Buenos Aires (AW).-"Hace más de un año y medio que sólo la veo vestida. Viene a visitarme al penal todas las semanas. No saben lo linda que es. Me banca siempre. Ahora más que nunca. Me ama como el primer día. Y yo también, quizás todavía un poco más que entonces. En el servicio penitenciario federal sólo me dejan besarla, acariciarla, no mucho más. No puedo cruzar la línea de lo "moralmente correcto". No me lo permiten. Tener sexo con ella, se vuelve -muy a mi pesar- un deseo de imposible cumplimiento". Así comienza el texto de Postay, basado en un historia real. El escrito da cuenta de una prohibición tan absurda como legal, qué impide a los presos/as "locos" la posibilidad de acceder a visitas íntimas. El autor, abogado, también redactó un proyecto de decreto que tendría que promulgar la presidenta CFK para cambiar esta aberración humana que tiene rango jurídico en nuestro país. Más abajo, tras el relato, el proyecto de decreto "del amor, el sexo y la locura".
"Hace más de un año y medio que sólo la veo vestida. Viene a visitarme al penal todas las semanas. No saben lo linda que es. Me banca siempre. Ahora más que nunca. Me ama como el primer día. Y yo también, quizás todavía un poco más que entonces. En el servicio penitenciario federal sólo me dejan besarla, acariciarla, no mucho más. No puedo cruzar la línea de lo "moralmente correcto".
No me lo permiten. Tener sexo con ella, se vuelve -muy a mi pesar- un deseo de imposible cumplimiento".
Cuando estoy con ella en horario de visitas, tentaciones cuasi-pornográficas me abordan por completo. Tiemblo. Transpiro. No logro fijar mi atención, ni en la comida, ni en los regalos, ni siquiera en las novedades del "afuera". Todo es nada. La veo apenas a cinco centímetros de mi cuerpo y casi que ni respondo de mi...
A todo esto los guardias me miran inquisidores, como si su objetivo último fuera el control definitivo de cada uno de mis movimientos. ¿Intuirán que me muero por tenerla a solas y en un cuarto cerrado, al menos un par de horas? ¿Sabrán que sueño con sus pechos, con la humedad de su sexo, con sus gemidos? ¿Sabrán que me desvelo pensando en su último orgasmo conmigo? ¿O qué cada vez que me masturbo, en silencio y por las noches, pienso en ella y el perfume delicado de su ropa interior? Probablemente sí, pero sospecho que poco les importa.
Una tarde, al finalizar una actividad programada con la gente de Caritas, se me ocurrió preguntarle a uno de los guardias el porqué de semejante decisión. Si toda la población carcelaria goza del derecho a "visitas sexuales", qué hice yo -y el resto de mis compañeros- para no poder satisfacer algo tan elemental como mis impulsos eróticos.
Su respuesta me llenó de ira. Me miró con sorna, de los pies a la cabeza, hizo una pausa, respiró con cierta dificultad y con voz chillona y petulante dijo: "Vos estás loco querido, y los locos no cogen. Acá la normativa es clarísima. Vos no sos un preso común. Vos sos un loquito peligroso y hay ciertas cosas que no vas a poder hacer jamás. ¿Te quedó claro? Ahora seguí con lo que estabas haciendo, y no me jodas más con tus preguntas de pajero."
Por un minuto pensé en asesinarlo. Aún no sé cómo hice para contenerme. Quizás saber que mañana ella iba a visitarme, pudo más que cualquier provocación uniformada. Además de qué sirve matar a este microbio, cuando todo el sistema parece estar en mi contra. Puta madre que los parió. A veces no entiendo ni siquiera para qué escribo cosas como estas.
Ricardo, el preso con más experiencia de todo el pabellón me sacó todas las dudas apenas unos minutos después. Leer con atención el artículo 68 del Anexo I del Decreto N° 1136/97, reglamentario de la ley de ejecución penal, N° 24.660 fue para mí una puñalada".
"Mi libertad, mi condena... mi espina siniestra, el sinsabor del mañana conocido... un reloj sacudiendo mis impulsos y un tocadiscos recitando mis miserias una y otra vez...Sobredosis incoherente de mis musas... torbellino sosegando mis almohadas... migaja sumisa de un pan para pocos... arteria simulada sin sangre y sin oxígeno.
A vos corazón que latís a medias, a vos que sabés que todo pasa...
Me aparto un segundo para hablar con el tiempo; nuevamente mil peleas entre dos hombres sin cuerpo..., fracasados sin revancha... aturdidos por el cielo imprevisible de los ceros...
¿Cuál es la razón de tu designio "maldito gigante de piedra y acero"? ¿Cuál es tu antesala, tu argumento "subsuelo pantanoso que hoy me aturde"?
Suspirá... mirame fijo... concentrate... falta menos..."
Maximiliano Postay
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