averiguamos”.
-El mayor problema que tenemos -dice Inés- es que nosotras no tenemos a nadie que nos represente. Porque una mujer, por decir, que vive en Zavaleta (el NHT, Núcleo Habitacional Transitorio 24 - 21, Zavaleta, en Barracas, CABA) no va a salir a buscar un abogado cuando le traen el cuerpo de su hijo, porque no tiene con qué, y tiene a otros ocho hijos que darles de comer.
-Pero al que tira, el Estado sí le pone abogados.
-Al Prefecto que mató a Marquitos sí le pusieron. Tiene tres abogados, que además se los pago yo, se los pagamos nosotras, que somos las madres de las víctimas. Todos, con nuestros impuestos- confirma Inés.
Y Emilia: “Nosotras ya no le creemos nada a la Justicia, y eso es también por qué marchamos”.