El rectángulo es azul celeste y aunque pequeño, llama la atención al contrastar con el gris de las lajas. La imagen sugiere una familia estándar en actitud de relax, ante la indiscutible belleza del paisaje barilochense, al que contemplan desde un banco. El cuadro se completa con la silueta de un pájaro, que reposa sobre ramas de poco follaje. En su ángulo superior izquierdo, el mensaje se torna confuso: ¿un vendedor de globos al aire libre en Bariloche? ¿O es otro árbol en exceso geométrico? No admite dudas el que encierra la denominación: Plaza Expedicionarios al Desierto. Tampoco la autoría del homenaje simbólico: Bariloche Municipio.
Semanas atrás, ese cartel no estaba donde está. Quiere decir que la decisión de ubicarlo en el espacio más emblemático de la ciudad se tomó recientemente, por el gobierno de Gustavo Gennuso. El intendente oriundo de Azul –localidad fronteriza antes de la campaña de Roca- se apresta a finalizar su primer mandato y encarará un segundo, luego de imponerse en las elecciones con algo más de 22 mil votos. Gobierna un municipio que en 2015 se reconoció intercultural aunque como puede apreciarse, no entiende qué significa el concepto. Pero que le saque lustre a la vieja denominación tiene más que ver con la provocación que con la ignorancia.
Para la mayoría de las y los barilochenses se trata simplemente del Centro Cívico. Los sectores militantes afines a las reivindicaciones de los derechos humanos intentan rebautizarlo como Plaza de los Pañuelos, al cobrar vigor y estirarse en el tiempo la práctica de repintar los emblemas que identifican a las Madres de Plaza de Mayo, en cercanías del 24 de marzo. En un esfuerzo por transmitir que el de 1976 no fue el primer genocidio de la historia argentina, las organizaciones mapuches activas completan: Plaza de los Pañuelos y los Cultrunes. Sin embargo, en nombre oficial es el que perdura para Bariloche Municipio y que seguramente festejan los sectores más reaccionarios de la ciudad.
¿Quiénes fueron los expedicionarios?
Rudecindo fue uno de los hermanos de Julio Roca y comandaba el fuerte de Villa Mercedes hacia 1878. En noviembre ordenó el fusilamiento de 60 rankül mapuche a quienes previamente, sus subordinados habían encerrado en un corral. Un cronista de “La Nación” cuestionó que el acto no respetaba ni “las leyes de la humanidad ni las leyes que rigen el acto de guerra”. ¡El diario “La Nación”! Pero además de protagonizar tales hazañas militares, el comandante Roca -así lo llamaban para diferenciarlo de su hermano ministro- se benefició directamente del reparto de prisioneros indígenas, quienes fueron trasladados a sus establecimientos azucareros en Tucumán y Misiones. Hacia julio de 1879, ya en plena Campaña al Desierto, el propio Ministerio de Guerra y Marina contabilizaba en mil a las familias que después de su captura o presentación, se habían conducido hacia el norte argentino para su redistribución, apropiación y posterior silenciamiento, entre los propietarios de ingenios y otros sectores de la economía.
Conrado Villegas no alcanzó a disfrutar de esas discutibles prerrogativas porque dejó de existir en la lejana París en 1884, cuando todavía Sayweke, Foyel e Inakayal insistían en gambetear a las columnas que los perseguían. Antes de delegar el mando de la 2da División del Ejército, había ordenado a sus subordinados el exterminio del último de los loncos, hacia quien profesaba una particular inquina. Fuentes de la Iglesia dejaron constancia de su proceder en Carmen de Patagones, adonde había conducido alrededor de 200 prisioneros y prisioneras semidesnudos en pleno invierno. Después de languidecer durante meses a la intemperie en los cimientos de la futura Catedral y por órdenes suyas, niños y niñas fueron separados de sus madres para su apropiación por parte de oficiales y de algunos vecinos destacados de la localidad bonaerense.
¿A dónde van los desaparecidos?
Además, quizá fuera el militar de origen uruguayo el primero en utilizar la palabra “desaparecidos” en la Argentina, al elevar a la superioridad el balance de la segunda expedición al Nahuel Huapi: “puede decirse sin exageración que esta Brigada ha hecho desaparecer del territorio que ha batido, setecientas personas”. Se refería a la Primera, que desde el norte neuquino de hoy se había dirigido hacia el lago. Como consecuencia de sus batidas de 1882 y 1883 quedaron “ciento veinte indios muertos, veintisiete de lanza y sesenta y uno de chusma prisioneros, cinco cautivos rescatados y doscientos caballos tomados”. Entre las bajas mapuches consignadas oficialmente y los desaparecidos de Villegas hay una diferencia de 44 personas. 44 vidas que ni siquiera valieron para su inclusión en los partes. La cifra se multiplica en el balance, al considerar las operaciones de las otras dos brigadas.
La enumeración sobre los méritos de los Expedicionarios al Desierto podría continuar, pero nos vamos a limitar a la reflexión que 30 años después de los hechos, confiara un personaje muy caro a la idiosincrasia del estatus quo barilochense. “Es verdad que muchas de las poblaciones y estancias fronterizas fueron asoladas por el salvaje, pero en cambio, ¡cuántos de estos fueron los ancianos, las mujeres y los niños que cayeron en las sorpresas de las tolderías realizadas por las tropas en los degüellos, fusilamientos o atroces estaqueadas, víctimas de la soldadesca que obedecía e interpretaba bien o mal, la orden o el gesto de su superior”. Por una vez, Francisco Moreno fue sincero: “Diré que mucho me felicito que sean pocos los que con buena pluma han referido lo que fue nuestra guerra fronteriza, durante medio siglo. Esa pobreza de cronistas deja en el olvido hechos meritorios, pero felizmente pasa por alto no pocos contrarios a la civilización cristiana”. Allá el perito en Límites con su vocación por el silencio…
Bibliografía
Escolar, Diego y Saldi, Leticia: “Castas invisibles de la nueva nación. Los prisioneros indígenas de la Campaña al Desierto en el registro parroquial de Mendoza”. En Delrio, Walter; Escolar, Diego; Lenton, Diana y Malvestitti, Marisa (compiladores): “En el país de nomeacuerdo. Archivos y memorias del genocidio del Estado argentino sobre los pueblos originarios, 1870-1950”. Editorial UNRN. 2018.
Lenton, Diana y Sosa, Jorge: “De la mapu a los ingenios. Derroteros de los prisioneros indígenas de la frontera sur”. En Delrio y otros...
Moreno, Eduardo: “Reminiscencias del Francisco P. Moreno”. EUDEBA. Lucha de fronteras con el indio. Buenos Aires. 1979.
Moyano, Adrián: “A ruego de mi superior cacique Antonio Modesto Inakayal”. Fondo Editorial Rionegrino (FER). Viedma. 2017.