Bariloche (Al Margen).-Mediante un protocolo se aprobó el libre tránsito en
zonas limítrofes de la Patagonia de la medicina tradicional mapuche. ¿Como se
llegó a este reconocimiento de los estados chileno y argentino? Lee esta crónica.
Matías Schraer, abogado indigenista, nos cuenta cómo
comenzó a trabajar con el pueblo mapuche-tehuelche en conflictos territoriales
y en la problemática sobre la medicina tradicional. Éste es un relato que cruza
la frontera entre las comunidades y el estado argentino en un intento por
ensanchar esa zona de diálogo para fortalecer el entendimiento entre dos formas
de vida.
Su narración comienza veinte años atrás, cuando no
había avión directo a El Calafate. Matías viajaba seguido a Río Gallegos y de
ahí en ómnibus a El Chaltén. En ese trayecto había un cartel que decía Reserva
Tehuelche Camusu Aike. Él había leído un libro del militar y explorador Ramón
Lista, que decía que los tehuelches eran una raza que había desaparecido. Un
día decidió hacer un alto en el camino, cruzó esa línea imaginaria entre lo
verosímil y lo verdadero, y comprobó que sí, que existían.
Tiempo después comenzó a trabajar en la Línea Sur
informando al pueblo Mapuche sobre sus derechos basados en la reforma de la Constitución
de 1994, donde se reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos originarios y de sus derechos sobre
las tierras ancestrales. También participó en litigios de tierras que no se dan
a conocer por los medios masivos de comunicación porque no tienen potencial
turístico ni minero, sino que tratan de reivindicaciones de espacios habitables
que hagan posible la vida, como el caso de muchos pobladores que exigen que no
les alambren el paso al río, que no les dejen sin agua a sus ovejas.
El relato hace una pausa para describir esa otra forma
de existencia originaria, especialmente la del pueblo Mapuche. Cuenta sobre sus
machis, la autoridad tradicional y espiritual-, de sus sueños -peumas- que
anuncian su rol en la comunidad, de su larga enfermedad -el quizuntral- en la
que aprenden a usar sus dones adivinatorios y terapéuticos, de su altar -rewe-
donde invocan a sus antepasados y a la fuerzas superiores para fundar un
equilibrio entre el orden natural y el orden social, de su medicina ancestral
-lawen- que restaura la salud a la vez que revela un conocimiento milenario
entre la comunidad y la naturaleza.
Luego retrocede en el tiempo y narra las historias
hegemónicas del desierto, las que conformaron el relato que justificó su
conquista. Mientras lo escuchaba recordé imágenes de la novela Ema, la cautiva,
de Aira, esa línea de fortines que avanzaba sobre el polvo y los matorrales
bajo la mirada de los indios que seguían al hombre blanco sin ser vistos. Y de
pronto los malones de salvajes que robaban a las mujeres blancas. Ema, la
cautiva, descubre -allí donde todo parecía invariablemente vacío- otro tiempo
de abundancia y celebración como si los indios se supieran eternos. O la novela
de la China Iron, la esposa de Martín Fierro que se queda a vivir en la toldería,
en una nueva forma comunitaria donde nunca más se imaginó sola. Todas estas
historias son ficciones, solo que algunas inspiraron formas insospechadas de
violencia, hasta hacernos creer que los pueblos originarios ya no existen
porque tuvieron que silenciar su identidad para poder sobrevivir sin ser
vistos.
El momento cúlmine de la narración es cuando las
comunidades reivindican territorios con valor agregado, entonces el estado, en
complicidad con las grandes corporaciones que tienen bajo su poder las zonas más ricas de la Patagonia, despliega de forma
espectacular todas sus fuerzas represivas y ficticias. En ese momento no pude
no pensar en la fabricación, a cargo del Ministerio de Seguridad, de relatos
con personajes tan fantásticos como un mapuche terrorista armado con lanzas de caña colihue. Pero la represión de la protesta
es real, tan real como los las vidas que se llevó a cambio. Matías acompañó los
procesos legales de Fausto Jones Huala. Fausto recibió una bala de goma en la cabeza y quedó
sordo de un oído en la revuelta de Cushamen. Fausto, junto a Lautaro, cargó el
cuerpo de Rafael Nahuel hasta la línea de “Albatros”, lo acusaron de atentar
contra la autoridad, lo encarcelaron y estuvo prófugo.
Su relato llega hasta hoy, cuenta sobre otra frontera,
ese espacio entre dos estados gobernada por Gendarmería. Antes, la cordillera
era una zona de pasaje por donde los pueblos originarios transitaban
libremente. En este último tiempo, los mapuche cruzan la frontera en busca del
lawen, la medicina preparada por los/las machis que habitan en Chile,
soportando atropellos y situaciones de discriminación. En Argentina existe una
sola machi conocida, la comunidad Lof Lafken Winkul Mapu recuperó el territorio
cercano al lago Mascardi, anunciado como territorio sagrado para que la joven
machi pueda desarrollar su aprendizaje.
Desde el 2017, en esta travesía por el paso
internacional Cardenal Samoré los efectivos de gendarmería realizaban un
control diferenciado al pueblo mapuche-tehuelche al acecho del “extraño brebaje”
y en caso de encontrarlo, lo destruían inmediatamente. A Nahuel Gonzáles, le
sacaron y vaciaron la botella que contenía laurel, huenu chin chin, maki y
quintral de maki macerados, era para su hermana que tenía una enfermedad
crónica. El Inan lonko Virginio Cañio viajó desde Chubut, cruzó la frontera
para buscar un alivio para su enfermedad de los huesos, pero tuvo que volver
con las manos vacías porque los funcionarios aduaneros avasallaron su derecho a
la salud.
El 13 de junio del 2017 los integrantes del pueblo
mapuche-tehuelche decidieron ocupar pacíficamente las oficinas de Senasa de
Bariloche. Además de esta medida, presentaron “una propuesta de Protocolo a
adoptar por las instituciones estatales en las aduanas en relación al tránsito
del Lawen que se encuentra protegido por el art.32 del Convenio 169 OIT y en el
art. 36 de la declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los
Pueblos indígenas.”
Luego de varias reuniones con los funcionarios de Senasa
no solo se logró establecer un formulario transitorio con carácter de
declaración jurada que permite cruzar el lawen sin riesgos, sino también se
conformó una mesa de trabajo interinstitucional para tratar las problemáticas
de la medicina ancestral mapuche-tehuelche.
Si como dice Ricoeur, las víctimas de la historia
piden menos venganza que narración, este relato sienta precedentes para
resignificar la frontera entre las comunidades y el estado, esa línea delgada
que divide dos culturas puede convertirse en una zona de reconocimiento, donde
mirar al otro suponga el recuerdo de su sufrimiento aceptando con ello una
responsabilidad hacia el futuro. Estos pequeños pasos ensanchan la frontera
posibilitando el diálogo que reconoce dos visiones de mundo que existen.
Por Verónica Battaglia
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen
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