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lunes, 7 de septiembre de 2009

OPINIÓN: APUNTEMOS AL VERDADERO ENEMIGO

Cipolletti (Federación Juvenil Comunista).- Cuando se produjo el intento golpista contra Evo Morales en Bolivia, el pueblo boliviano salió a la calle para defender a su gobierno, los pueblos latinoamericanos los acompañamos y hubo una respuesta activa de los presidentes de Unasur.
Ante el golpe en Honduras -un nuevo hito de la contraofensiva reaccionaria contra los gobiernos progresistas de la región- además de la heroica resistencia de los hondureños, también se dieron protestas de los pueblos y una rápida reacción de los gobiernos latinoamericanos, aunque con los ardides que esta vez agregó la cancillería norteamericana para frustrar el regreso del presidente Zelaya a su país. Ahora, cuando Colombia acuerda ser plataforma de bases militares yanquis, con el avieso propósito de apoyar esa contraofensiva reaccionaria y asegurar el control territorial y político de la región, los gobiernos de la Unasur aceptaron participar de la reunión propuesta por el gobierno argentino en Bariloche, con la presencia de Uribe, presidente de Colombia. Todo esto a pesar de las seguridades que vino a dar Christopher Mc Mullen, subsecretario de la cancillería norteamericana ante la Cancillería argentina, acerca de que no pensaban instalar bases militares.
En este caso, el debate sobre las bases sumó un evidente muestreo para comprobar las respuestas de los pueblos y gobiernos de la región. En primer lugar, las movilizaciones populares han demostrado ser imprescindibles para encabezar los reclamos antiimperialistas, lo que nos obliga a esclarecer y movilizar mucho más intensamente contra este avance del imperio en la región, junto a amplios sectores del campo popular. En segundo lugar, no todos los gobiernos dijeron lo mismo, aunque con la sola excepción de Uribe todos se pronunciaron contra las bases militares y se logró preservar la Unasur ante los intentos de quebrarla. La Unasur es la instancia que en el proceso que transcurre en nuestra región funciona por primera vez sin la tutoría norteamericana. En tercer lugar, la prensa de nuestro país, de manera casi unánime, hizo el coro al narco presidente Uribe, descalificando a los presidentes Chávez, Morales y Correa por sus duras denuncias sobre la política norteamericana en connivencia con el gobierno colombiano.
Y es aquí donde aparece el nuevo retintín mediático, el ahora proyecto de ley de medios, anunciado hace ya varios meses, ha pasado a ser para el grupo Clarín un instrumento dictatorial y denigrable. Lo mismo le sucede al gobierno de Brasil, que en diciembre discute una nueva ley de medios, y ni que hablar de los presidentes Correa y Chávez que ponen en cuestión a los monopolios informativos. Lo cierto es que se profundiza el debate sobre el mayor acceso de la sociedad a todas las formas de comunicación, para lo que debe enfrentarse la construcción de la realidad que ejercen los monopolios informativos. Ernestina Herrera de Noble declara que resistirá los “aprietes” y en su diario, radios y canales de propiedad de su grupo, llama al proyecto gubernamental “proyecto para controlar los medios”. Es que su práctica es la de convertir en valores universales los de su grupo, sus negocios, su clase y sus aliados políticos. En fin, generar un estado de opinión por encima de un estado de democracia.
Ellos esconden la verdadera esencia de su plataforma política tras su ensañamiento falsamente moralizante y sus “valores”, porque si la revelaran, quedaría en claro que son los responsables de la subordinación al imperialismo, del desempleo, la deuda y el empobrecimiento de la población. Si revelaran su plataforma, mostrarían su verdadera intención, volver al mismo programa retrógrado basado en las privatizaciones, el Estado mínimo, la reducción de gastos sociales. Lo mismo que plantea el grupo patronal agropecuario articulado por la trama multinacional sojera, que lanzó el paro del campo, ya sin el brillo de la experiencia anterior, pero concentrando su esfuerzo en la destrucción del ciclo político en curso.
La influencia de este poder de clase, capitaneado por el partido de la prensa, que hace unos días clamaba por la pobreza de manera doliente y ahora elige otra agenda de demandas, tiene que ver con la capacidad de organización, movilización y unidad del campo popular en su expresión más amplia. Lo que se necesita ante esa influencia es la participación popular y su representación política en un programa de liberación nacional y social. No hay otra.