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miércoles, 26 de febrero de 2020

EDITORIAL: EL CARNAVAL SOMOS TODES

Las fiestas populares han sido y son siempre objeto de apropiación por parte del poder hegemónico. Desde el inicio de los tiempos, el poder hegemónico persigue la capacidad popular de organizarse, de estructurar su identidad, de marcar su propia agenda. El "carnaval" no zafó de esta sistemática apropiación. Se dice que carnaval viene de la fiesta romana a los saturnales, o de Grecia, con sus honores al dios Dionisio. Se decía que eran fiestas para deshacerse de las malas energías del invierno ( que en Europa, para febrero, acaba de pasar) y permitir al dios Saturno volver a su Inframundo. Rito importante para poder permitir el surgimiento de la primavera y la venida de las cosechas.
Más tarde el cristianismo lo tomó, y por la época en que caía el festejo, intentó darle un nuevo y totalmente diferente sentido a lo que ocurría.
Previo a la Cuaresma, habilitaba tres días de fiesta en que se permitía un desatar controlado del pueblo, que luego sería sometido hasta el domingo de resurrección, un período de abstinencia y ayuno. Quisieron darle sentido a los disfraces que antes ya existían con sentidos diversos y de honor a dioses anteriores a la creación del cristianismo, dioses ligados a las fuerzas de la naturaleza, un sentido religioso, inoculando un sentido de culpa por hacer lo que se tenía ganas. Se inventó que esto de los disfraces era para ocultar la identidad de quienes cometían estas acciones no santas.
Y aunque a América estás fiesta llegaron de la mano del cristianismo, aquí, la fiesta retomó en buena parte su carácter popular. En Argentina, fue la única fiesta prohibida durante la dictadura.
Porque lo que la iglesia concedió permitir, con tal de luego encaminar la Cuaresma, a la dictadura  le resultó subversivo. Sin embargo, se siguió festejando. De diferentes formas, y en la comarca, murgas como La Guacha salieron a decir contra el poder hegemónico, y obras como "El ajedrez de la vida" marcaron a variaxs.
La ley se impuso y como siempre benefició al poder, pero con el arte, el pueblo siguió diciendo, siguió golpeando al poder.
Hoy, ya ni el nombre impuesto por la iglesia significa algo para el pueblo. El carnaval es de todes. Es salir a decir, salir a mostrar el descontento con alegría. Esta fiesta descontextualizada que nos viene del otro hemisferio, la queremos, porque viene del pueblo. Viene de les oprimides.
Es la cuota mínima de alegría necesaria para seguir vives, actives, sintiendo, desanesteciándonos.