Dicen que Alberto Apablaza estaba muerto en un lugar del río Epuyén, a unos 200 metros de su casa. Hace más de un mes había desaparecido y se lo buscaba en la región. Dicen que lo llevaron a Esquel. Autopsia de por medio, se llegará a alguna explicación de cómo fue su muerte. Tal vez sabremos la versión científica de cómo un hombre joven, cordillerano, ducho en andar las noches y los días de su lugar – en el que vivió toda su vida - se pierde, deja su casa en forma extraña, se extravía durante un mes, cae al río y es encontrado entre el ramaje. Muerto sin explicación posible. Sin explicación para los que somos de acá. Los que sabemos cómo se mueve un paisano en su medio. Los que irremediablemente debemos plantear nuestras dudas y desconfianzas. Nuestras sospechas.
Nadie aquí le tiene miedo al río Epuyén. Pero crece el temor a ciertos señores que desde hace un tiempo pasean por aquí sus 4 por 4 o sus último modelo polarizados (por no decir enmascarados). Desde hace un tiempo, precisamente desde la desaparición de Beto Apablaza, pululan en El Pedregoso.
Un policía de la comisaría de Epuyén que a los pocos días de la desaparición hace preguntas extrañas sobre la visita a la zona del "comprador" de las tierras del padre de Beto: Luís Alberto "el Chino" Benites. La presencia en la zona de la camioneta del "comprador" de la mitad del campo de los Apablaza. Campo que por otra parte le vendió su concubina, Adria Nahuelcheo, nombrada en su momento apoderada por el padre de Beto, don Alfredo Apablaza. Adria, la apoderada, es hija de la esposa de don Alfredo, hermanastra de Beto.
Más de 52 hectáreas a un precio vil; la dirección del comprador y de la apoderada de los bienes vendidos en el mismo lugar: Barrio 159 viviendas, casa 124, de Puerto Madryn; la revocación del poder que realizó don Alfredo Apablaza; hombre mayor, analfabeto, discapacitado al momento de la trampa (falleció en diciembre de 2007); las denuncias de Beto nunca recibidas en la comisaría de su pueblo; todo eso y más configura un caso de dudosa comprensión. Por no decir directamente de características "poco claras". Hay la versión de que Benites le habría vendido a su vez la tierra a un empresario de la costa chubutense de importancia en los medios de comunicación de la provincia. De los medios del poder, claro.
Este dato no deja lugar a otra sensación que la de estar ante otro caso turbio en la Comarca. ¿Otra vez la mafia chubutense movió sus hilos?
Dicen que el Beto estaba enredado entre unas ramas, sumergido en las claras aguas del Epuyén, ese río al que nadie teme. Dicen que la autopsia dará algo de luz sobre su deceso. Por ahora, esperamos.
Pero nada. Ni una autopsia ni nada nos dará la verdad. La verdad es – debería ser – el Beto con vida. Con vida ese paisano alegre con el cual uno podía, en algún momento del verano, en cualquier lugar de la Comarca, beber despreocupadamente una cerveza.
Nelson Ávalos