Como “Peperina”, de Serú Girán, la clase media no quiere ser como cualquiera. Nació como una forma de distinguirse de los sectores populares y se constituyó como una identidad. El historiador ofrece un repaso histórico para comprender su genética.
"No creo que haya criterios ‘objetivos’ que sirvan para delimitar la clase media. Lo que importa es entender por qué, en qué contextos, determinadas personas asumen esa identidad y no otra, y qué efectos tiene esto en la vida social”, explica el historiador e investigador Ezequiel Adamovsky, autor de Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003. El libro le llevó diez años de investigación y es el primer trabajo exhaustivo sobre el tema. Adamovsky expone las contradicciones de un sector que surgió antiperonista y que generó marcados efectos en la historia nacional, hasta el punto de calar hondo dentro de los propios sectores populares. Sin embargo, llama a evitar los estereotipos y a focalizar sobre un punto clave: el problema no es la “clase media” en sí, sino la inexistencia de un movimiento articulador.