Argentina (Underground).-
foto: Pablo Piovano
por José Luis Meirás
Esta larga entrevista fue hecha hace dos años, hace tres o cuatro muertos a manos de las fuerzas policiales y parapoliciales bajo el mandato desmonte y el avance sojero, hace supuestamente mucho en términos de una agenda periodística que a veces parece correr a ciegas hacia ningún lugar.
Tardé dos años en desgrabarla y editarla (esto último sigue estando a medias), pensé en actualizarla con más preguntas al entrevistado pero desistí, los sucesos de hoy, 27 de noviembre de 2012, en Rawson (Chubut) y Malvinas Argentinas (Córdoba) me forzaron a no dejar pasar un minuto más, a pensar en que no es importante que esté todo digerible al lector. No, esto no se digiere, como los porotos de la soja RR de Monsanto, debe empezar a abordarse de manera urgente y con todas las palabras posibles, hay que vomitar esta soja.
Decidí agregar lo que falta a partir de lo que yo sé sobre el entrevistado y sobre algunos hechos posteriores que se vinculan a los temas tratados en la entrevista, ¿será falta de rigor periodístico? (se hacen tantas barbaridades en nombre del periodismo que esto no me parece un problema grave, en todo caso esta aclaración intenta un reparo al asunto, quizás ético, para los más detallistas), no lo sé, lo que sí sé es que cada palabra pronunciada por Darío Aranda en ese encuentro que tuvimos en la tranquilidad de mediodía que reina en la Sala de Cierre de un diario matutino para el cual ambos trabajamos (con la pequeña diferencia de que yo, que no trabajo de periodista, tengo sueldo, aguinaldo, vacaciones y obra social y él como “colaborador” precarizado se ve obligado a trajinar el humor de los editores periodísticos y el problema de que sus verdades salpiquen algunos intereses coyunturalmente defendibles) no sólo sigue vigente sino que se ensancha en sus connotaciones.
Darío Aranda, pienso yo, es un digno émulo de un tal Rodolfo Walsh. Al igual que Walsh, Aranda no tiene lugar en las redacciones de los diarios y las empresas de medios, aun de aquellos medios que se embanderan con el autor de la Carta Abierta a la Junta Militar.
Darío Aranda sigue de cerca a las comunidades campesinas e indígenas que resisten en la defensa de sus territorios ancestrales y de su forma de vida, no tolera encerrarse en una redacción para escribir o editar lo que le dicen los cables de las agencias de noticias “confiables”.
En ese diario que nos paga por nuestro trabajo, probablemente uno de los más interesantes en la historia del periodismo pero empresa capitalista al fin, Darío publicó muchísimas notas, algunas fueron tapa, sobre todo en aquel 2008 del conflicto por “la 125”, en donde Página/12 destinaba importante centimetraje al tema de los agrotóxicos fumigados y los campesinos desalojados, ¡los movimentos campesinos tenían páginas enteras!, para Página era oportuno hacerlo. Esas tapas, esas valientes coberturas hechas desde el lugar de los hechos no le valieron el aumento de sus ingresos ni garantías laborales a Darío (y aquí me sumo al reclamo de la Asamblea de Trabajadores de Página/12 por pase a planta permanente de un periodista con suficiente capacidad, producción y trabajo realizado como para merecerlo), pero sí el reconocimiento de sus pares y de las comunidades que luchan contra el neoliberalismo de la siembra directa y la minería a cielo abierto.
Luego Darío padeció la censura, no sólo en ese diario sino también en una revista que se suponía incapaz de hacer tal cosa, si él no dijo el nombre yo no lo haré aquí. Quedó “freezado”, sus notas fueron limitadas al mínimo de líneas posible, ya no más notas de tapa, ya no más fotos en sus notas, sometidas a un riguroso examen que evitara cualquier vinculación de los problemas señalados en ellas con las políticas nacionales de gobierno. Las asambleas en la redacción evitaron que se lo dejara sin un mínimo de líneas impresas al mes con su firma, pero ese sostenimiento de su precaria situación atenta contra la libertad de prensa y la pluralidad de voces que supone un diario que se reclama progresista y que nació al calor de la lucha por los derechos humanos y civiles.
Darío Aranda no es ciego ni vehemente sin razones, reconocerá en la entrevista los logros de un gobierno nacional que abrió debates que prácticamente nunca antes había abierto un gobierno en la historia nacional, valora los importantes avances en el terreno de la Verdad, la Memoria y la Justicia, pondera la inédita Ley de medios de esta democracia imcompleta, pero eso no le alcanza cada vez que pisa el polvo de lo que fueron montes y sembradíos artesanales y hoy son “desiertos verdes” regados con glifosato y sangre campesina e indígena.
Esta entrevista fue hecha a fines de 2010, en un momento cercano a los asesinatos de los manifestantes Mariano Ferreyra en el barrio porteño de Barracas y de Roberto López en una ruta formoseña, ambas muertes a manos de sicarios y agentes de la burocracia sindical empresaria y del capitalismo extractivista. Después vendría el otro Ferreyra asesinado, Cristian, el del Movimiento Campesino santiagueño, y otro muerto más en Santiago por luchar por tierra para el que la trabaja y vive en ella, Miguel Galván, y los muertos en el Parque Indoamericano de Buenos Aires y los muertos en Ledesma, Jujuy, por una vivienda digna que les es negada en el campo y también en la ciudad.
Por si hiciera falta, vale aclarar que Darío Aranda no tendría lugar en las páginas de Clarín o La Nación, cuyos suplementos y mega exposiciones rurales son verdaderas usinas del pensamiento agrotóxico y la precarización de trabajadores.
Revista Underground hoy es una revista eventual digital y el Territorio es uno de nuestros temas centrales, quizás falte corrección (literaria y quizás también política) a estas líneas, por las que pido disculpas a los puristas del estilo, están un tanto crudas, como la pura y dura realidad. Va pues Darío Aranda sin edición.
¿Por qué la cuestión de los derechos humanos esta circunscripta a los conflictos sociales urbanos y no a las cuestiones agrarias o indígenas?
Hay algo que no descubro yo, es algo que se viene reflexionando en las comunidades indígenas y organizaciones campesinas así como en sectores académicos desde hace bastante tiempo, generalmente al hacer el breve ejercicio de mencionar secuestros de personas, robos de bebés, campos de concentración, torturas, inmediatamente a las generaciones actuales nos viene a la mente la última dictadura militar, y no dudamos de que fue un genocidio, seguramente a otros que conocen o provienen de otras vivencias les remite a lo que vivió el pueblo judío en manos del nazismo, y no se duda de que fue un genocidio.
Los pueblos indígenas de la Argentina sufrieron exactamente lo mismo, sin embargo aún hoy importantes sectores de la sociedad, sectores académicos, formadores de opinión, niegan ese genocidio. La reflexión de las comunidades y de investigadores académicos al respecto es que ese genocidio sobre el que se funda el Estado argentino tiene una negación que posibilita hasta el día de hoy un proceso de genocida de los pueblos indígenas. Es muy particular cómo funciona la sociedad y cómo funciona el periodismo porque sobre esa problemática varios veníamos pensando y escribiendo desde hace bastante tiempo, pero hizo falta que lo diga un juez de la Corte Suprema de la Nación para que tuviera otra repercusión. Hace dos años tuve la oportunidad de entrevistar al juez Raúl Zaffaroni y allí lo dijo muy claro: los Derechos Humanos en la Argentina son para las clases media y alta urbanas, para los sectores empobrecidos, indígenas y sectores campesinos no cuentan los derechos humamos.
Hay dos cuestiones que lo dejan bien claro, una fue cuando en 2008 durante el conflicto por la 125 grandes sectores de la sociedad salieron a respaldar a un sector del campo que buscaba mayor rentabilidad. Un año antes, en 2007, por primera vez los pueblos indígenas fueron tapa en la prensa nacional a causa de 10 muertes por desnutrición en el Chaco, no hubo sectores urbanos, ni la misma cantidad ni mucho menos, que salieran en reclamo o apoyo de esos indígenas. Eso marca una diferencia, por un lado la rentabilidad y por otro la muerte. Esto quedó muy al descubierto cuando asesinan a Mariano Ferreyra, en ese momento tanto oposición como oficialismo salieron a tirarse pescado podrido o argumentos, o un poco de las dos cosas, sobre quiénes debían cargar con la responsabilidad de los muertos. Mariano Ferreyra, asesinado, tenía un costo político.
A las pocas semanas asesinan a Roberto López en un corte de ruta en Formosa y ahí el tema pasó completamente desapercibido, incluso a las 48 horas de ese asesinato la presidenta salió en teleconferencia con el gobernador Gildo Isfrán y no hubo una sola mención al hecho, fueron todas sonrisas. Había habido en la ruta un muerto, un asesinado.
Me parece que eso dejó al desnudo la contradicción insalvable que tiene el gobierno, que no es propia de este gobierno ya que el resto de los partidos políticos también la tienen, pero en el caso del gobierno nacional se nota más porque reúne el poder, está ejerciendo la conducción del Estado. Si el precio que tiene pagar es sangre de los pueblos indígenas o de campesinos, lo va a pagar.
Esta diferenciación de los derechos humanos tiene que ver con el modelo extractivo sobre el que se basa la política económica y productiva en la Argentina, en verdad no solamente en la Argentina sino también regional. Todos los gobiernos de la región, desde los llamados progresistas o de izquierda hasta los de centro o centro derecha, obtienen buena parte de su renta en un modelo extractivo que tiene distintos rostros: puede ser la minería a cielo abierto, puede ser el monocultivo de soja, puede ser el petróleo, puede ser el monocultivo de árboles, puede ser una combinación de varios. Entonces para mantener esa renta, todos los gobiernos de la región, necesitan avanzar sobre nuevos territorios y esos nuevos territorios están en manos hoy de campesinos e indígenas que muchas veces resisten. Entonces es mucho más preocupante que no haya habido condena social sobre el asesinato de Roberto López porque en la avanzada sobre los territorios campesinos e indígenas va a seguir y si no hay condena no hay justicia y si no hay justicia se va a volver a repetir.
Los sectores de izquierda parecieran también destacar algunos hechos sobre otros…
Es una cuestión de clase social, de identificación social, pasa también con los periodistas, y me incluyo porque me siento parte del problema aunque uno trata de actuar de otra forma, tenemos la mentalidad de clase media, y cuando digo clase media no hablo del poder adquisitivo para comprar. Mariano Ferreyra, o inclusive Darío Santillán y Maxi Kosteki, están dentro del imaginario de lo que son los sectores medios urbanos, chicos que dibujaban, chicos que piensan a ir a la facultad aunque después hacen otras cosas. Los periodistas también venimos de ese medio social y tendemos a medir distinto. En la misma línea de usar opuestos, por qué se mide distinto a Axel Blumberg que a Ezequiel Demonty. Ahí también queda al descubierto. Los pueblos indígenas directamente no existen, son el pasado, el presente y el futuro negado. No lo descubro yo, es algo que se vive todo el tiempo. En Salta acaban de morir 15 chicos por desnutrición, ¿por qué no se sabe?, porque son indígenas. Hay distintas varas para medir a los distintos sectores sociales desde el periodismo, más cuando se trata de sectores rurales alejados.
Hoy en día el ejercicio del periodismo se basa sobre ciertas cuestiones: por un lado la flexibilización laboral; por otro el periodismo de escritorio, muchos colegas no quieren salir del aire acondicionado o la calefacción, entonces es muy difícil conocer la realidad de la Argentina campesina e indígena; en tercer lugar la identificación de clase, qué identificación puede tener un colega que no sale de la redacción y casi ni sale de Buenos Aires, con un Mbya Guaraní de Misiones. Es la misma discriminación, haciendo un gran salto, que siente un vecino de Recoleta hacia uno de la Villa de Retiro. No es casual que los que mejor tratan los temas campesinos e indígenas sean los medios sociales, alternativos, cooperativos, porque son los medios que generalmente están en la calle. Me siento privilegiado de poder escribir esos temas en un diario de tirada nacional, que se lee, pero no soy una luz por eso, es cuestión de abrir un poco los ojos.
Me parece que hay muchos colegas que adhieren al proyecto kirchnerista que no critican ni denuncian cosas como el asesinato de Roberto López. Me ha pasado con muchos allegados, que sostienen que si uno vincula o responsabiliza al gobierno nacional por estos hechos le está haciendo el juego a la derecha, me corrieron varias veces por ese lado. Y yo me quedaba pensando, hasta que me cayó la ficha. Cada vez que me dicen eso en algunas charlas o presentaciones digo que el que le hace el juego a la derecha es el que silencia represiones o el que es cómplice de asesinatos. En ese sentido el gobierno nacional lo es, ya no puede decir que no reprime las protestas o que no hubo muertos por represiones durante su gestión. Así como Duhalde tuvo el asesinato de Darío y Maxi hoy el gobierno nacional de Cristina Fernández carga con la responsabilidad del asesinato de Roberto López, todos los estamentos del gobierno nacional que podían tener algún tipo de vinculación o accionar sobre el tema jugaron a favor del gobierno de Isfrán y jugaron para que no se haga justicia. Al menos hasta hoy, a cuatro meses del asesinato.
¿Por qué avanza la causa Ferreyra y pareciera avanzar el tema del blanqueo del trabajo rural a gran escala y lo otro no?
En el caso de Mariano Ferreyra impulsa la investigación, y efectivamente en ese caso no hay responsabilidad política directa del gobierno nacional, más allá de que haya tenido relación con José Pedraza y que aún haya gente que responde a ese sindicalista en la gestión ferroviaria. Me parece positivo que no se obstaculice la investigación. Sería muy bueno que hiciera lo mismo en el caso de Formosa, pero no lo hace, elige tapar un asesinato y una represión. Recibe a Gildo Isfrán tres veces en los últimos cuatro meses y nunca recibió a los familiares de las víctimas. Isfrán fue el primer gobernador que acompañó al proyecto de Néstor Kirchner, como había sido el primero en acompañar a Duhalde, antes acompañó a la Alianza y también había acompañado a Menem.
Lo del trabajo esclavo, que en realidad no es esclavo, llamémosle trabajo explotado o semi esclavo, si querés, es una realidad completamente denunciable y que existe desde hace mucho más de un siglo en nuestro país. Se culpa por un lado a la Mesa de Enlace del trabajo esclavo, cualquiera que estudia seriamente el trabajo rural se da cuenta de que el modelo de agronegocios es donde hay menor mano de obra, sobre todo el que se enfoca en la soja. A su vez en la soja y en los feedlots, que conforman el núcleo de la mesa de enlace, es donde hay menos mano de obra super explotada o esclava, porque es donde hay mayores controles y además se necesita poca mano de obra. Decir que el trabajo esclavo es responsabilidad solo de la Mesa de Enlace es un error, tiene su responsabilidad ya que reúne a las entidades patronales agropecuarias tradicionales, pero el que mayor responsabilidad tiene es el gobierno nacional que debería controlar. A mí me llama la atención como algunos colegas reproducen la idea de que el gobierno nacional es el abanderado en la lucha contra el trabajo esclavo rural. Yo tuve oportunidad de entrevistar a funcionarios del Ministerio de Trabajo y me han asegurado que las inspecciones que hay en el trabajo rural son en el dos por cierto de los establecimientos que hay, es mínimo el poder de policía que tiene el Estado. Y esa es una decisión política. Suelen hacer estadísticas sobre un número muy mínimo que todos los especialistas te dicen que no es para nada representativo. Y muchos colegas de los grandes medios lo toman eso como una verdad absoluta, sin repreguntar cómo se hizo eso. Está bien que se haya puesto el tema en agenda, pero me parece que por un lado está el discurso del gobierno nacional y por el otro la práctica. El gobierno nacional tiene mucha responsabilidad en ese tipo de trabajo y esta lejos de ser el abanderado en la lucha contra ese trabajo “esclavo”. Antes están los organizaciones que desde hace muchos años denuncian y combaten en las calles ese trabajo rural esclavo. Por otro lado… ¿Por qué no da la misma importancia a los reclamos de los indígenas o los pueblos campesinos? El gobierno nacional lo lo va a reconocer, pero hoy campesinos e indígenas son los que más interpelan al gobierno nacional y al modelo extractivo. Un análisis que hacíamos con distintos compañeros: a finales de los años ’90 y principios de la década del 2000, la mayor conflictividad y resistencia pasaba por los sectores urbanos. En movimientos de desocupados, en fábricas recuperadas… la lucha y la interpelación al Estado y a los partidos políticos estaba en los sectores urbanos. En los últimos años ha habido mejoras económicas concretas, sería hipócrita negarlo, entonces esos sectores urbanos movilizados han perdido una buena cantidad de su militancia y de su posibilidad de interpelar en la calle. Sigue habiendo, pero es mucho menor que hace 10 años. Muchos de los compañeros que acompañaban esas luchas han visto esas mejoras económicas y se han replegado. Hoy en día, los sectores rurales, campesinos, indígenas y asambleas socio-ambientales son los que toman las posta en el debate y la lucha con los gobiernos nacional y provinciales. Tiene mucho que ver con el avance de las industrias extractivas. Mirá ésta particularidad: no están luchando por mejoras económicas, como luchaban hace una década los sectores urbanos – y esta bien que así sea, no los estoy cuestionando por eso – están luchando por mantener su forma de vida. Lo que está en juego es su forma de vida, no el tener mayor rentabilidad para poder aumentar su poder de compra. Entonces, como dijo Javier Chocobar antes de que lo asesinaran, si tienen que dar la vida para defender sus territorios la van a dar. El modelo extractivo, con la complicidad de las empresas y los gobiernos, se está cobrando esas vidas. Y va a seguir pasando. Nunca antes en la historia había crecido tanto la soja transgénica, nunca antes había crecido tanto la minería a cielo abierto como en la última década. Eso te marca la línea de por donde se conduce la política del país. Y si el progresismo actual no denuncia estos hechos, esas muertes van a seguir sucediendo.
¿Por qué pensas que a nivel urbano no existe conciencia de que los problemas de hacinamiento y de vivienda se relacionan directamente con la expulsión de pobladores rurales?
Mi hipótesis es que no les conviene a los sectores de poder – privados y estatales – reconocer esa vinculación. El Movimiento Nacional Campesino Indígena lo denuncia desde hace años. Sobre todo por el crecimiento del modelo sojero, que es el que más expulsa. La minería sí puede ser perjudicial para pequeños poblados, pero el nodo del problema de la expulsión de pobladores sigue siendo el monocultivo, en primer término de soja y después de árboles. La población argentina, en los últimos 20 años, mantiene más o menos constante su porcentaje de población rural, que es del 10 por ciento. De todas formas, siguen creciendo los grande cordones urbanos, el Gran Rosario, el Gran Santa Fé, el Gran Buenos Aires. Uno puede viajar media hora en tren desde la CABA y ver que gran parte de la población son nacidos en Santiago del Estero, en Corrientes… Son de todas las provincias que históricamente fueron perdiendo su sector campesino. La vinculación con el modelo extractivo es directa. Lo que no sé es si solo se da por eso.
¿Pensás que en casos de resistencia como el de la ciudad de Esquel, fue determinante la participación de pequeños propietarios por sobre el componente campesino e indígena?, ¿que quizá eso le dio más posibilidades de convertirse en una victoria?
Yo creo que en el caso de Esquel fue determinante la participación de la clase media urbana, por encima de los llamados eco-productores. Creo que hubo una ciudad que tomó conciencia de lo que iba a impactar un proyecto minero en sus vidas. Entonces una ciudad, chica desde la mirada de Buenos Aires pero importante en términos de la población de su provincia, se convirtió en un emblema importante y en el despertar de otras luchas. Pero no creo que solo en esos sectores se encuentre la clave para el freno de los proyectos extractivos. La comunidad Mellao Morales de Neuquén frenó una proyecto minero, y es una comunidad indígena. Comunidades indígenas de Jujuy frenaron a una minera. Siempre en el ámbito de la Justicia, pero lo frenaron. En el caso de Santiago del Estero o Córboda ha pasado que campesinos que fueron desalojados han vuelto a recuperar esas tierras. Esas son luchas que se ganan. Son luchas no menores sobre todo en la formación de esos cuadros rurales que tanto hacen falta. Que desde la ciudad no se pueda visualizar así es más un problema de la ciudad que un problema de los sectores rurales. Insisto en esto: hoy la lucha contra las industrias extractivas la están dando no por una ambientalismo romántico sino por mantener su forma de vida. A mi me lo graficaba una indígena de Formosa: para hacer una obra de infraestructura le inundaron el cementerio de la comunidad y lo expreso con esa simpleza y al mismo tiempo sabiduría de la gente del campo, me dijo “¿Si en Buenos Aires encuentran petróleo y para extraerlo tienen que inundar el cementerio de la Recoleta, lo van a hacer?” En ese sentido nos interpela. Interpela al poder político, ni hablar del sector privado, pero interpela también a la sociedad. ¿Por qué nosotros, como sociedad urbana, nos parece que está bien en nombre del “desarrollo” avanzar sobre esas formas de vida? Se dice que ésto es el desarrollo ¿Desarrollo para quién? Yo no creo que Minera La Alumbrera sea desarrollo para Andalgalá. Y una llave importante son los pueblos indígenas, no es la única, pero es importante La Argentina tiene una legislación de avanzada que protege los derechos indígenas, y una de esas llaves específicas tiene que ver con que para avanzar sobre ciertos territorios se tiene que tener el visto bueno, la participación de las propias comunidades. Ahí donde las comunidades están organizadas y en lucha, se va complicar que avancen esas industrias. En el 2010 hubo dos marchas muy importantes sobre Buenos Aires de los sectores rurales. En mayo la marcha del bicentenario con los pueblos indígenas y en septiembre, con menos prensa pero igual de importante por el contenido que tenía, del Movimiento Nacional Campesino Indígena. Yo no recuerdo otro año con dos marchas tan importante, donde exigían sus derechos pero también interpelaban a la Argentina sobre la forma de desarrollo que tiene. Eso nos permite ser optimistas en cuanto a como se esta organizando la lucha. Hay una anécdota de la marcha del bicentenario que expresa muy bien el sentir del gobierno nacional: Estaban los delegados indígenas reunidos con la presidenta Cristina Fernández, se le planteo el tema de las industrias extractivas. La presidenta tomó la palabra en un momento de la reunión y dijo concretamente que “si había petroleo en una comunidad, el gobierno nacional iba a tomar todos los recaudos para que el traslado de esa comunidad fuera lo menos traumático posible”. Yo hablé con varios delegados que estuvieron en esa reunión y la pregunta era si el gobierno nacional no había entendido nada o si había tomado una decisión Yo creo que tomó una decisión, es mi lectura personal.
¿Cuáles serían las similitudes y las diferencias con la manera de encarar éstos temas que tienen por ejemplo Rafael Correa o Evo Morales? ¿Es ésta una política regional?
Yo creo que lo es. Conozco mucho más la realidad argentina que la otros países pero creo que el trazo grueso es el mismo. Por eso yo decía que todos los gobiernos progresistas basan su renta en el modelo extractivo. El modelo extractivista es uno, pero tiene distintos rostros. El Movimiento de los Sin Tierra de Brasil – la mayor organización rural del continente – lo dice muy claramente: Durante el gobierno de Lula no se hizo nada por la reforma agraria, nunca se avanzó tanto sobre el Amazonas. Todos los gobiernos del continente se basan en el modelo extractivo. Me parece que puede haber matices en cuanto a como se posicionan las organizaciones sociales de la región. Sé que hay organizaciones que acompañan, a tanto a Correa como a Morales, en decir que ese es el precio para el desarrollo económico. También sería interesante analizar cómo se distribuye esa renta que se obtiene. A mi me parece que en la Argentina ni el modelo minero ni el sojero son para una redistribución de la riqueza. El conflicto por la Resolución 125 no fue por la distribución de la riqueza, por una tajada más de la torta para el gobierno nacional.
Yo al gobierno le reconozco dos cosas: Desde que empecé a estudiar periodismo que se dice que ningún gobierno se banca más de cinco tapas de Clarín en contra. Este gobierno no solo se las bancó sino que fue por más. Podemos hacer un paréntesis y decir porque lo hizo, en qué momento y cuales fueron los intereses, etc… Pero si es cierto que fue contra el Grupo Clarín. Se logró la Ley de Medios, yo no pensé que iba a vivir para ver eso. Y después la estatización de las AFJP, esa es una medida contra el poder económico. Cuando yo hago la crítica del modelo extractivo y de la violación sistemática de derechos indígenas no dejo de reconocer lo otro. Me parece que no hace falta que lo diga yo porque la artillería de medios que acompañan al gobierno lo dicen todo el tiempo. Me parece perfecto la Asignación Universal por Hijo, las jubilaciones de muchos que no tenían hechos los aportes. Creo que sacando los días del gobierno de Cámpora, éste debe ser el mejor gobierno de los últimos 50 años. Me parece que flaco favor le hacemos a este gobierno y a quienes lo acompañar fervientemente, en no hacerle la crítica concreta ciertos hechos que no se pueden dejar pasar, como la represión y el asesinato. Lo de Formosa marcó un quiebre ¿Este es el costo que hay que pagar para sostener el modelo? Bueno, yo no suscribo a eso. Hay quienes se lo bancan y dicen que es sapo que hay que tragarse. Yo creo que ahí el progresismo se rompe. Ahí no hay diferencia, en ese hecho puntal, entre el gobierno de Kircher y la derecha.
En cuanto a cómo estos temas son presentados en los medios, pareciera ser que cuando matan a un obrero el tema amerita para la sección Política, pero si la víctima es un indígena pasa para la sección de Sociedad.
Concretamente en Página/12 no sé bien cómo se maneja, a veces aparece en Sociedad, a veces la sección País; sí me parece que históricamente en todos los medios estuvo ligado el acontecer de los pueblos indígenas con lo folclórico. Otra forma de representar la realidad de los pueblos indígenas era a través de la caridad. Me parece que en los últimos años ha habido un crecimiento, no así en todos los medios pero sí en profesionales del los medios, en entender la realidad de los pueblos indígenas desde una perspectiva social, histórica, económica, política. Hoy los indígenas son quienes más cuestionan el modelo político, no solo en Argentina sino en toda Latinoamérica. No tengo una respuesta concreta de por qué se toca en Sociedad. Volviendo al tema de Formosa… si me parece que los medios afines al gobierno lo trataron en un principio como una cuestión policial. Lo que deja al descubierto la hipocresía de los medios de comunicación. Después avanzaron un poco más – sigo hablando de los medios afines al gobierno – y cuestionaron algunos aspectos del gobierno provincial. Nunca cuestionaron al gobierno nacional por eso. Ese tipo de cosas son las matan el periodismo. El no contar la realidad completa. Por otra parte, los medios en disputa con el gobierno como Clarín y La Nación, desde el primer momento del asesinato de Roberto López lo vincularon a la política provincial y nacional. Y esta muy bien que así sea, pero esos mismo medios nunca vincularon esa represión y esa muerte con el modelo de negocios extractivo. Porque no es ninguna novedad que esos medios son un engranaje imprescindible de ese modelo también. Ahí queda al descubierto esta polarización de los medios, que lo que hace es esconder realidades. De un lado esconder la complicidad del gobierno nacional y del otro lado esconder la complicidad del modelo extractivo. Y ahí, como dicen varios amigos, el periodismo ya no es lo que cuenta sino lo que esconde.
A veces pasa que en el “periodista militante”, alguien que toma su producción como herramienta política, descuida o no se involucra tanto en otra pelea política como es la lucha en el plano sindical. Sus reclamos como trabajador de prensa. ¿Vos pensás que estas dos instancias de dan por caminos distintos?
Me parece que hoy en día el término de “periodista militante” está muy bastardeado. A mi personalmente me hace mucho ruido llamarle periodismo militante a hacerse propaganda política al gobierno nacional. Aunque me hace mucho más ruido hacer periodismo militante de Clarín. Aunque no lo llamen militante, hacen una defensa exacerbada de los grandes medios. En general se usa más en el primer caso. A mi lo primero que me viene a la mente es que por ese “periodismo militante” se silencian un montón de cosas. Me hace ruido ese término usado hoy en día. Yo pensaba que hacía, a través del periodismo, militancia en algunas cosas que creo, pero ahora que veo que la bandera del periodismo militante está en otro lado, me lo cuestiono. Me parece que así como esta bien defender una ideología y un proyecto a través del periodismo, también me parece que habría que luchar para defender el trabajo digno en la profesión que elegimos. Deberían ir juntos. He participado en asambleas con gente que defiende al gremio y muchas veces – no todas, pero si muchas – esa dignificación del gremio pasa sólo por la parte económica. Para mi hay cosas más importantes, y no me sobra la plata ni mucho menos, pero me parece que si la militancia dentro del gremio pasa principalmente por la parte económica… yo no opto por esa militancia. Si vos parás para que te paguen un 50 % más pero lo que escribís después es basura, a mi no me representa tu militancia. Me pasó muchas veces en asambleas en los medios donde trabajé o trabajo donde la discusión pasa casi exclusivamente por el tema salario. Obviamente que es importante, pero después ves al que fue al paro indignado por que le den su 20 por ciento – por lo cual tiene todo su derecho y esta bien que lo haga – pero no dice ni mu cuando le censuran las notas, cuando le cambian las cosas o le hacen escribir basura. Ya sabemos lo que son los grandes medios de comunicación, ya sabemos que tienen intereses, en lo que yo me estoy centrando desde hace algún tiempo es en la responsabilidad individual de los periodistas. Hay que dejar de alegar obediencia debida para escribir basura. Hay muchos colegas, amigos, que lo toman como un trabajo administrativo… pero me parece que en ese rol de escribir basura están cumpliendo un rol doblemente preocupante para la sociedad. Porque están siendo funcionales a un sistema que se cobra vidas.
Yo leo cuatro diarios todos los días: Clarín, Página 12, La Nación y Tiempo Argentino. Los fines de semana leo Perfil también. Y es impresionante la cantidad de mentiras, de tergiversación, la manera de ocultar información… y lo más llamativo de todo es que muchas veces lo firman. No es militancia eso, es estar al servicio del mejor postor. Es un lindo momento para debatir el periodismo. Cuando yo estudiaba era intocable, ahora hay un gran debate y está bueno porque en le gremio y en la sociedad se va sabiendo quién es quién y de qué la juega. En eso me parece que el kirchnerismo tuvo que ver, positivamente.
En esta falsa polarización entre el Gobierno y Clarín yo no me reconozco. Esta cosa de “para mis amigos kirchneristas yo soy un gorila y para los que son gorilas de verdad yo soy un K”… bueno, es problema de ellos en todo caso. Yo no me hago cargo. Y me quedo con la conciencia tranquila porque cuando trabajo mucho con poblaciones rurales o comunidades indígenas me reciben en sus casas, si me tienen que decir algo me lo dicen en la cara, pero almuerzo o ceno con ellos. Eso significa que no torcí mi camino. Muchos de estos “abanderados de los derechos humanos” o “abanderados de la libertad de expresión” no pueden hacer eso. Yo creo que hay muchos colegas, que trabajan en medios como Clarín o La Nación, que no tienen muertos en el placard. Y quizá son de los que menos se habla. Y para mi hay muchos comunicadores de los medios sociales, alternativos o como se los quiera llamar, que si se la juegan para contar la realidad. Para mi eso si que se acerca a lo que podría ser el periodismo militante. Por ejemplo el tipo que labura de fletero 9 horas por día y el fin de semana se va a cubrir un evento y escribe para un blog o que hace un programa en una radio cooperativa o comunitaria. Yo me saco el sombrero. Eso es una apuesta de vida. ¿Cuántos de los que hoy se llaman “periodistas militantes” harían eso?
Me parece que hay muchos periodistas con trayectoria que adhieren claramente al gobierno nacional pero que en sus líneas escriben críticas. Yo eso lo respeto mucho. Porque todos tenemos una postura tomada, y ellos tiene su postura tomada pero siguen marcando cosas.
Pienso que en general las universidades y los terciarios de periodismo nos formatearon de una forma para acoplarnos sin chistar a la lógica de los grande medios. Por un lado es una realidad falsa, porque los grandes medios están saturados de mano de obra. Están formando profesionales para que no se puedan insertar en esos medios para los cuales los forman. Pero por otro lado digo… hay muy poca rebeldía, mucho de ésta obediencia debida. Ya sabemos lo que son los medios, ahora tenemos que cuestionar cual es el rol nuestro dentro de esos medios. Basta de decir que somos las víctimas, no lo somos, todos tomamos decisiones.
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