El Bolsón (ANPP).-
“
Hay un maestro que no quiso ser Sarmiento. Que se sentó con un mate a
compartir enseñanzas con estudiantes indígenas, pobres, hijos de
trabajadores. Con los pibes y pibas que habitan el subsuelo de este
mundo. Un maestro que no se propuso blanquearlos, ni cultural ni
políticamente. Que no se propuso enseñarle la fantasía de una igualdad
republicana, que estalla en cada una de sus vidas destrozadas por el
capital y por el racismo”. (Claudia Korol. 2015)
“Una herida soy buscando el salario
Maestro de pie cuidando pichones blancos
Que maduraran iluminando tu pago” (N. Garnica, “El Olvidao”)
Maestro de pie cuidando pichones blancos
Que maduraran iluminando tu pago” (N. Garnica, “El Olvidao”)
No
nos consideramos de esa parte que llena las plazas para defender un
gobierno para ricos o para apoyar la guerra de Malvinas como en el 82,
recordemos que Galtieri tuvo su plaza y que Menem en 1990, también. No
nos gusta esa parte de la población que manifiesta su orgullo de no
haber ido por el chori y la coca. Es el desprecio mismo a las clases
populares, al pobre. El desprecio a los morochos, a los que seguramente
no estaban en esa marcha, con la gente bien enfundada en banderas
argentinas con discursos de racismo y de odio.
Nos
consideramos parte de ese pueblo que como Carlos Fuentealba, hace 10
años, un 4 de abril de 2007, fue a cortar una ruta por un salario digno,
pero también por los pibes. Sí por sus estudiantes ,
por las condiciones en las que estaban las escuelas, por el cierre de
cargos y otras cosas que muchas veces no se recuerdan; pero que se
repiten. Condiciones edilicias y negligencia estatal que acabaron con la
vida de Silvia Roggetti en el 2000, también muerta, también neuquina;
atravesada por una barra de hierro, en una obra que estaba en
construcción en el patio de su escuela mientras dictaba clases de
educación física.
Nos
quedamos con el Fuentealba que trabajaba por los pibes excluidos que no
tienen, ni tenían vos, ni estima; con la Silvia que ponía el cuerpo con
pasión y no con quienes quieren que haya clases de cualquier manera,
con salarios bajos y escuelas sin las condiciones mínimas. Los docentes,
acusados por la gente de esta misma marcha, de querer desestibilizar un
gobierno; el mismo que recorta el presupuesto en educación, que habla
con desprecio de “caer en en la escuela pública” y que no convoca a
paritaria nacional, sin respetar la ley de financiamiento educativo.
Estamos inmersos en un gobierno de odio, que realza la imagen de la Argentina como hija de los blancos venidos de los barcos y ningunea a los pobres, negros y mestizos ubicándolos como sirvientes de los ricos. Este modelo de gobierno está basado en el progreso económico individual, en el odio de clase, que no soporta ver
que el de abajo pueda tener acceso a lo mismo que tienen ellos, de los
Sarmientos, de la historia romántica de los Mitre. El realce de esa
imagen evidentemente tiene sus adeptos y además muchos más años de
historia de propaganda hegemónica.
Mientras se habla de diálogo, se reprime en los barrios, se llevan chicos presos, se desprecia e ignora a los docentes y a la escuela pública.
Hay
una forma de condicionamiento social muy eficaz, que este gobierno
maneja a la perfección y que está relacionada con los medios de
comunicación y las redes sociales. Hay eso y esto otro que es el
mismísimo fascismo que lleva adentro una capa de esta población
argentina. Fascismo que despierta porque este gobierno lo habilita, por
ejemplo con las declaraciones de un ministro de Educación que habla de
Hitler como un “dirigente que no supo unir” o de hacer una “nueva
campaña del desierto en educación”. Fascismo, miedo a que el pobre tenga
lo mismo que yo, a que se subvierta el orden del statu quo; pero que ese, el mestizo, el indígena, el pobre cabecita negra; sea el que ponga el cuerpo en la guerra de Malvinas por ejemplo. Otra vez odio de clase.
Nos seguimos quedando entonces, y ahora
más que nunca, con el maestro de pie cortando la ruta, porque la lucha
también es pedagógica, porque queremos creer que como pueblo aprendimos
con la organización y la lucha y con la tarea de hormiga de poner
ladrillo a ladrillo, que es la auténtica. Sí hay logros y hay
aprendizajes, hay movimiento y hay lucha…