Algunos datos:
Del total de la población relevada por la EPH en el 3er trimestre de 2016, más de la mitad (52,3%) eran mujeres, esto es un 0,8% más que en igual período de 2015. Al mismo tiempo que aumentó la población femenina relevada, también se percibe un incremento en la tasa de actividad de las mujeres, pasando del 46,8% al 47,2%. Por su parte, la tasa masculina disminuyó mínimamente, un 0,3%. Esto significa que existía un 52,8% de mujeres inactivas económicamente, condición que se acercaba al 60% (58,4%) en zonas como el Noreste argentino (NEA).
A pesar del aumento de la población femenina en relación con la masculina, su participación en el Empleo ha disminuido respecto a 2015. Mientras que a fines de dicho año el 43,6% de las mujeres encuestadas decía estar empleada, en el 3° trimestre de 2016 ese porcentaje disminuyó al 42,9%. En el caso de las mujeres hasta 29 años, la tasa de empleo caía hasta el 31,3%, es decir que sólo 1 de cada 3 mujeres menores de 30 años tenía empleo.
En términos de Desocupación, mientras en el 3er trimestre de 2016 la tasa promedio era de 8,5%, para el caso de las mujeres dicho valor aumentaba a 9,2% y al 20,8% para aquellas menores de 30 años. En comparación con 2015, todos los valores han empeorado, ya que en ese momento la tasa de desocupación femenina en general era del 6,9% (2,3% menos que hoy) y, en el caso de las menores de 30 años, era del 14%, es decir, 6,8% menos que en la actualidad.
Mientras en 2015 las mujeres percibían un 25% menos de salario que los hombres por igual tarea desempeñada, en 2016 dicha brecha se amplió hasta un 33%, según indica un relevamiento realizado por la consultora Recursos Humanos Mercer1. Esto representa un deterioro del 8% en la relación salarial del hombre y la mujer, en tan sólo un año.
En el marco de los Convenios Colectivos firmados durante el 2do trimestre de 2016, sólo el 11% incluyó cláusulas referidas a la Equidad de Género. Esto representa un incremento del 4% respecto a igual período de 2015, donde sólo se habían firmado 27 cláusulas.
En las mujeres repercuten con más fuerza la desocupación, los despidos y la flexibilización laboral, ya que uno de los factores que influye en la violencia doméstica es la imposibilidad de muchas mujeres de ser independientes en materia económica. Entonces, la reducción del acceso al trabajo -o la pérdida del trabajo en sí- favorecen el establecimiento de relaciones de dependencia de la mujer hacia el hombre, con todas las limitaciones para ellas que esto significa en términos materiales como simbólicos.