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sábado, 30 de marzo de 2013

LA RIOJA: NO A LA MINERÍA


Por Juan Pablo Ruiz

Lomas de Zamora, marzo de 2013 (Revista Sudestada).- Detrás de los grandes negociados, de las complicidades oficiales, del silencio mediático, emerge una historia de resistencia. La de miles de riojanos que decidieron salir a la calle en busca de un mejor futuro para las nuevas generaciones. Desde La Rioja, tres cronistas de Sudestada recorren el costado humano de una lucha que avanza contra la adversidad.*


Nubes de polvo en la montaña
Hace ya más de dos horas que el micro partió de Chilecito. A marcha lenta ha ascendido la Cuesta de Miranda, un espectacular camino de cornisa que se interna en un profundo valle rojizo. Va repleto: pobladores que regresan a Villa Unión o a Vinchina, gente que va a visitar parientes, turistas con cámaras en la mano; mochilas y bolsas desafiando las leyes físicas de la masa entre los pasajeros que viajan parados. Enero recién comienza, no hay aire acondicionado y la tarde riojana refulge en todo su esplendor.
Al menos corre aire y, pensándolo bien, este calor se soporta mejor que el de Buenos Aires, reflexiona un mochilero. Algo anestesiado, pierde su vista al sur en el camino de ripio, la ruta provincial 18, por la que se llega a Pagancillo. Sin embargo algo en el horizonte le llama la atención: sobre un cerro lejano una mancha gris que parece ser una columna de humo se mantiene constantemente alimentada. Ganado por la curiosidad se atreve a preguntarle al chofer qué es eso.
-Es la mina de Gualcamayo. Es un “regalito” que le hizo nuestro querido gobernador a San Juan –informa sin ocultar la ironía.
-Está en la frontera con San Juan, y Beder les autorizó la explotación –agrega, ávido de informar, de denunciar, el copiloto.
-Día y noche están. No paran nunca.

El cronista aprovecha la ocasión para iniciar la charla con los pasajeros más próximos. Les pregunta sobre el tema y ellos le dicen que son de Guandacol, un pueblo agrícola perteneciente a la provincia de La Rioja, que se ubica a tan sólo unos 15 kilómetros de distancia de esa mina a cielo abierto. La familia se dedica al cultivo de duraznos, uvas, higos, nueces. Otras familias tienen olivos. Pero desde que el emprendimiento Gualcamayo empezó a operar la producción es cada vez más difícil. Las plantas dan menos frutos. Una capa de polvo de roca cubre los cultivos en las fincas.
Cuenta Valentín, hombre cercano a los 70 años, curtido por el trabajo rural y el clima cuyano, que un médico del hospital del pueblo asegura que han aumentado los casos de cáncer. “Sea como sea –dice-, la gente se enferma más que antes.”
La montaña es volada sin descanso, pulverizada, mezclada con cantidades enormes de agua y con cianuro, para que los capitalistas mineros obtengan valiosos metales, entre ellos el oro. El polvo de roca a veces llega al Parque Nacional Talampaya, a casi cien kilómetros de distancia.
-Nos están matando –habla con rabia su hijo. Y piensa, quizás, en sus propios hijos.

Chilecito 
La segunda sucursal del Banco Nación del país fue abierta en la ciudad de Chilecito, en 1892, según explican los guías del Museo del Cable Carril. El objetivo principal era proveer de dinero y recursos financieros a una empresa minera británica para erigir el cable carril más extenso del mundo en la época (34 kilómetros entre Chilecito y la estación La Mejicana, en el cerro Famatina). Los créditos para semejante obra de ingeniería, que causa admiración aún hoy a pesar de estar abandonada, fueron “generosamente” facilitados por el estado argentino. Pero jamás fueron devueltos. La gestión para hacer posible el desembarco de los “inversores” extranjeros fue realizada por Joaquín Víctor González, hombre de las filas liberales de la Generación del 80.
Que la minería es un trabajo muy riesgoso no es novedad para nadie. Mucha gente ha muerto en esta mina sobre el Famatina, directamente –por accidentes, por temporales, por la altura, etc.- o indirectamente por enfermedades crónicas derivadas de la crudeza de las condiciones laborales. Lo que quizás no es tan claro para algunos es que los años de auge de la mina no redundaron en beneficios tangibles para la población local. “Mi abuelo y mi viejo trabajaron en la mina. Salieron tan pobres como entraron”, comenta Tuchi, uno de los integrantes de la radio comunitaria FM El Hormiguero. “Nombrame alguien que haya estado en la mina y que se haya parado económicamente –desafía-. No vas a encontrar a ninguno.” La experiencia histórica en Chilecito rebate uno de los argumentos recurrentes de las empresas megamineras actuales: el de la promesa de prosperidad.
Hacia el oeste de la ciudad, la segunda en importancia de La Rioja, se eleva la figura imponente del cerro Famatina, de más de 6000 metros de altura, y es inevitable pensar que en otras cosmovisiones –como la de la cultura diaguita, por ejemplo- esa mole de roca adquiere un cariz sagrado. Con el actual predominio de la visión del mundo occidental aquello parece por ahora lejano, pero los cambios de conciencia que se experimentan a nivel continental se abren paso poco a poco también en Chilecito y toda la provincia, y entonces vivimos una especie de retorno de la sacralidad que para los pueblos originarios tenían los elementos y seres de la naturaleza. Con el “Fama” está sucediendo eso. Para miles y miles de riojanos está dejando de ser simplemente “un cerro”, una cantera de la cual extraer minerales al antojo de los hombres, un “recurso natural” al que está permitido depredar en pos de la irracionalidad capitalista que dictamina que hay que obtener ganancias y más ganancias a cualquier precio.

El Famatina
Unos días atrás se cumplió un año del histórico corte de ruta selectivo en Alto Carrizal, gesta popular que conmovió al país. El pueblo de Famatina, en su inmensa mayoría, se había levantado para frenar las actividades de la empresa minera que pretendía horadar el cerro. Los pueblos de Chilecito y Famatina, organizados en asambleas populares, ya habían logrado en 2007 rechazar un emprendimiento minero de la canadiense Barrick Gold. El actual gobernador de La Rioja, Luis Beder Herrera, que había prometido en su campaña impedir la minería a cielo abierto, una vez ocupado el cargo hizo todo lo contrario.
En el silencio de la siesta, en el centro cultural, jóvenes de la asamblea local se mezclan con técnicos de sonido y de iluminación, y algún que otro músico, ajustando los detalles finales para la fiesta de la noche. Tocarán, entre otros, el legendario grupo de música andina Markama y el cantautor Raly Barrionuevo, que además de folclorista es un militante de causas populares como la lucha contra el latifundio, la agricultura industrial y la minería a cielo abierto. Por eso, a medida que la tarde avance, las calles de Famatina se irán poblando de visitantes que vienen a ver un espectáculo, pero también a festejar la determinación de sus habitantes en defensa de la vida.
Es que el cerro aquí significa agua. Y en una provincia árida eso equivale a vida, sin eslóganes. “El Famatina es la reserva de agua más grande de toda La Rioja –precisa una vecina que, como muchos en el pueblo, jamás hubiese imaginado que se transformaría en una acérrima ambientalista-. Hay algunos, mal informados, que creen que la minera nos afectaría sólo a nosotros. Error. Si tomamos notoriedad nacional es porque nosotros impedimos el paso de los camiones y las máquinas de la empresa Osisko, nada más que por eso. Pero la realidad es que si tocan el Famatina van a estar en peligro prácticamente todos los pueblos de La Rioja.”
En las estanterías de su almacén, entre paquetes de yerba y galletitas, cuelgan remeras con la frase que trascendió la provincia: “El Famatina no se toca”. Sobre el mostrador ahora despliega un mapa y señala: “¿Ves? Está justo en el centro de la provincia. Ahí es donde nacen arroyos, ríos y ríos subterráneos para los cuatro puntos cardinales”. Incluso, explica, algunos geólogos creen que parte del agua subterránea del Famatina llega hasta la provincia de Buenos Aires. De contaminarse con cianuro o metales pesados está claro el peligro al que quedarían expuestos millones de argentinos.
“Famatina, como todos en La Rioja, era un pueblo acostumbrado a no protestar. Un pueblo acostumbrado a que las decisiones políticas no se discuten. Lo grandioso –exalta sin ocultar su emoción- es que ahora se está dando cuenta de que se puede decir que no, se puede decir ‘esto es demasiado, respeten nuestra vida’. Eso es lo grandioso de lo que estamos viviendo.”

Laguna Brava
Viaje a la cordillera. En el largo trayecto se remonta el valle del alto río Bermejo, pasando por el pueblo agrícola de Vinchina, en el noroeste riojano; la impresionante quebrada de La Troya, donde capas de rocas del Cretácico afloran como hojaldre; la población de El Jagüé, última en el extremo oeste de la provincia, cuya calle principal se transforma en un río luego de las lluvias. Más adelante, cuando se han superado los 3000 metros sobre el nivel del mar, el escenario mágico de cerros rojizos, verdes y ocres recién toma algún viso de realidad cuando aparecen a la vera del camino grupos de vicuñas y de guanacos. Diego, un porteño que integra la excursión, compara acertadamente ese paisaje con los cuadritos de vidrio y arena coloreada que venden en las ferias artesanales.
La camioneta llega al punto más alto del camino: 4300 metros, y los efectos del apunamiento se empiezan a sentir. El destino aparece adelante como una mancha blanca que reverbera con la luminosidad del sol del mediodía. En esos primeros minutos Laguna Brava parece un charco decepcionante pero a medida que el vehículo sigue avanzando y no se termina de llegar se cae en la cuenta de que la percepción de la distancia está tan distorsionada como la imagen.
Finalmente el motor se detiene y los pies caminan por esa costa surrealista colmada de sales. La mente sabe que este espejo de agua es mucho más grande de lo que se suponía: aún así es imposible calcular sus dimensiones a simple vista. En las manos la sal parece espuma cristalizada, que luego deja una sensación quemante, cáustica, en la piel.
Prosigue el viaje y en otro punto de la laguna, allí donde se forma una pequeña bahía, aparece un numeroso grupo de bellísimos flamencos rosados. Ya en el extremo oeste, vicuñas y guanacos se alimentan de los escasos pastos en ese hábitat rocoso. Laguna Brava hace posible ese milagro de la vida.
Pero contiene mucho litio, por eso los ojos rapaces de las empresas extractivistas han calado en este lugar. La cuestión minera aflora en todo momento, como en los paredones de cada pueblo. El conductor asume que a él la realidad política de su provincia lo desconcierta. Por un lado, dice, la mayoría de los riojanos tiene “su corazoncito peronista” y mira con recelo lo que interpreta como una acción oportunista por parte de algunos partidos políticos opositores; por otro lado, se siente desilusionado por sus representantes. Pero está convencido de que “el agua es cosa seria” y que algo hay que hacer por defenderla.
Dieciocho empresas mineras han sido autorizadas por el gobierno de Beder Herrera a explotar esta zona que debería ser intangible. Esto se traduce en casi 250 mil hectáreas afectadas. Las aguas de origen glaciar de los cerros Bonete Chico (6759 m.) y Piscis (6882 m.) discurren por allí para luego alimentar la cuenca del río Bermejo, que continúa en el Desaguadero hasta desembocar en el río Colorado, en La Pampa.  Por lo menos seis provincias comprometidas. Para hacer posible este estrago, el año pasado el gobierno riojano cambió la denominación “reserva natural” por “reserva de usos múltiples”. La comunidad de Vinchina, último pueblo al oeste con una  importante cantidad de habitantes, siguiendo el ejemplo de Famatina, ya está organizando la resistencia.

¿La única alternativa?
Los políticos de las provincias cordilleranas entregados a los intereses mineros, de norte a sur, repiten hasta el hartazgo, como un coro de tristes marionetas, un poco como promesa y otro poco como justificativo, que la megaminería es la única oportunidad de desarrollo para sus pueblos. Coro que lamentablemente dirige el Gobierno Nacional.
A punto de regresar a San Blas de los Sauces, después de tantos años,  el cronista recuerda que ese valle era una sucesión de pequeñas fincas donde se cultivaba de todo. Recuerda el callejón de tierra que llevaba a la casa de su abuela: duraznos, damascos, uvas, higos, tunas y peras al alcance de la mano. Recuerda abundancia: huertas con maíz, tomates, lechuga, acelga, cebollas, remolacha; corrales con chivas y cabras, chanchos y gallinas. La gente era humilde, sí, pero se autoabastecía sin ayuda del gobierno y si tenía necesidades no pasaba hambre.
Ahora contrasta con pena ese recuerdo con la situación presente: fincas abandonadas, desempleo, juventud ociosa. “La gente es pobre porque es vaga” es un latiguillo clásico de la derecha para justificar la desigualdad social. Aquí fácilmente se puede refutar esa falacia, porque la gente fue muy trabajadora, virtud que la vileza de los políticos, en sólo dos o tres décadas, se encargaron de reemplazar por la degradante dependencia económica y moral que genera el asistencialismo y el clientelismo. Y la realidad social de San Blas de los Sauces se repite en cada rincón del territorio provincial.
En lo inmediato, hay oportunidades de desarrollo agrícola, combinado quizás con el turismo. En La Rioja hoy se producen -además de carnes, frutas y verduras frescas- vinos, conservas y frutos secos. Los pequeños productores sólo necesitan el apoyo y el interés del estado. Necesitan que los créditos y los subsidios no sean únicamente para la agricultura a gran escala -de olivares y pistacho especialmente-. Las culturas precolombinas que habitaron esta región de América se perpetuaron sin mayores inconvenientes basadas en una economía agrícola. Los morteros diaguitas perforados en las rocas son una huella recurrente de esos tiempos en los valles riojanos.
El rumbo que tome la provincia depende en gran medida de su propia gente. La cercana y desgraciada experiencia megaminera en Catamarca, al norte, y en San Juan, al sur, ha servido al menos para poner en alerta al pueblo riojano. De poco sirve la propaganda oficial sobre las supuestas bondades de la minería a cielo abierto cuando los testimonios, muchos provenientes de familiares directos, hablan de ríos y arroyos secos, de diques bajos, de animales muertos, de cosechas magras, de aumento de casos de cáncer y otras enfermedades, de productos agrícolas cuya compra ha empezado a ser suspendida por estar contaminados (como sucede con las cebollas de la localidad sanjuanina de Jáchal). Los riojanos adivinan un futuro de muerte y desolación, porque saben que la “alternativa” minera llevará a que su tierra sea inhabitable. Es lo que ya está sucediendo en pueblos cercanos.
Aquí, en La Rioja, donde Facundo Quiroga, Vicente “Chacho” Peñaloza y Felipe Varela (estigmatizados como “bandidos” por la historia oficial mitrista y porteña) son verdaderos héroes populares, se percibe un despertar de la conciencia, y se propaga. Como si aquellos fantasmas aguerridos insuflaran, acaso, la dignidad del presente.

(Enero de 2013.)

* Notas completas de Ramón Navarro (h) y Víctor Contreras en la revista Sudestada N° 117 de abril de 2013.

Fuentes:
Agencia Walsh
Argentina Indymedia
Asamblea El Algarrobo
Biodiversidad en América Latina y el Caribe
FARCO
La Rioja Contaminada
No a la Mina
Prensa del Pueblo
Red Eco Alternativo
Unión de Asambleas Ciudadanas

Enlaces:
http://www.noalamina.org/mineria-argentina/mineria-la-rioja/guandacol-otra-victima-de-la-megamineria-2

http://www.noalamina.org/mineria-argentina/mineria-la-rioja/mas-de-2-millones-de-hectareas-en-manos-mineras-entre-2003-y-2013

http://www.noalamina.org/mineria-argentina/mineria-la-rioja/primer-ano-en-alto-carrizal

http://www.noalamina.org/mineria-argentina/mineria-la-rioja/48-proyectos-mineros-estan-activos-en-reserva-laguna-brava

http://www.noalamina.org/mineria-argentina/mineria-la-rioja/famatina-la-union-de-un-pueblo

http://prensadelpueblo.blogspot.com.ar/2012/09/la-rioja-progreso-o-locura-minera.html

http://prensadelpueblo.blogspot.com.ar/2012/11/la-rioja-alerta-por-avance-de.html

http://prensaelalgarrobo.blogspot.com.ar/2012/01/el-famatina-y-osisko-la-minera-que.html

http://www.biodiversidadla.org/content/view/full/43319