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jueves, 2 de junio de 2016

ALZAR LA VOZ

(Sudestada).-
Una consigna que venía creciendo en las redes sociales se hizo cuerpo el 3 de junio pasado frente al Congreso y en ciudades y pueblos de todo el país. #NiUnaMenos nació como una forma de decir basta a los femicidios que se suceden cada 35 horas en la Argentina y fue creciendo hasta transformarse en esas miles de mujeres que inundaron las calles...
Una consigna que venía creciendo en las redes sociales se hizo cuerpo el 3 de junio pasado frente al Congreso y en ciudades y pueblos de todo el país. #NiUnaMenos nació como una forma de decir basta a los femicidios que se suceden cada 35 horas en la Argentina y fue creciendo hasta transformarse en esas miles de mujeres que inundaron las calles esa tarde para que las luchas que venían dándose en los Encuentro de Mujeres, en las campañas por la legalización del aborto, y en las pequeñas, las cotidianas, fueran visibles ya para siempre.
En los días previos, #NiUnaMenos se propagaba por redes y medios de comunicación: nadie se perdía la oportunidad de sumarse a una causa que no asumió banderas partidarias por lo universal de la consigna; "No nos maten". Así, desde conductores televisivos de programas donde la mujer recibe el tratamiento de objeto y de burla constante; hasta agentes de la Policía Metropolitana –cómplices de la proliferación de las redes de trata, entre diversas características que pueden asignárseles– sostuvieron el cartel frente a las cámaras; el repudio se fue generalizando e incluso desde los espacios convocantes (y desde el mismísimo sentido común) crecía la frase de que el doble discurso y la hipocresía también eran una forma de violencia. Un discurso, un modo de acción que genera violencia al poner el cuerpo de la mujer en disputa, en observación libidinosa, en ausencia de palabras, en desigualdad sexista.
Pero más allá de difusiones vacías, el cuerpo lo pusieron ellas y ellos también, los hombres que acompañan las luchas de las mujeres desde hace años. Queda mucho por desandar en el camino por la igualdad en todo el sentido de la palabra, por romper con una sociedad donde el patriarcado es la figura regente (si entendemos por patriarcado la idea de superioridad de hombres sobre mujeres, la posibilidad de agredir, de matar a una mujer por la disposición que, se considera, tienen sobre ese cuerpo), pero el del 3 de junio fue un episodio de esos de los que ya no se puede volver. Así como en los análisis posteriores, desde los programas de televisión en horario central trataban de cuidarse en cómo mencionar ciertos temas, un chiste sexista es mirado de reojo, un comentario machista ya no es festejado con liviandad... Que resulte tan visible ayuda a dar la batalla, también cultural, de lo que está instalado desde hace tantos años y, a esta altura, completamente naturalizado.
Así como el poder femenino era considerado brujería tiempo atrás, hoy el aquelarre camina por las calles y se planta para construir (y deconstruir) nuevos consensos y reglas. El poder de tanta mujer diciendo basta llegó para quedarse.

DESDE EL BARRIO
Pareciera que en la arena electoral todo está visto, por eso las sorpresas (de resultados, de nombres, de propuestas) suelen ser escasas por estos pagos. Sin embargo, el domingo 14 de junio, en el marco de las elecciones en la provincia de Santa Fe, el Frente Ciudad Futura dio el batacazo –según lo expresaron numerosos medios de todo el país– cuando se acercó a los 100 mil votos y conformó un bloque de tres concejales en la ciudad de Rosario. Así, como tercera fuerza en la Ciudad (detrás del Frente Progresista Cívico y Social y del PRO), Juan Monteverde, Pedro "Pitu" Salinas y Caren Tepp llegaban a las bancas desde un Frente que lleva sólo dos años en la disputa electoral. Un Frente que se nutrió de organizaciones sociales (el M26-FPDS y Giros) llega a las instituciones con la propuesta de convertir en políticas públicas lo que viene realizando en los barrios: desde bachilleratos populares, escuelas de gestión social, emprendimientos productivos, hasta el triunfo del primer juicio contra una banda de narcotráfico en la ciudad. Una apuesta abierta y esperanzadora para seguir de cerca en un escenario político que intenta imponer la polarización y la opción del "mal menor" como único recurso.