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lunes, 23 de diciembre de 2013

"QUE SE VAYAN TODOS" 12 AÑOS DEPUÉS



Que pasó antes y después de la rebelión popular del 2001. Análisis de la recomposición de la representación en el sistema democrático. Por Periódico El Caminante
Por ANRed- E (redaccion@anred.org)


Nuestro país celebra 30 años desde la vuelta a la democracia. El gobierno organizó una gran celebración a la que asistieron miles de personas. Se apeló a la memoria, a recordar que la dictadura militar terminó hace años. Lo que no se mencionó durante la ceremonia es que la Argentina se encuentra este fin de año, en un contexto de reclamos salariales de los trabajadores, saqueos, guiños y arreglos entre los peces gordos de la política, reclamos policiales y una fuerte represión al pueblo que se manifiesta en varias provincias.
Debe recordarse que hace doce diciembres atrás los habitantes de nuestro territorio escribían una página en la historia. No se recordó que, en democracia, hubo responsables políticos de muertes y represiones que aún hoy siguen impunes. Es preciso que no quede en el olvido y refresquemos lo sucedido.
Hacia finales del 2001 se agudiza la crisis económica en el país: índices de desocupación de más del 21,5%, corralito bancario, el pueblo toma las calles. Inflación, desempleo, corrupción, desidia se convirtieron en los términos más usados en las charlas cotidianas. El 19 de diciembre decenas de miles de personas ocupan la Plaza de Mayo, muchas otras en Buenos Aires y el interior del país. El descontento y descreimiento en la representatividad democrática y sus instituciones se expresa al grito de “que se vayan todos”. En un contexto de repudio masivo a los políticos incapaces y empresarios inescrupulosos, medios mercenarios y fuerzas de seguridad represoras, el presidente De la Rúa decreta el estado de sitio.
La respuesta del gobierno es la represión salvaje. El 19 y 20 de diciembre de 2001 se sucedieron en el país los más terribles hechos de represión, sangre y muerte desde la vuelta de la democracia en 1983 con 35 ciudadanos asesinados. Hecho que luego se conocerá como “el Argentinazo”.
Al canto de “piquete y cacerola la lucha es una sola” sale a la luz toda la rabia y el cansancio del pueblo. La toma de fábricas y las asambleas barriales surgen y se multiplican como nuevas formas de organización. Durante los 10 días que pasaron entre diciembre de 2001 y enero de 2002 se sucedieron 4 presidentes interinos: Puerta, Rodríguez Saa, Camaño y, finalmente quien le dio el bastón de mando a Kirchner, Eduardo Duhalde. Ese año los índices de desocupación, según el INDEC, son de más del 21% de la población, casi 3 millones de personas. A su vez que había una cantidad similar de subempleados, y otros 6 millones de argentinos tenían problemas laborales.
En junio de 2002, Movimientos de Trabajadores y Desocupados deciden cortar los accesos a la Capital Federal, uno de ellos el Puente Pueyrredón, como medida de fuerza. El saldo son cientos de heridos y las muertes de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, producto de la brutal represión policial. Los hechos sucedidos en la “Masacre de Avellaneda” serán tergiversados en un primer momento por los medios masivos de comunicación que encubrieron el accionar policial y la responsabilidad de las autoridades de turno. Clave fue el rol de los periodistas independientes en el lugar y de los medios alternativos que contaban una historia diferente, que obligo a los días a contar la verdadera versión.
El 25 de mayo de 2003 asume el gobierno Néstor Kirchner, que despliega una política de concesiones al pueblo y reconstrucción de la institucionalidad. Se levantan banderas de derechos humanos, se aplica una intervención estatal en la economía que si bien es tibia ayuda a bajar los índices de desocupación y pobreza extrema en la que se vivía.
Se lanza la Asignación Universal por hijo, los planes Argentina trabaja, la ley de medios y el gobierno difunde como propias conquistas que surgieron de luchas de años de los sectores populares. En paralelo, le extiende la mano a muchos movimientos sociales que deciden aliarse con el nuevo gobierno obteniendo importantes ventajas económicas.
De a poco el pueblo recupera la confianza en la representatividad democrática. Sin embargo, vale la pena preguntarse hoy, a 12 años, dónde quedó el “que se vayan todos, que no quede ni uno sólo”. Parece que algunos personajes no lo comprendieron muy bien: Aníbal Fernández era secretario de la Presidencia en aquel momento y Jorge Capitanich ocupaba el puesto de jefe de gabinete (valga la redundancia).
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