(Sudestada).-Por: Martín Azcurra y Hugo Montero
En la continuidad del dossier sobre la actualidad de la izquierda en Argentina, proponemos un análisis de la división de una de las organizaciones referentes del campo popular. Opinan protagonistas de ambas fracciones: Aldo Casas y Federico Orchani. Además, la mirada de Atilio Borón. En la edición de abril retomaremos el cuestionario con otros militantes e intelectuales de izquierda.
Una división en el campo popular siempre es una mala noticia. Sin embargo, no se trasluce de modo inexorable en un retroceso. En la historia revolucionaria, sobran ejemplos de organizaciones que han atravesados crisis y escisiones, pero que han sabido superar esas dificultades para potenciar su desarrollo en el marco de nuevos acuerdos. En no pocas ocasiones, lo perjudicial de una división se visualiza en el proceso previo: allí se impone el internismo a través de la disputa por espacios de influencia, las disputas personales disfrazadas de argumentos políticos y las actitudes despreciativas entre pares. En todo caso, sólo el tiempo podrá abrir la puerta a caracterizaciones concretas sobre el avance o retroceso de este tipo de determinaciones. De todos modos, en el contexto del lento proceso de recomposición de la izquierda independiente en busca de protagonismo real, otra fragmentación en el sector no invita al optimismo.
Con fuertes críticas a las organizaciones que se quedaron en las formas políticas de la primera mitad del siglo pasado, la izquierda nacida de las puebladas y de los movimientos piqueteros sigue intentando constituirse como una fuerza política con una sólida base social. No hay recetas en ese camino de síntesis entre lo nuevo y lo viejo, entre lo social y lo político, entre lo real y lo deseable. Por eso, la intención es contribuir a la discusión sobre esa síntesis y los tiempos necesarios, sin creernos dueños de la verdad, sino más bien indagando en los nudos donde se cruzan los discursos y los hechos.
Sin conocer la dinámica del proceso que culminó, en enero de este año, con la fractura del Frente Popular Darío Santillán (y sin pretender tampoco opinar sobre singularidades internas), vemos válido el intento de profundizar sobre las motivaciones políticas del quiebre de una de las organizaciones de referencia para los sectores de izquierda que no se sienten incluidos en la propuesta de los partidos tradicionales. En primer lugar, habría que puntualizar que las diferencias políticas (es decir, la lectura del kirchnerismo y las tareas que se abren para el sector) no parecen haber sido el detonante de la división. Más bien, el eje parece ser la cuestión de los tiempos y la práctica organizativa.
El FPDS, como otros movimientos territoriales piqueteros surgidos a fines de los 90, fue madurando su posición política, incursionando en el terreno sindical, abriendo su propuesta a los sectores estudiantiles y campesinos, impulsando un movimiento político -la Coordinadora de Organizaciones y Movimientos Populares de Argentina (COMPA)-, siempre con el horizonte en una herramienta superadora, anticapitalista y antiimperialista, que defienda como objetivo estratégico el socialismo desde abajo. En ese sentido, no se ha terminado de resolver el problema de “los tiempos”, en cuanto a las necesidades y prioridades de cada sector (territorial, estudiantil y sindical). Con respecto a la práctica organizativa, las dificultades parecen haber surgido por la confusión de objetivos de un frente de masas con los de una organización política, o con una combinación que permita avanzar en lo político.
La nota completa en la edición marzo 2013 - Sudestada nº 116
Envíenos su nota, opinión o información al correo: delpueblo.prensa@gmail.com