Viedma (Revista Sudestada).- El 15 de junio de 2008, en la ciudad de Viedma, Atahualpa Martinez Vinaya fue sacado del pub Mi loca y asesinado de un tiro en la espalda. Tenía 19 años, el sueño de estudiar medicina en Cuba y su trabajo cotidiano en la toma de tierras en el barrio 30 de marzo. Hoy, a cuatro años de sus asesinato, reproducimos las palabras de Laura, su prima, sobre Ata y sobre el crimen, aún impune y con notorios vínculos policiales.
P
or Laura Vinaya
Mataron a Atahualpa.
Y ahí comenzó un camino en el que nos hemos encontrado con nosotros mismos, fundamentalmente.
Mi tía, su madre, una mujer noble, que me enseñó que la solidaridad es compartir lo que uno tiene y no lo que le sobra; que aprendió de su madre, mi abuela; colla, que apenas hablaba el castellano y que tuvo que venir a Buenos Aires desde su Oruro natal, buscando un mejor lugar para sus hijos, que en la gran ciudad y sumida en una profunda tristeza, vendía limones en la calle y criaba a su todavía pequeña hija, Julieta, madre de Atahualpa, luchadora incansable, constructora de nuevos horizontes, amiga, mujer que escucha y aprende, que comparte, que camina, que intenta el disfrute, que baila, que ama a su gente, que cree en lo justo, que pelea por ello.
Hablo de ella, Julieta Vinaya porque ella es madre que aprendió y enseñó a sus hijos. Es madre que hoy en la pérdida de un hijo, se mantiene en pie porque sabe que tiene que encontrar la verdad, porque sabe que Atahualpa se multiplica en los muchos otros jóvenes que han sido asesinados.
En su entierro éramos muchos. Ahí les pedimos a los que conocían a Ata que narraran anécdotas que dieran cuenta de la persona que él era; temíamos que, como en otros tantos casos, se ensuciara su imagen.