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martes, 1 de diciembre de 2009

CRÓNICA: ¡AL ÁGUILA Y SU COHORTE LA ENFRENTAN MIL PALOMAS!

Por Fernando Fernández Herrero

Sueños de Patria Grande sin duda se vislumbran, la Cruz del Sur alumbra la cima de Los Andes,
un viento vital se expande del Plata hacia el Amazonas, cruje y se desmorona el imperio del norte,
y al águila y su cohorte la enfrentan mil palomas.            Falta y Resto

Ya se callaron los tambores, ya secaron las ropas mojadas por esa persistente llovizna helada que tanto conocemos los de acá, ya hemos recuperado con algunas horas de sueño el cansancio profundo que nos dejó cumplir un sueño, ese sueño de patria grande del que habla la murga.
El viento vital empezó a soplar el sábado a la tarde, un sol tímido nos mentía que iba a estar ahí, en la cita, arrancamos muchos, repartiendo espacios generosos, los autos en caravana, algunas bocinas que desbordaban el formalismo que nos habíamos recomendado, los jóvenes, los tambores, las mochilas, todos componentes mágicos de una foto emocionante, como emocionante fueron los kilómetros recorridos, compartiendo mate y charla, conociendo más al compañero, íbamos al encuentro de la historia, porque de humildes actos de gente común también se escribe la historia, un hecho tan grande y tan pequeño como que 1000 personas, 1000 palomas, se junten bajo el frio mojado, no es menos que un hito en este cúmulo interminable de peleas por lo nuestro que se llama Latinoamérica, hasta que le encontremos un nombre mejor.
A medio camino, a la vuelta de una curva vimos sorprendidos un cartel gigante que colgaba de la montaña, algunos, sobresaltados creyeron que empezaban las amenazas de los “amigos del millonario”, pero no, el cartel, sostenido ahí arriba, con piedras, le recomendaba que se volviera a sus pagos, y anunciaba lo que tantos fuimos asumiendo con el tiempo “si no hay justicia, hay escrache” o lo mismo pero al revés, comprometiéndonos, “si no hay escrache, no hay justicia”. Más tarde supimos conmovidos que el cartel, colgado por la organización HIJOS de Bariloche estaba hecho con sábanas, y que fue instalado exactamente en el Km. 1976, como un tributo, como un compromiso con los que ya no están, con los mejores que nos robaron, como una forma de decirles, desde tan lejos, y después de tanto, acá estamos, tomamos la posta.
Ya en el camping, el sol nos seguía mintiendo, y le íbamos creyendo, Yuyo, tranquilo con su tiempo, y Marta, con el hijo colgado, observaban, generosos, como íbamos invadiendo su espacio, las carpas empezaron a florecer por acá y por allá, y volvieron los tambores, y se alzaron las banderas mapuche, y el sonido de la trutruca cruzaba cada tanto el espacio y nos dejaba ese hormigueo en la espalda que dejan los espíritus de los guerreros caídos cuando vuelven, a ver en que estamos, a pedir cuentas.
A media tarde, con el campamento ya en marcha, volvió la caravana a ponerse en movimiento, después de algunos escarceos con los puntos cardinales llegamos a Las Huaytekas, Mirta y otros hermanos mapuche nos esperaban para darnos una clase de dignidad, de cómo la lucha es larga, de cómo los que llegan de traje se van quedando con todo, de cómo los pinos, invasores de similar carácter que sus plantadores, van usurpando, matando, desplazando a las Huaytekas, de cómo ellos que desde siempre vivieron ahí, en armonía con la tierra, tienen que recorrer un interminable camino legal para demostrar lo que siempre fue, mientras el abogado que llega de la ciudad con un papel, reclama ser el dueño de todo sin siquiera embarrarse los zapatos, y por último, de cómo, cuando los caminos de la justicia, que casi siempre se tuerce para el lado del dinero, se cierran, hay que pasar a la acción, correr el riesgo, poner el cuerpo, para que al final a nuestros hijos les quede algo. Volvimos masticando imágenes, palabras, rumiando cuanto nos falta, incómodos, comprometidos, si otros pelean desde hace tanto, que derecho tenemos a sentir algún desgano.
El sol mentiroso se empezaba a esconder entre los álamos, el viento estaba ahí, sin gritar pero hablando fuerte, el fuego, que une, fue naciendo, otra vez entre tambores, los de más de 40, miraban embelesados como la juventud iba tomando su lugar, entre chistes, mates y canciones se colaban, furtivas, las ideas, los compromisos, el futuro, ¡nuestra juventud! tantos años de intentar dorminarla!, tantos palos al amanecer por ser morocho!, tantos millones gastados en publicidad para que sea solo un sujeto social que consume! tanto esfuerzo inútil de los que quieren comerse al hombre, tan ineficaz empresa, que casi nos daban lástima.
El material audiovisual que compartieron algunas organizaciones, el asado tan esperado, las sombras que iban y venían, el vino, las risas, los paisanos que miraban de lejos, con miedo, miraban cómo la horda de salvajes que venía a quemar sus campos y a robar sus animales, según lo que les dijeron los patrones de la estancia, se camuflaba bajo el traje de familias compartiendo, de chicos jugando, y encima los llamaban y les invitaban un choripán y un vaso de vino, ellos desensillaban y venían, temerosos pero venían, y los agentes del BORA vestidos de civil, allá lejos, tratando de esconder lo que su actitud gritaba, con tantas ganas de hacer su trabajo!, pero no podían, estaba la Gendarmería y ese Juez que se metió en el medio, para qué se habrá metido!, ¡que impotencia don Romera!, si solo pudiéramos hacer nuestro trabajo!.

La Patagonia hizo su presentación temida, y empezó la lluvia, helada, y el fogón duró lo que no hubiera podido durar con otros concurrentes menos patagónicos, se avivaron las llamas con más leña, se calentaron los cuerpos y las gargantas con más vino y el hijo de Lanfré cubrió la guitarra con el poncho para seguir tocando debajo de la lluvia, y tal vez, esa sea la imagen que mejor represente a esa noche mágica, cubrir la guitarra con el poncho para seguir tocando bajo la lluvia.
Poco a poco se fueron retirando a las carpas, los más viejos primero, los maduros después, los jóvenes al final, y la noche de El Viejo Almacén fue recobrando ese silencio al que está acostumbrada, ni una estrella en el cielo!, ni para mentir!, la lluvia y el viento castigaron durante toda la noche, pero ya estaba todo hecho, la acampada había ganado, 200? 300 personas? Tanto más que los 25 que fueron agredidos en Marzo!, el 28 se moría, y el 29 venía pidiendo pista, el Acto principal, la gente que llegaría.
El sol del 29 trajo más promesas, pero esta vez ya no le creímos, a la hora de partir desde Bariloche neviscaba y el termómetro marcaba 4 grados bajo cero, ¿cuánta gente habrá desistido?, los expertos contadores de multitudes ¿podrán hacer un cálculo certero?, ¿se animarán, por estos días, a sostener esa dignidad en contra de sus empleadores?.
Con lluvia, con frío, hasta con banquinas nevadas, la gente fue llegando, de El Bolsón, de Esquel, de Puerto Madryn, de Lago Puelo, de Bariloche, de Villa La Angostura, de Neuquén, de Roca, fue llegando y se fue acomodando ante la mirada atónita de los que lo habíamos soñado, pocas veces los sueños se cumplen, pero cuando lo hacen en contra de los pronósticos, da un poco de vértigo, se toma conciencia, con inquietud, que somos tierra que camina, y que cuando muchos se ponen en marcha para el mismo lado, el destino no puede esconderse.
El Acto por las Costas Libres, y contra la Concentración y Extranjerización de la Tierra, que preparamos durante meses, había comenzado, los hermanos de la comunidad de las Huaytekas nos dieron la bienvenida como anfitriones, se leyó el documento que elaboraron los compañeros de El Bolsón, que habían llegado hacía rato, y nos habían abrazado, y nos habían mirado con esas miradas que tanto quieren decir, en silencio.
Hablaron los legisladores que trabajaron para lograr el fallo del STJ, cantaron los cantores, tocaron los grupos de rock, volvieron a sonar los tambores de las murgas, cruzó la multitud la ruta para descubrir el cartel que anuncia y denuncia nuestra lucha, “Aquí comienza el Acceso Público al Lago Escondido”, y ese “Aquí” que funciona como circunstancial de lugar, pero también de tiempo, mal que le pese a los que creyeron en Marzo que era un tema terminado, ¡Qué susto que les dimos Don Nicolás, estos ya no joden más!.
Y hablaron los representantes de las organizaciones, y supimos que el proceso de concentración es a lo largo y ancho de nuestro país, y supimos que la lucha de 500 años de nuestros hermanos de los pueblos originarios, es ahora también nuestra lucha. El final nos tenía guardado un regalo, que fue más especial de lo que imaginamos, Raly Barrionuevo, con su generosidad gigante, y sus cumpas del MOCASE, con su cadencia santiagueña, no se guardaron nada para después, casi una hora de recital impecable, sufriendo el frío como nosotros sufriríamos el calor santiagueño, pero calentando las almas, haciéndonos bailar, emocionándonos, transformando ese acto que tanto trabajo nos dio, en lo que soñamos, una fiesta popular, una fiesta de 1000 palomas que enfrentaron al águila y su cohorte.
Las luces del 29 se fueron apagando, Los Amantes de Colombina calentaron con sus tambores la retirada, retirada de batalla ganada, de sueños de patria grande que sin duda se vislumbran, se ponen en marcha, sueños de construcción colectiva que va tomando altura, que ilusiona.