(Indymedia).-Se cumplieron 50 años de las jornadas de lucha popular encabezadas por
el movimiento sindical y protagonizadas por el pueblo rosarino en su
conjunto. La conmemoración, se unió a los 43 años de la Noche de los
Lápices, cuando se secuestró, torturó y desapareció a estudiantes
secundarios. Una masiva marcha unitaria recorrió Rosario levantando la
memoria y la lucha en unidad.
Rosario, escenario de batalla
Al Segundo Rosariazo, silenciado por los relatos oficiales, se lo
llama ‘el hecho maldito’ de la historia local. En el protagonismo obrero
y popular, la defensa de un programa de avanzada y la herramienta de la
huelga como disparador de la movilización masiva, hay parte de las
claves del ocultamiento de lo acontecido durante el 16 y 17 de
septiembre de 1969.
Se calcula que participaron de la pueblada entre 100.00 y 250.000
personas. El clima venía caldeado. La sucesión de ‘Azos’ hirió de muerte
a la dictadura de Juan Carlos Onganía. A nivel mundial el capitalismo
en crisis veía consolidarse otros proyectos sociales y políticos y
reventar sus contradicciones en grandes expresiones de lucha.
Así como el Rosariazo de mayo tuvo un indiscutido protagonismo
estudiantil, repudiando la represión y muerte de un joven correntino, en
el Rosariazo de septiembre la chispa radicó en acciones sindicales. El 8
de septiembre de 1969 “el cuerpo de delegados de la Seccional Rosario
del Ferrocarril Mitre y la Comisión Coordinadora de la Unión Ferroviaria
comunicaban que “se iniciaba una huelga de brazos caídos en los lugares
de trabajo”, tras la suspensión del delegado administrativo Mario
J.Horat por su negativa de notificarse de su suspensión por la adhesión a
varios paros nacionales”, cuenta el historiador Leónidas Ceruti.
“Pararon ese día los 1500 trabajadores de los Talleres de Rosario y
los 2500 de Pérez, de Villa Diego, personal administrativo y del Galpón
de Alistamiento de Máquinas Diésel. Por la noche en una masiva asamblea
se votó continuar la huelga, esta vez por 72 horas, con la adhesión de
La Fraternidad. La medida se extendió a las Seccionales de Arroyo Seco,
Empalme, Villa Constitución, San Nicolás, Cañada de Gómez y Casilda. La
empresa anunció suspensiones masivas, los delegados ferroviarios
contestaron declarando la huelga por tiempo indeterminado a partir del
día 12. La CGT Rosario se declaró en estado de alerta y convoco a un
plenario”, narra.
Tras su plenario, la CGT Unificada de Rosario lanzó en solidaridad un
paro de 38 horas para el 16 y 17. “La nueva farsa de las paritarias
donde se pretende legalizar un nuevo congelamiento de salarios, las
leyes represivas y la de movilización son pautas elocuentes de que se
nos quiere retrotraer a épocas que muy bien conocemos los trabajadores”,
rezaba la convocatoria. Estudiantes universitarios y los más diversos
partidos políticos se sumaron al paro. La rebelión estaba en marcha.
Unidad
Cuando actualmente desde algunos sectores sindicales, entre ellos la
CTA Autónoma, se insiste en la unidad en la lucha y en las calles, parte
de lo que está en debate es que, si los programas políticos más o menos
consensuados no liberan la energía popular movilizada como masa crítica
para su sostén, difícilmente se puedan concretar.
“La unidad obrero estudiantil fue, sin dudas, la más dinámica que
construyó el movimiento popular y se expresó con fuerza en los
Rosariazos. Se vio en la práctica la potencia de clase en esa unión
entre el mundo del trabajo y del intelectual”, analizó el Secretario
General de la CTAA Rosario, Gustavo Terés.
“Los Azos hirieron de muerte a la dictadura de Onganía. Un sector muy
importante del movimiento obrero y del sindicalismo debatió y asumió un
programa de liberación nacional y social, ligado a qué tipo de cambio
estructural necesitaba nuestro país. Con un profundo planteo
antidictatorial, antisistema. En esa etapa se fue gestando un
sindicalismo de base, que venía de la resistencia, la etapa de la CGT de
los Argentinos, de programas como los de La Falda y Huerta Grande. Y es
fundamental destacar que el protagonismo, la dinámica, la marcaron los
cuerpos de delegados y las comisiones internas, con la noción que el
poder se construía desde el lugar de trabajo: esa era la trinchera
principal”, dijo Terés.
Guerra de clases
El Rosariazo fue una pueblada que arrancó con una huelga. Pero fue la
ola de mareas anteriores que alimentaron su fuerza. A su calor se
formaron grandes dirigentes que protagonizaron esas jornadas, como el
referente estatal, dirigente de la CGTA, fundador y dirigente de la CTA,
Héctor Quagliaro, y el abogado laboralista y militante Horacio Zamboni.
“En ese tiempo, no sé si la palabra correcta es esa, pero inauguramos
un nuevo mecanismo de protesta, que ya no era el paro, como se decía,
‘dominguero’. Sino que convocábamos a la ciudad, o dividíamos a la
ciudad en zonas y convocábamos desde las diez de la mañana a encontrarse
en determinado lugar a todos los sectores, organizando en cada zona,
para confluir en el Centro. Eso produjo una represión, y bueno, se lanzó
allí el paro de septiembre, que fue el segundo Rosariazo, que tuvo
también una connotación social muy importante”, recordaba Quagliaro en
una entrevista sobre aquella gesta.
“Nos encontramos frente a una ciudad que estaba literalmente de paro,
era una imagen de una guerra, las columnas de humo, lugares
incendiados, barricadas por avenidas y calles. Y en todos lados, un
sentimiento muy claro, que se percibía en el ambiente, que era que se
había conquistado la libertad, eso era lo primero que se percibió y se
notaba. Las gentes en las barricadas gozaban la libertad y defendían la
libertad frente a los avances de unidades móviles”, contaba Zamboni
según consta en el libro que recoge sus discursos, pensamientos y
escritos.
La pluralidad política ideológica es un rasgo distintivo de aquel
1969. Y señalaba el abogado laboralista: “la diferencia entre el primero
y segundo Rosariazo fue el papel, el protagonismo que tiene la clase
obrera organizada sindicalmente, que en septiembre sale con una huelga
con columnas importantes de algunos sindicatos, con acciones muy claras
de tipo logístico – militar, que arrastran al resto de la sociedad, y a
diferencia del Rosariazo de mayo, donde el papel protagónico fue del
movimiento estudiantil, con una importante colaboración de sectores
obreros identificados individualmente y no organizados sindicalmente”.
El Rosariazo que vino para cerrar el invierno, tuvo además el
componente del combate callejero que tácticamente abandonó el centro de
la ciudad y se recluyó en los barrios, donde la disputa del espacio se
dio junto al vecino, al amigo, dotando a la rebelión de un carácter
claramente popular.
Sigue diciendo
Siempre, ante los aniversarios ‘redondos’, se piensa en establecer
enseñanzas o aprendizajes colectivos. Las preguntas ‘¿sigue diciéndonos
algo el Rosariazo de septiembre? ¿Qué? ¿Es posible retomar algo para la
coyuntura?’, reaparecen como un zumbido que conmueve a unos, e incomoda a
otros.
La apertura de un ciclo neoliberal y una nueva etapa profundamente
regresiva en materia de derechos en nuestro país, encontró a parte de
las direcciones sindicales detrás del nivel de movilización popular. A
la vez, el advenimiento de años iguales o más complejos de los que
vivimos, reflota ideas de pacto social y pacificación vía
desmovilización y desocupación de las calles, que merecen ser debatidas.
“Hechos como estos nos ayudan a pensar la etapa. Hoy, como ayer, hay
una tarea de los sectores populares que es confrontar con la política
del Fondo Monetario Internacional. El pago de la deuda externa es un
objetivo táctico, pero el objetivo estratégico del FMI, es imponer las
políticas de ajuste a partir del endeudamiento. Así, se busca implantar
reformas como la laboral, la previsional y profundizar las políticas de
desregulación que le den más movilidad a los capitales, condenando a
millones al hambre”, aseguró Teres.
“A lo largo de la historia hubo un sindicalismo amarillo y otro de
lucha; uno burocrático y otro antiburocrático; el que usufructuó los
pasillos del poder en beneficio propio y el que se apoyó en la
movilización social; el colaboracionista y el que luchaba. Hoy esa
dicotomía está más presente que nunca. Nosotros y nosotras estamos del
lado de defender los derechos del pueblo y no del posibilismo”, expresó
el Secretario General de la CTA Autónoma.
Se abrirán en el país momentos de profundas disputas de clases,
cubiertas por el intento de construir un manto de “consenso y diálogo
social”. La realidad muestra que la única manera que tienen los sectores
populares para no seguir perdiendo –porque, como ocurrió en el 2002, la
enorme transferencia de ingresos a los sectores de poder ya se hizo-,
es ejercitando el músculo de la lucha colectiva. Ése que tanto se
hubiera necesitado para frenar desde el inicio del macrismo las medidas
regresivas-ofensivas de la bien llamada “CEOcracia”.
Es tiempo de ataques a los derechos colectivos a nivel global. De
crisis de un sistema social, económico y político cuya base es la
deshumanización que ya, con su dinámica productiva, pone en jaque la
continuidad misma de la especie humana. La historia ha demostrado que la
quietud en contextos como este decanta en la victoria del adversario de
clase. En 1969 Onganía se proyectaba veinte años en el poder. La
movilización consciente, con un programa unitario, fue la llave para
terminar con un régimen, que fue y es mucho más que un gobierno. La
disputa sigue radicando en la manera de entender y construir las
herramientas colectivas en la perspectiva de posibilitar la felicidad
activa y consciente de las mayorías. Por eso, los Rosariazos nos siguen
diciendo. Y arden en la memoria, gritando que sólo el pueblo salvará al
pueblo.
*Nota y fotos (excepto las de archivo): Sofía Alberti, Secretaria de Comunicación CTAA Rosario
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