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miércoles, 26 de junio de 2013

NO ESTAN SOLOS, LA JUVENTUD ESTA EN LAS CALLES

Buenos Aires (Marcha).-Por Laura Cabrera.
No están solos, la juventud está en las calles A 11 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, ayer se realizó un festival cultural en la Estación Darío y Maxi (Ex Avellaneda) y comenzó la vigilia para el acto de este mediodía sobre el Puente Pueyrredón. La palabra de Alberto Santillán y la crónica de la jornada.


A una semana de cumplirse diez años de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, un golpe bajo fue directo a la lucha social: el traslado de Franchoti y Acosta a un régimen abierto, a un paso de la libertad. Pero la lucha continuó. Hoy, al cumplirse los once, las Elecciones Primarias llevan sangre en la lista de Francisco De Narváez, con Atanassof como candidato a diputado, o en la de Sergio Massa, en donde los nombres no son mucho más amigables: Felipe Solá y Juan José Álvarez. Aún así, la lucha continúa con la certeza de que si la condena de la Justicia aún no llegó, la condena social se mantiene firme desde el primer momento.


La jornada de este 25 de junio iniciada a media tarde, a horas de cumplirse un aniversario más de la masacre de Avellaneda, demostró que sin lugar a dudas el compromiso de dos militantes se multiplicó en la movilización de jóvenes que agrupados o por la simple razón de sentirse identificados con el compromiso social, se acercaron a la estación Darío y Maxi (Avellaneda) para decir “presente”.

“Como papá de Darío, el 25 es para mí un poco más especial que el resto de los días. Acá hay mucha militancia, mucha juventud que hoy debe tener la edad que tenía mi hijo cuando lo mataron, el tenía 21”, destacó Alberto Santillán, en diálogo con Marcha, minutos antes de subir al escenario para realizar el acto de apertura de lo que sería la vigilia.

Es que realmente lo que dejó la muerte fue movimiento, ganas de hacer, cuestión que se vio reflejada durante toda la tarde, en la que miles de personas de diversos puntos del país se acercaron a los paneles de debate, a los stands, a escuchar música en vivo y muchos otros a informarse acerca de qué pasó aquél día que encendió el motor del cambio.

“El mismo Frente ha creado muchas cosas como escuelas primarias, espacios para la educación popular, el proyecto de una universidad, proyectos que se concretaron y muchos otros que queremos realizar”, resaltó Santillán en relación a lo que el Frente Popular que lleva el nombre de su hijo levantó en estos once años en los que el pedido de justicia estuvo acompañado por expresiones culturales, por la necesidad de educar, de compartir y sobre todo de contener, motivo fundamental en aquellos años de crisis, cuando la estación se tiñó de sangre.

Ayer, en ese mismo espacio que dejó un sabor amargo, las paredes ya coloridas, los stencils con mensajes revolucionarios, las banderas, la música y la reflexión sobre la necesidad de salir a la calle a pedir lo que a cada uno le corresponde, dejó en evidencia una de las consignas que se pudo leer en una de las proyecciones “No los mataron, los multiplicaron”.

El pedido de justicia por Darío y Maxi, el de establecer el 26 de junio como el Día de la Juventud Militante y el grito vivo por la impotencia de ver libres a quienes fueron responsables, se transformó ayer en la multiplicación de reclamos, en la unificación de la lucha de agrupaciones sociales, obreros, el estudiantado y los sectores vulnerados.

Podría decirse que por más ajena que resulte en lo cotidiano, en ese momento la avenida Pavón fue de todos: de quienes luchan en contra de la megaminería, de los que dicen basta a la criminalización de la pobreza, al narcotráfico, al gatillo fácil y a la violencia de género; de los que recuerdan a los treinta mil desaparecidos y exigen que en esta democracia no falte ninguno más, de los pueblos originarios, de los que piden la soberanía alimentaria acá y en toda la región, de la prensa que puede decir de todo en varias páginas pero que por primera vez en 27 años logra hacer pública una masiva lucha por las paritarias y la precarización laboral, de los jóvenes que quieren caminar sobre los pasos de Darío y Maxi. Por todo esto es que cada 25 y 26 de junio el espacio de lo público como ese simple no lugar transitorio y despojado de cualquier identidad se convierte en el espacio de lo colectivo.

A once años, el aniversario es motivo de baile, de festejo, de recuerdos y también de tristezas. “Esto forma parte de la lucha y de la alegría de saber que uno está vivo, que la puede pelear y que por más que nos quieran doblar nos vamos a mantener firmes” comenta Alberto en medio de los bombos y los cantos que desterraron a los bocinazos cotidianos en ese tramo de la avenida.

Es que eso fue lo que dejaron en esta nueva jornada, la sensación de que fue la muerte del otro lo que activo las vidas de muchos, la necesidad de pelearla, de acompañar en los malos momentos y si se puede, hacerlos agradables, como sucedió en la vigilia, entre mates y charlas.

Dejaron esa alegría de saber que un 25 o un 26 todos se van a volver a encontrar pero que más allá de esos días, el legado sigue en los barrios, invitando a los vecinos a participar de asambleas, fijándose cuáles son las necesidades. Todo eso estuvo reflejado en las actividades culturales y en los debates: el hecho de que lo que los une en un día es el factor común de ser quienes ponen en funcionamiento la maquinaria social y comunitaria desde el trabajo, la educación, la comunicación y el aprendizaje constante, de no dar marcha atrás.

“Yo creo que la vida de Darío fue de mucho trabajo, de mucha convicción, de sinsabores. También tuvo alegrías. Todo esto es lo que me hace pensar que Dari estuvo en el lugar que él eligió. No eligió el más fácil. Eligió una de las tareas que más cuesta y que más sinsabores lleva, pero igualmente creo que Dari fue libre y eso no es para cualquiera”, resaltó Santillán.

De tener que definir en una palabra lo que representó la presencia masiva de los jóvenes en la jornada previa al aniversario, “valentía” sería un término indicado, ya que al multiplicar la lucha se arriesgan a ser libres y aceptar que son ellos mismos en esa tarde, o en cualquier otra, la herramienta para el cambio. Eso y el fuerte pedido de justicia fue lo que dejó este nuevo aniversario no sólo en Avellaneda, sino también en cada rincón del país.