(Sudestada).-
Una consigna que venía creciendo en las redes sociales se hizo cuerpo el
3 de junio pasado frente al Congreso y en ciudades y pueblos de todo el
país. #NiUnaMenos nació como una forma de decir basta a los femicidios
que se suceden cada 35 horas en la Argentina y fue creciendo hasta
transformarse en esas miles de mujeres que inundaron las calles...
Una consigna que venía creciendo en las redes sociales se hizo cuerpo
el 3 de junio pasado frente al Congreso y en ciudades y pueblos de todo
el país. #NiUnaMenos nació como una forma de decir basta a los
femicidios que se suceden cada 35 horas en la Argentina y fue creciendo
hasta transformarse en esas miles de mujeres que inundaron las calles
esa tarde para que las luchas que venían dándose en los Encuentro de
Mujeres, en las campañas por la legalización del aborto, y en las
pequeñas, las cotidianas, fueran visibles ya para siempre.
En los
días previos, #NiUnaMenos se propagaba por redes y medios de
comunicación: nadie se perdía la oportunidad de sumarse a una causa que
no asumió banderas partidarias por lo universal de la consigna; "No nos
maten". Así, desde conductores televisivos de programas donde la mujer
recibe el tratamiento de objeto y de burla constante; hasta agentes de
la Policía Metropolitana –cómplices de la proliferación de las redes de
trata, entre diversas características que pueden asignárseles–
sostuvieron el cartel frente a las cámaras; el repudio se fue
generalizando e incluso desde los espacios convocantes (y desde el
mismísimo sentido común) crecía la frase de que el doble discurso y la
hipocresía también eran una forma de violencia. Un discurso, un modo de
acción que genera violencia al poner el cuerpo de la mujer en disputa,
en observación libidinosa, en ausencia de palabras, en desigualdad
sexista.
Pero más allá de difusiones vacías, el cuerpo lo pusieron
ellas y ellos también, los hombres que acompañan las luchas de las
mujeres desde hace años. Queda mucho por desandar en el camino por la
igualdad en todo el sentido de la palabra, por romper con una sociedad
donde el patriarcado es la figura regente (si entendemos por patriarcado
la idea de superioridad de hombres sobre mujeres, la posibilidad de
agredir, de matar a una mujer por la disposición que, se considera,
tienen sobre ese cuerpo), pero el del 3 de junio fue un episodio de esos
de los que ya no se puede volver. Así como en los análisis posteriores,
desde los programas de televisión en horario central trataban de
cuidarse en cómo mencionar ciertos temas, un chiste sexista es mirado de
reojo, un comentario machista ya no es festejado con liviandad... Que
resulte tan visible ayuda a dar la batalla, también cultural, de lo que
está instalado desde hace tantos años y, a esta altura, completamente
naturalizado.
Así como el poder femenino era considerado brujería
tiempo atrás, hoy el aquelarre camina por las calles y se planta para
construir (y deconstruir) nuevos consensos y reglas. El poder de tanta
mujer diciendo basta llegó para quedarse.
DESDE EL BARRIO
Pareciera
que en la arena electoral todo está visto, por eso las sorpresas (de
resultados, de nombres, de propuestas) suelen ser escasas por estos
pagos. Sin embargo, el domingo 14 de junio, en el marco de las
elecciones en la provincia de Santa Fe, el Frente Ciudad Futura dio el
batacazo –según lo expresaron numerosos medios de todo el país– cuando
se acercó a los 100 mil votos y conformó un bloque de tres concejales en
la ciudad de Rosario. Así, como tercera fuerza en la Ciudad (detrás del
Frente Progresista Cívico y Social y del PRO), Juan Monteverde, Pedro
"Pitu" Salinas y Caren Tepp llegaban a las bancas desde un Frente que
lleva sólo dos años en la disputa electoral. Un Frente que se nutrió de
organizaciones sociales (el M26-FPDS y Giros) llega a las instituciones
con la propuesta de convertir en políticas públicas lo que viene
realizando en los barrios: desde bachilleratos populares, escuelas de
gestión social, emprendimientos productivos, hasta el triunfo del primer
juicio contra una banda de narcotráfico en la ciudad. Una apuesta
abierta y esperanzadora para seguir de cerca en un escenario político
que intenta imponer la polarización y la opción del "mal menor" como
único recurso.
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