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miércoles, 5 de junio de 2013

CALAFATE Y EL REGRESO DE ORKEKE

Por Marcelo Valko

Cuando me invitaron a Calafate para dar una conferencia en relación al debate que se viene dando en la ciudad para reemplazar la calle “Campaña del Desierto" por "Cacique Orkeke" lo primero que me llamó la atención fue el nombre de la calle a cambiar: “Campaña del Desierto”.
En general, a lo largo de nuestro país con excepción de la provincia de La Pampa, es una denominación que no suele emplearse.
En cambio sí pululan los nombres del general Roca y todos sus comandantes que se encuentran diseminados por doquier, pero este eufemismo de la “Conquista del Desierto” es más bien escaso sin duda porque allí, debajo de esa denominación se encuentran las huellas de lo que fue una CONSTRUCCIÓN del Desierto. Algo radicalmente distinto.
La iniciativa del grupo de vecinos de Calafate entusiastamente apoyada nada menos que por una institución salesiana como el prestigiosos Centro de Estudios Superiores “Padre De Agostini” (CES) y su director el padre Lito Álvarez no es una “ocurrencia local” ni mucho menos.

De un tiempo a esta parte, ya son 24 ciudades a lo largo del país que han cambiado el nombre del general Julio Roca en su calidad de mentor de tal construcción y vaciamiento de los seres humanos que habitaban lo que consideraban desierto, y tenemos un numero similar de ciudades donde proyectos similares se encuentran en estudio en los respectivos concejos deliberantes.
La idea no es molestar ni ofender a nadie, como dije en oportunidad de mi conferencia en el hermoso Centro Cultural de Calafate, los ciudadanos que defienden sinceramente al general Roca y lo que representa ignoran el Apocalipsis que desató, por eso ningún defensor del general es nuestro enemigo ni mucho menos. Cómo considerar enemigos a ciudadanos argentinos que aprendieron lo que les enseñaron en la escuela, y luego, de grandes cobran su salario con billetes con la esfinge del general Roca. Nadie busca enfrentamientos, ni bandos o enemigos.
La idea es el país de Mayo, ese país que nuestros mejores padres soñaron, un país fraterno e inclusivo. No en vano en el Himno tenemos una estrofa que sintetiza todo: “ved en trono a la noble igualdad”. Eso quiere decir, ni más ni menos: que nos gobierne la noble igualdad. Que todos los ciudadanos son iguales entre si. Y eso obviamente debe incluir a los Pueblos Originarios y a quienes tienen algún grado de ascendencia.
No todos los argentinos descienden de los barcos, de hecho y como lo determinó un estudio realizado por el Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA el 56% de los argentinos posee algún grado de ascendencia indígena.
Por nuestra parte y tal como alertamos en el último texto "Desmonumentar a Roca. Estatuaria oficial y dialéctica disciplinadora", nada es más peligroso que una estatua o el nombre de una calle en su aparente inmovilidad, en su fingida inocencia. La estatuaria es modélica, no cesa de decir desde su silencio qué debemos hacer y quiénes son premiados en lo alto de los pedestales.
En ninguna ciudad de Alemania existe una calle llamada “solución final” en relación al exterminio de judíos y gitanos realizados durante el período hitleriano. En cambio nosotros todavía si.
Las imágenes tienen necesidad de mostrar y adoctrinar como lo han expuesto con desparpajo durante generaciones las láminas escolares de Anteojito o Billiken que nos manipularon a su antojo.
Poseen una capacidad discursiva desde el comienzo de la historia. Lo advertimos en los inicios del arte parietal con la imposición de las manos sobre el dibujo de algún animal que se desea cazar.
Desde siempre se manipularon las representaciones, basta ver el tratamiento del tamaño de la figura descomunal de algún faraón y la multitud de sirvientes que no le llegan a la rodilla. Señores y vasallos, pese a transitar una dialéctica circular, siempre es unidireccional, siempre el emisor es el poder. El receptor, invariablemente es el que trabaja, el que sirve, el que obedece.
Lo estratégico no es cambiar una calle por otra sino lo que cambia con el cambio. Lo que significa el cambio. Ese es el punto.
Lo trascendente es recuperar esa Patria Grande y Fraterna por la que tantos lucharon y murieron. Una Patria inclusiva que no puede premiar a genocidas.
Esforcémonos para que sus desvelos no fueran en vano y que el ideal libertario de ver “en el trono a la noble igualdad” se concrete en el simple acto de cambiar de manera democrática la calle que representó una campaña de exterminio, por la de un cacique pacifico como Orkeke que siempre lució en sus toldos la bandera argentina y que no obstante eso, fue cazado como un perro y trasladado con su gente a Buenos Aires.
Pese a que admitieron que se trataba de un error, no lo devolvieron a Santa Cruz y a los pocos meses enferma de gripe y muere, y pasa a descarne para exhibir su esqueleto, restos que algún coleccionista terminó robando.
Es lento, pero el cambio viene...