Buenos Aires (Revista Mascaró).-
Sergio, “el ruso”, Kowalewski es fotógrafo y militante, también testigo de los asesinatos en la estación de Avellaneda del 26 de junio de 2002. Gracias a su carrera personal y su convencimiento político, entra en la categoría de los profesionales del periodismo imprescindibles para cualquier momento en la historia de los pueblos. De no haber sido por sus fotos y el momento social en búsqueda de la verdad y la justicia los poderosos podrían seguir mintiendo y diciendo que “los piqueteros se mataron entre ellos”.
La fotografía es mi herramienta de trabajo cotidiana y la veo como un medio más de trabajo político. En esos días de junio de 2002, se planteó esto de la protesta y me pregunté cómo tenía que ir, si como fotógrafo o en otro plano, y varios compañeros me plantearon que yo, que tenía las herramientas, tenía que ir a hacer peso en contra de la campaña mediática que había. Esa campaña no comenzó ese día, tenía todo un trabajo previo vinculado con las grandes empresas de comunicación que marcaban un panorama de malestar en la sociedad para aislar a ese sector de otros que, en el marco de la crisis del 2001, se estaban sumando a la lucha.
Por otro lado, sabemos que el sistema es absolutamente violento y represivo, tiene historia en eso, no duda en matar. Desde las organizaciones sabíamos que iba a ver una fuerte represión, todas las señales apuntaban a eso, aunque nos costó imaginarnos tal nivel de violencia.
Para ese día se movilizaron dos concentraciones, una por la estación Avellaneda y la otra por avenida Mitre y confluirían abajo del puente. Como se sabe la línea de infantería nunca se expone a quedar en medio de dos masas, se cuida la espalda. Pero ese día estaba en el medio. El sentido fue dejar esa franja para provocar, si hay hasta imágenes de Fanchiotti diciéndoles “¡Quédense acá!”. Querían generar el incidente. Luego comenzó la represión, la masa se levantó rápidamente y se quedaron los pibes para hacer el aguante esperando la retirada. Lo que siguió fue cacería total, era golpear bien fuerte para que no volvieran nunca más.
Hay que recordar siempre una cosa y es que ese día hubo más de treinta heridos con balas de plomo, y no todos en el choque con el conjunto de Fanchiotti, es decir que no eran sólo un par de locos los que reprimían, había una orden general.
Por su lado, Fanchiotti era muy fácil de identificar y cuando empezó la represión yo caminé en paralelo al pelotón de infantería que comandaba. Cuando entré a la estación vi que había muy poca gente en el lugar. Vi en el piso a una chica con problemas de asfixia y lo vi a Kosteki tirado, a Santillán a su lado y a otro pibe tratando de ayudar, y no había ningún grado de resistencia. En las fotografías que quedaron se ve a Maxi herido y a Darío ileso, porque él es baleado inmediatamente después del ingreso del pelotón en el que están Franchiotti, su chofer y algunos más que lo escoltaban. Luego de la entrada se sintieron los disparos y tengo una visión de ese momento, entre el movimiento y la rapidez con la que sucede todo, como si fueran fotogramas, pero bien determino que los únicos que pudieron haber disparado eran ellos.
Después de haber estado ahí, me desayuné a la mañana siguiente con que los medios no afirmaban la represión policial sino que los muertos eran porque se habían matado entre ellos. Cualquier periodista que estuvo en el lugar podía concluir que eso había sido una represión y nada de enfrentamiento de piqueteros. Ahí los medios negociaron cosas.
Chequeé entonces lo que tenía, quería estar seguro de tener las pruebas, me comuniqué luego con la Correpi y se resolvió el tema de darlo a conocer. Dos días después apareció todo esto en Página 12.
Recuerdo que en la primera marcha grosa que se hizo después de esto yo dije algo así como que las fotos no cambian la historia, son sólo un disparador; que ayudó mucho porque sino aún hoy estaríamos dándole vueltas a ver quién fue. Las fotos fueron sin embargo sólo un gran detonante. Por eso es el nivel de conciencia del pueblo lo que realmente permite que los duhaldes o los franchiottis no pasen impunes.
Por otro lado, siempre queda el “pude haberlo evitado porque estaba ahí”, cada vez que uno recuerda, pero la verdad es que uno no sabe lo que va a pasar. A pesar de eso siento que de alguna manera aporté y aporto con mi herramienta que es la cámara. Acá se los pudo mandar en cana a esos tipos, y no fue sólo por las fotos, sino también gracias al pueblo que buscó justicia.
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