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miércoles, 20 de noviembre de 2013

MARCHAR SIEMPRE, Y AVECES SENTIRSE UN POCO SOLOS

COMUNICADO:

Cuando uno se va dando cuenta que nos están matando los hijos tomamos conciencia de que esta urgencia nos desborda porque precisamente la muerte ejercida por la propia mano del hombre “poderoso” nos va arrancando la vida poco a poco, uno a uno.
Y ni vale la pena contar almanaques y recordar fechas, y a esta altura quizás tampoco valga la pena contar las páginas de esos expedientes que muchas veces, casi siempre… terminan convirtiéndose en la lapida de la justicia legitima.
El caso de Coco Garrido se va convirtiendo en uno más de estos casos donde la cuestión leguleya y sus invisibles cordones y trampas van enredando los pies de la justicia legitima que siempre deseamos que avance, ya no que llegue. A esta altura ya muchos sabemos que el juez Losada, ese mismo que en otras épocas despertaba esperanzas y admiración por su postura a favor de lo legitimo, va encaminando la causa hacia una vía muerta, una vía donde tal vez lo que decida el juez no sea más que un “apercibimiento” a los policías que no “le quitaron” el cinturón a Coco el día que lo detuvieron por una contravención de transito. Todo indicaría, y hasta los más entusiastas defensores de Martin Lozada lo creen así, que las últimas decisiones tomadas por este juez lo van enterrando bien profundo en las tinieblas de la corporación judicial que nunca va en contra de la policía asesina.
Pero es necesario desdoblar esta situación y verla por distintos lados, desde el lado de la cuestión judicial, y desde el lado de nuestra propia participación en la lucha que busca real y legitima justicia.
Del lado de la cuestión judicial el largo camino de la injusticia con Coco comienza con el abuso de autoridad de la policía de Rio Negro (ya no como sujetos sueltos dentro de ella, sino como acción institucional, como moneda corriente de su accionar delictivo policial) donde se detiene de forma incorrecta a quien había quebrantado la ley de transito, continua con los apremios ilegales dentro de la comisaria que habrían desencadenado la muerte de Coco, y una vez simulado el supuesto suicidio, da participación a un sistema legal y jurídico que rompe con toda norma ética y de ahí en más el forense, el juez, el fiscal van acumulando una cantidad alarmante de irregularidades que buscan ocultar la verdadera causa de la muerte de Coco. De todas las irregularidades cometidas por el aparato judicial la más grave es la destrucción y eliminación de las pruebas físicas en las que se apoyaron para determinar el suicidio, las partes del cuerpo de Coco que se deberían haber preservado post autopsia fueron destruidas, y así se intento garantizar la impunidad. Y casi lo lograron ya que la causa había sido archivada, alegando un supuesto suicidio, pero lo que no preveía la corporación judicial y policial era que una insistente y nutrida participación de distintos grupos de movilización y lucha por los derechos humanos y contra la impunidad no se iban a quedar quietos y empezaron a transitar las veredas de la lucha junto a los familiares de Coco, y de ahí en más vino la reapertura de la causa, la ampliación de pruebas, nuevos peritajes, etc etc que comenzaron a echar luz sobre lo sucedido en la oscuridad de la corporación policial rionegrina.
Y a partir de esa participación militante y de movilización que logra reabrir la causa debemos comenzar a ver desde el otro lado: desde la vereda de la movilización.
Pero en esa vereda no todas son rosas y avances. Muchas veces nos hemos hecho eco de la sensación que tuvieron los familiares de Coco y los militantes por los derechos humanos quienes sentían cierta “soledad” en la lucha que se estaba intentando dar en busca de justicia legitima; muchas veces en todos estos calendarios que van pasando y marcan distintos aniversarios de la injusticia para Coco, pudimos ver que muchas de las marchas de reclamo no contaban con la participación popular necesaria para seguir avanzando en la exigencia de justicia. Varias veces vimos con tristeza que a las marchas mensuales iban los padres y familiares de Coco, los militantes de DDHH y algunos otros vecinos que nunca dejaron de ir a poner el brazo, la voz, el cuerpo y el alma.
Muchas veces me pregunte porque tantas veces fueron no más de 15 o 20 si lo que está en juego es poner un parate a quienes están matando nuestros hijos con la cobertura jurídica institucional adecuada.
Muchas veces me pregunte porque, si para otros temas importantes hay participación masiva y numerosa, para este que no es menos importante (quizás primordial porque hablamos de la vida de nuestros hijos aplastada por la impunidad estatal) la participación es limitada y a veces ha sido hasta demasiado escasa.
Sera que pesan más las aparentes “diferencias de método”? o ciertas incompatibilidades ideológicas?, será que estas cuestiones pesan más que el reclamo justo y legitimo ante la impunidad con la que se mueve un sistema que no solo nos arrebata la tierra, los derechos, la democracia y el agua sino que además nos arrebata la vida de nuestros hijos y compañeros?. Si fuera asi nos debemos un debate profundo sobre la sociedad que pretendemos construir a futuro, ya que aquí de lo que se habla es de la vida, o de perderla en el callejón oscuro del aparato represivo estatal, que no es poco.
Quizás debamos hacer vibrar cada día nuestras fibras más intimas y hacer el ejercicio simple de pensar que desearía cada uno de nosotros si nos tocara pasar por el dolor de haber perdido injustamente a manos de la institución policial algún hijo, algún hermano, algún amigo?, que esperaríamos entonces que hagan nuestros vecinos, nuestros amigos?
Y una vez hecho este ejercicio anímico, como nos ubicaría respecto de nuestra participación?, nos seguiríamos conformando con poco?.
Tenemos, debemos obligadamente, ser cada vez más, porque es la única forma que nos queda de reclamar por lo legitimo, de otra forma le daremos contenido a esa famosa frase “son cuatro gatos locos” que tantas veces nos ha molestado escuchar.
Si en su momento hubiéramos aceptado respetar “las normas” impuestas sistemáticamente por los que ostentan el poder, hoy el ingreso al Lago Escondido sería ilegal, la trata de personas en la comarca andina estaría naturalmente aceptada como otra fuente laboral, FM Alas no existiría mas por decisión del Comfer, ya estarían construyendo las primeras mansiones en la Pampa de Ludden junto al flamante aeropuerto de Joe Lewis, la mina de oro en Esquel ya llevaría algunos años de plena explotación, las laderas del cerro Piltriquitron estarían en manos del mismísimo magnate Joe Lewis, y también existiría un amplio camino hacia Chile generando una irremediable herida agonizante en los bosques de ese lugar, todo esto entre otras cuestiones que se habrían realizado dentro de las “normas” establecidas por el poder y aceptadas a rajatabla dentro de las “buenas costumbres” que se nos pide o exige que muchas veces pongamos en práctica sin chistar.
Cada una de estas barbaridades que nos parecían injusticias (y lo son en verdad!) y que contaban con el aval de la impunidad del estado, apañando intereses corporativos económicos, políticos y hasta judiciales, fueron frenadas porque en la vereda de la participación y movilización fuimos muchos, cada uno desde su lugar, desde su espacio de construcción social y política, desde su voluntad, codo a codo, empujando para el mismo lado, juntos no entreverados, con nuestros distintos métodos, nuestras distintas visiones, nuestros distintos caminos personales, pero todos por la misma vereda de la lucha, la del reclamo justo, la de la dignidad de ser parte de construir colectivamente justicia legitima.
Así como alguna vez nos convocamos, y de alguna forma nos exigimos la participación masiva en pos de esos objetivos, hoy hace falta que hagamos lo mismo, hasta que de una vez por todas se haga justicia por Coco, uno de nuestros hijos.
Leo Grela

Este viernes 22 nos convocamos a las 8 de la mañana en los murales de Otoño y Coco ahí en la Plaza pagano de El Bolsón, nos vamos a Bariloche a exigir justicia legítima y basta de defender intereses corporativos del aparato judicial y del aparato represivo de la policía de Rio Negro.
Hace falta que participe todos y cada uno de nosotros, por Coco, por nuestros hijos y por nuestra dignidad.