El Bolsón (ANPP).- ¿Es acaso un exabrupto de un funcionario violento el agredir a un periodista o incendiar una radio?
¿Son simples hechos aislados dentro de la lógica democrática que pueden ser corregidos con disculpas públicas o en su máxima pena la destitución del cargo?
¿Se termina la violencia institucional o estatal y el cercenamiento a los derechos humanos corriendo a los responsables de las instituciones?
Estos son, sin duda, cuestionamientos que no intentamos responder en un editorial pero es importante, al menos, pensar si la “lógica democrática” o “nuestra lógica democrática” regional y provincial puede prescindir de la violencia.
Ya vimos que el modo en que se sustenta el poder político y económico necesita de la pata represora del poder judicial y cuando esta no alcanza tiene a mano las patotas o los grupos parapoliciales que actúan sobre los líderes sociales o sobre cualquier grupo que disienta y frene sus negociados.
Esto no es nuevo y el hecho de aparecer en medios nacionales no lo hace más importante. Todos los grupos que procuramos la defensa de los derechos humanos y trabajamos para construir formas de vida que los contemplen, venimos denunciando desde hace décadas la constante persecución, represión e incluso atentados contra la vida de las personas que se oponen al régimen que ostenta el aparato radical y sus amigos empresarios.
La violencia está enraizada en el clientelismo, en la precarización, en la pauperización de la vida, en la desigualdad, en la falta de acceso a la información, en la falta de acceso a todo.
Es decir, es esta forma de gobierno, la violencia es el capitalismo y su falso sustento democrático que cercena el futuro y nos convierte en televisores.
Para terminar con la violencia estatal es necesario terminar con las estructuras violentas que sustentan a esta forma de estado.
PARA TERMINAR CON LA VIOLENCIA DEL ESTADO ES NECESARIO QUE ESTE SEA DEL PUEBLO, DE LOS TRABAJADORES Y NO DE LOS GRUPOS ECONÓMICOS Y BURGUESÍAS LOCALES.
ARRIBA LOS QUE LUCHAN
Editoriales ANP
