¡Matad a todas las madres palestinas para que dejen de parir “pequeñas
serpientes”!, propone Ayelet Shaked, la diputada israelí, ignorando que las
“soluciones finales” nunca lo han sido y que suelen estallarse en la cara de
sus idearios. Antes de los nazis, en la Rusia de 1880 también se incitó el
pogrom «linchamiento» de las familias judías y el expolio de sus bienes. Los
palestinos, al igual que los judíos, sobrevivieron a esta y a otras rondas de
exterminio, a pesar de esta señora o del rabino Dov Lior, quien ha lanzado una
fatwa legitimando la masacre de los palestinos. Afortunadamente, no representan
la ética de millones de personas a las que afirman representar. Por Lic.
Nazanín Armanian en Publico.es
(ANRED).- El
triple desafío de la mujer palestina
1. Como nativas de
una tierra enfrentada a una agresión imperialista-colonial, ocupada y sometida
a una limpieza étnica sistemática, las
palestinas, incluso en los tiempos de paz, sufren el bloqueo más largo de la
historia, que prohíbe la entrada de los siguientes artículos al
gueto en Gaza:
Lentejas, pasta,
especias, galletas, dulces y chocolate entre otros alimentos, causando la
desnutrición de 4 de cada 5 niños y la mitad de las mujeres; libros, lápices de
colores, papel y ordenadores; balones de fútbol e instrumentos musicales; papel
higiénico, ropa, vasos, cubiertos, vajilla, nevera, lavadora, bombillas de luz,
agujas, sábanas, mantas, zapatos, colchones; cuerdas de pescar , varillas y
criaderos de peces; piezas de repuesto para coches y sillas de ruedas, entre
otros objetos.
Mientras:
Demuelen con bulldozer las viviendas: unas 20.000 desde el año 2000. Aplastaron bajo sus máquinas, en el 2003, a Rachel Corrie de 23 años, activista estadounidense del Movimiento Internacional de Solidaridad (ISM) cuando impedía la destrucción de una casa palestina.
Demuelen con bulldozer las viviendas: unas 20.000 desde el año 2000. Aplastaron bajo sus máquinas, en el 2003, a Rachel Corrie de 23 años, activista estadounidense del Movimiento Internacional de Solidaridad (ISM) cuando impedía la destrucción de una casa palestina.
Cometen “Ecocidia”: han arrancado de cuajo 1,4 millones de
árboles frutales, entre 2000 y 2006. Han matado y golpeado a decenas de mujeres
y hombres campesinos.
Les cortan la electricidad y el
agua durante horas o días, y a través de decenas de puestos de control, les impiden la libre circulación,
dificultándoles acudir a sus trabajos, centros académicos e incluso a
hospitales. Según Amnistía Internacional (AI), a Rula Ashtiya,
embarazada que de madrugada iba a un ambulatorio para dar a luz acompañada de
su marido, le impidieron el paso, siendo obligada a tirarse al suelo y parir
delante de ellos mismos. El bebé murió minutos después y sólo entonces le
dejaron ir a pie al hospital en Nablus, con su hijo muerto en los brazos. En el
caso de Maysoon Saleh Nayef, a punto de dar a luz, su coche fue parado por
estos controles y nada más arrancar fue tiroteado por los soldados. Mataron a
su marido y a ella la hirieron en un hombro. En estado de shock, la sacaron del
coche, le obligaron a quitarse la ropa ¡para cachearla!, y luego la dejaron
desnuda tirada en el suelo, negándole además algo para cubrirse. Después,
llamaron a una ambulancia —¿para mostrar que no eran tan inhumanos, quizás?—, y
ella dio a luz a Fida, su niña huérfana. Maysoon, para colmo, no podía regresar
a la casa conyugal, ya que sus suegros le hacían responsable de la muerte de su
hijo (más casos en los informes de AI y el articulo “y los gemelos murieron”
—And The Twins Died— del periodista israelí Gideon Levy).
Un conjunto
de situaciones de terror y malas condiciones de vida que hicieron disparar los
abortos involuntarios en Cisjordania en un 58% en 2012.
Con tales
restricciones sobre el libre movimiento y la escasez de medios en los
hospitales sería un disparate hablar de pruebas de prevención de enfermedades
como el cáncer. Jahr de Jan Yunis, de 38 años y madre de cuatro hijos,
consiguió viajar a Egipto para el tratamiento del cáncer de mama, pero no le
dejaron regresar a Gaza, a su casa, mientras entre el 70% y 75% de sus hermanas
israelíes se curan en su mismo país.
Fabricar palestinos
enfermos, mutilados, incapaces durante las próximas décadas para defender sus
derechos sobre su tierra es una estrategia política. Que quitándole el pan,
agua, luz, libros, y seguridad a toda una nación, se tenga la indecencia de
preguntar “por qué no hay grandes científicos entre los palestinos mientras
decenas de judíos son premios Nobel” es indignante.
2. Como ciudadana discriminada por leyes
teocráticas de los gobiernos de Gaza y de Cisjordania: ella necesita un tutor
varón para realizar muchas gestiones, como si se tratase de una menor o
incapacitada mental; la poligamia y el matrimonio infantil son legales.
La falta de oportunidades laborales y un seguro social les arrebata el derecho
a emanciparse. Ante las exigencias de las feministas, el Gobierno recién
formado de la Unidad Nacional ha incluido a tres mujeres en su gabinete, como
un intento de cambiar las leyes. Israel, que pretende impedir un Estado
palestino a toda costa, canceló los permisos de viaje de los ministros
palestinos entre Cisjordania y Gaza días antes del ataque.
3. Como mujer, por estar sometida a las tradiciones
y una cultura profundamente patriarcal que le reducen en el “honor” de la
familia, negándole su identidad independiente y el derecho a dirigir su vida.
El desempleo masivo de los hombres, que ha destruido el tejido tradicional de
la familia perturbando los roles, ha propiciado el trabajo de la mujer fuera
del hogar, sin que ello haya supuesto su liberación, ya que se han convertido
en mano de obra barata de los colonos judíos que han ocupado sus tierras
agrícolas, y encima su propia comunidad les acusa de traidoras. Según el
movimiento feminista palestino “Assiwar”, unas 40 mujeres murieron en 2013 a mano de sus
familiares varones por este maldito honor. Sin apoyo institucional y con un
cultura de resignación y aguante, algunas renuncian a ejercer los pocos
derechos que tienen a beneficio de los hombres del grupo a cambio de ser
protegidas por ellos, y a otras, las subversivas, se las chantajea,
recomendándoles posponer sus reivindicaciones feministas para después de ganar
la batalla nacional, si no quieren ser acusadas de antipatrióticas.
Y TRES
DESAFÍOS DE LA MUJER ISRAELÍ
1. “No en mi
nombre” ha sido una de las consignas de cientos de mujeres y hombres judíos que
han protestado contra los crímenes cometidos por su Gobierno en los territorios
ocupados. Aunque desde
1948 el Movimiento de Mujeres Democráticas, fundado por militantes árabes y
judías del Partido Comunista de Israel, y otras organizaciones progresistas
habían trabajado en circunstancias muy difíciles por la igualdad de la mujer,
las minorías étnicas, la separación entre religión y Estado y una paz justa
entre ambos pueblos, las
feministas judías empiezan a conocer el sufrimiento palestino tras la primera
Intifada en 1987, que es cuando además asumen el arriesgado papel de ser la
transmisora de esta realidad a la sociedad israelí sometida, según ellas, a un
sofisticado lavado de cerebro. El proyecto “Enlace Jerusalén” o
“Mujeres de Negro” han sido parte de esta compleja alianza, que a pesar de la
asimetría en la relación —unas son ricas y pertenecen a la nación ocupante, y
las otras pobres y colonizadas como pueblo—, sigue adelante con sus altibajos.
2. Como ciudadana de un Estado semiteocrático,
que no les considera iguales ante la ley. El Gran Rabinato que
controla la Ley de Familia las discrimina por su género: ella, por ejemplo, no
conseguirá el divorcio si el esposo se niega a dárselo, condenándole así a ser
“agunah” (anclada, encadenada) de forma indefinida, e impidiéndole que se case
de nuevo o tener hijos “legítimos”. Éstos serán registrados como bastardos y
sólo podrán casarse con personas de una lista. Ellas, al contrario de las
musulmanas, no pueden incluir sus condiciones en el contrato matrimonial y
librarse de estas normas prehistóricas.
Las israelíes van
asestando golpes en la estructura patriarcal-religiosa de su sociedad y toman
posición: Dorit Beinisch es presidenta de la Corte Suprema, y el 22% de los
parlamentarios son mujeres (en Ruanda el porcentaje es de 64%, y en Pakistán,
del 20%), y no todas son como Ayelet Shaked.
3. Como mujer
“intocable” y despreciada por los poderosos grupos fundamentalistas. La batalla
de las “Rosa Parks” israelíes contra la segregación en algunas líneas de
autobuses ha dado “medio resultado”: esta ofensa será ilegal, aunque los
conductores pueden pedir a las mujeres que ocupen los asientos traseros.
¡Menuda solución para atajar la mentalidad discriminatoria! Las “Patrullas del
recato” de los extremistas Haredi, aunque no llegan a actuar como los Taliban,
acosan a las mujeres por su vestimenta e incluso por rezar en voz alta.
La mirada
sexual a la mujer que recorre los textos sagrados de las religiones abrahámicas
fortalece la estructura patriarcal de la sociedad . Así, el 76% de las judías y el 79% de las árabes israelíes temen un
asalto sexual. Entre 2003 y 2010 estas agresiones aumentaron de forma
espectacular. El ex presidente del país, Moshe Kasave, está en
prisión por violación. Según la Organización Internacional sionista (WIZO), el
año pasado, unas 200.000 mujeres fueron víctimas de la violencia de género y
600.000 niños fueron testigos de las agresiones. Y eso que tan sólo se denuncia
el 20% de los casos. A diferencia de las palestinas, ellas y sus hijos disponen
de numerosos centros de atención y casas de acogida.
Un movimiento
feminista de izquierda palestino-israelí es clave para la consecución de la
paz. Las mujeres tienen derecho a estar en la mesa de negociaciones para
conseguir una solución que no sea militar, sino progresista y justa.