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lunes, 21 de noviembre de 2016
EDITORIAL: VISAGRA DEL NEOLIBERALISMO
Ya la semana pasada escribimos sobre las implicancias del triunfo de Trump en las elecciones de Estados Unidos. Y que hoy volvamos a hacerlo, es porque de a poco vamos masticando y comprendiendo más y mejor las implicancias.
Muchos son los analistas políticos que hablan del tema y está bueno leer y entender, porque se acercan tiempos de protagonismo popular. En el diario Página 12 de este jueves pasado, Ricardo Forster escribe un artículo de opinión en el que dice: “Trump, su triunfo inesperado, también viene a expresar el declive de la hegemonía del proyecto neoliberal. El punto de inflexión que quizás anuncia la crisis, bajo la impronta de un candidato de una derecha oscura que movilizó los peores instintos discriminatorios de la masa de sus votantes, de una reorganización económica planetaria que impactó no sólo sobre las naciones periféricas ampliando la miseria, la exclusión y la concentración de la riqueza, sino que también, como ya lo señalé, erosionó la vida de un amplio sector de estadounidenses, blancos sobre todo, que fueron cayendo en una espiral de degradación y desesperanza. El triunfo de Trump debe ser leído como un golpe durísimo, por ahora en un plano imaginario, contra la financiarización del capital, contra los tratados de libre comercio, contra el despojamiento de los trabajadores manuales en nombre de la globalización y las nuevas tecnologías y como el predominio de una plutocracia que se convirtió, en las últimas tres décadas, en la acaparadora monstruosa de la mayor parte de la riqueza producida por el conjunto de la humanidad.” Esta teoría de la necesidad de salir del financierismo a punto de estallar de una manera que les siga asegurando la predominancia mundial, fue anunciada y predicha por muchos analistas. Lo que nunca supusimos es que esto se iba a plebiscitar en una elección. Y algo que no hacen los analistas es poner en juego las posibilidades del campo popular. Se analiza la situación- de una manera más o menos acertada- y si se habla de posibilidades o alternativas a la situación, siempre se hacen desde una mirada centrista, casi intentando ser apolíticos y por tanto, no comprometida con el sector popular.
Cada vez queda más claro que la llegada de Trump al poder es representativa de un cambio en la forma del capitalismo de uno de los países que mayor influencia tienen sobre las economías del resto del mundo. De hecho, Mauricio Macri ya había sellado varios acuerdos con la candidata Hillary Clinton, de quien todos los pronósticos daban como ganadora. Y por más que hoy intenta rescatar una anécdota en la que conoció a Donald (sí como el pato pero menos gracioso, y eso que no lo era demasiado) Trump, y habla de esa circunstancia como una charla casi de colega empresario a colega empresario, nadie desconoce que un nudo se le hizo a Mauricio al conocer los resultados. Pareciera que con la pérdida de Hillary a la presidencia, se perdieron las posibilidades de renovar créditos, asegurar compras de granos y otros acuerdos que ya estaban casi sellados entre nuestro presidente y la casi seguro futura presidenta. Y los planes de llevarse todo, robarse todo, pero dando limosnas a la multitud para dividir y seguir reinando en nuestro país, va a complicarse un poco.
Habrá que ver qué sucede con las otras grandes potencias -como China y Rusia-, que en el terreno que pretende moverse Trump se vienen moviendo hace tiempo y acumulando riqueza como para aguantar el cimbronazo. De eso también va a depender lo que a nosotros nos suceda, porque en un país donde la economía es abierta, cualquier suspiro de los de arriba se vuelve huracán. Ya vimos cómo las caídas de las bolsas de México, el efecto Tequila, o Brasil, no marcaron fuertemente en otros momentos del país en que la economía se parecía mucho al que vivimos.
Pero Forster continúa diciendo que “Nunca tan acertada la antigua maldición china: “ojalá que vivas tiempos interesantes”. Esa es la promesa que nos ofrece la nueva realidad estadounidense: el abandono de la impostura democrática liberal entramada con la crueldad de la economía global, el descrédito de las retóricas multiculturalistas, el “retorno de los dioses dormidos” asociados a los nacionalismos de extrema derecha, la ficción de la recuperación de las utopías comunitaristas en medio de la proliferación de un capitalismo desenfrenado y la transformación del lenguaje político en una jerga vulgar y arrasadora de cualquier atisbo de acción crítica y reflexiva. Y, sin embargo, como decía el poeta, “allí donde crece el peligro también crece lo que salva”” y entonces es donde aparecemos nosotros, el campo popular. ¿Podremos ser capaces de pensar una postura, un camino, una manera de construir poder diferente a la que ya hemos ensayado una y otra vez? Hace no mucho, publicábamos un discurso del vicepresidente de Bolivia García Lineras, en el que planteaba que las revoluciones no se pueden planificar, que se organizan, pero que hay un factor que no depende del campo popular que completa una serie de condiciones para que se desencadene. Y seguramente intentarán rebatir este tipo de situaciones, porque lo que ya no es igual es el contexto, y así como hace sólo diez años una oleada de gobiernos progresistas surgía en América Latina luego de otra década de surgimientos de movimientos populares como el de los Sin Tierra en Brasil; hoy, el descontento popular, la imposibilidad de calmar la situación en nuestros países por parte de los gobernantes que no contarán con un Estados Unidos con disposición para atender nuestras crisis porque estarán atendiendo las suyas, es un panorama que puede levantar vientos huracanados.
Sistematizar las experiencias vividas hace casi 15 años en el 2001, organizar nuestro campo popular, vencer los egocentrismos, construir un movimiento latinoamericano, puede llevarnos a lugares “interesantes” como diría el proverbio chino.
Construir otra comunicación, educación y organización diferente, desde un lugar diferente, con objetivos diferentes, será parte fundamental de este desafío que no podremos evadir. Y esto último es uno de los detalles que tiene mucha fuerza de los tiempos que nos tocará vivir, no habrá forma de evadirse de la participación. Entonces, ¿no es mejor organizarnos y pensarnos juntos antes de estar en el ojo del huracán? Somos capaces, tenemos que recuperar nuestra estima popular. Hemos inventado siempre nuevas formas, y nuevamente habremos de hacerlo.