27 de agosto
La audiencia de hoy se compuso de tres partes: en primer lugar, las defensas anunciaron que volverán al ruedo con los pedidos de excarcelación de los imputados; en segundo lugar, testificó María, militante del Partido Obrero de Varela, que describió un cuadro desgarrador; finalmente, empezaron a declarar los policías afectados a la investigación de los hechos.
María
El primer testimonio que se escuchó en la audiencia fue el de María, y fue desgarrador.
En la sala había muchos jóvenes, sobre todo militantes de la UJS y amigos. Sus rostros reflejaban conmovidos el horror del relato de María. Fue la voz de todos en ese momento, de Mariano, de Elsa, de los obreros tercerizados, de los centenares de miles que acompañan activamente esta lucha.
Fue un alegato en sí mismo, aunque se tratara ni más ni menos que de un relato cronológico de los hechos. El tribunal dispuso un cuarto intermedio de cinco minutos a mitad de su testimonio. María, que sollozaba, dijo que no hacía falta, que quería seguir atestiguando. El tribunal insistió. No era el estado anímico de ella (firme, fuerte, convincente hasta el más mínimo detalle) lo que imponía una pausa: era la tensión que surcaba toda la sa! la de audiencias. Los procedimientos judiciales son en general muy impersonales, el ritual es extremadamente burocrático. Ahora se caían todas las defensas, se quemaban todos los papeles. Ahí estaba María de Varela, de casi 60 años, que crió cuatro hijos, que fue obrera en el ex Frigorífico Regional Santa Elena en su Entre Ríos natal, que militó en el Partido Comunista hasta poco después del Cordobazo, que se vino a Buenos Aires en el año 79, que se incorporó al Polo Obrero y al Partido Obrero en el 2001; ahí estaba para hablar, recién salida del trabajo, para decir la verdad, y la dijo. ¡Vaya si la dijo!
“Teníamos una cita a las nueve y media en el local de Avellaneda para acompañar a los ferroviarios despedidos a un corte de vías por su reincorporación y por el pase a planta permanente. Tardamos en salir. En la esquina del local, había 3 personas mirando insistentemente, después llegaron 2 patrulleros. Una compañera de Varela vino en tren y contó que había muchos policías, que el clima no era bueno. Otros compañeros dijeron que no íb! amos a ir para ese lado, y salimos para el otro. Adelante la bandera, los tercerizados, los chicos que cantaban. Yo llevaba un banderín junto a otro compañero. Dimos la vuelta manzana porque estaban provocando. Empezamos a caminar por la calle a lo largo del terraplén. La policía nos seguía al costado, encolumnada; arriba, los ferroviarios agitaban banderas verdes y nos gritaban. Nosotros cantábamos. Se veía que no íbamos a poder hacer el corte”.
“Pasamos un puentecito y había un espacio para subir al terraplén. Los compañeros se mandaron. Traté de subir pero sentí como una jauría de perros que venía a los gritos por la vía y tirando piedras. Era una lluvia de piedras, era imposible subir”. María relató que alcanzó a ver a un Policía Federal con el arma desenfundada junto a la patota ferroviaria y contó de la represión con balas de goma de la infanter! ía policial contra la columna. A María la alcanzó un piedrazo en el estómago. Otras compañeras también resultaron heridas en esa primera agresión, entre ellas, Elsa.
Agrupados en torno a la parrilla de Luján y Santa Elena, mientras se desarrollaba la asamblea que daría por concluida la movilización, María se dedicó a atender a los heridos y le hizo el cabestrillo a Elsa para resguardar su brazo. María tiene conocimientos básicos de enfermería y primeros auxilios –lo dijo frente al tribunal- que luego resultarían fundamentales para salvar la vida de Elsa.
La columna comenzó a retirarse. Habían recorrido cien metros cuando desde el fondo comenzaron a llegar gritos de alerta porque la patota se venía a la carrera.
María: “yo seguí para adelante. Iba conversando con Nancy y Elsa. Atrás se sentía bullicio. Hicimos una cuadra marchando medio desordenados. Yo no miraba para atrás porque lo que quería era que nos fuéramos, así no distraía a los demás, pero se sentía un griterío, mucho lío”.
“Iba conversando con Elsa. En la esquina había agua y barro. Yo salté y seguí caminando. Elsa se quedó atrás. En eso, un compañero me dice ´se resbaló Elsa´. Me di vuelta y la vi en el piso. Pensé que no era nada, pero le di la mano y no respondía, tenía los ojos cerrados. Creí que estaba desmayada. La agarré de la pera para darle una bofetada y le veo en la sien un pedazo de carne desprendido. Cuando miré bien, veo! que es hondo, que era una bala de verdad. La dejé despacito”. Elsa perdía “un hilito de sangre”; María dejó la cabeza de Elsa en cierta posición para que la sangre fluyera, evitando que se le formara coágulo.
“Grité ´escóndanse, nos quieren matar´. Yo pensaba que nos tiraban de arriba de los árboles, de las paredes. Tratamos de parar un auto pero se fue. Empecé a correr por el medio de la calle gritando que habían matado a Elsa, que tenía un tiro de verdad”. Pedía desesperadamente un celular para pedir ayuda. En la esquina, María se encontró con un grupo de compañeros muy agitados y lo vio a Mariano, tirado contra la pared. “Ya está, no supe ni los números que quería llamar”. Fue hasta Mariano. Le subió la remera y encontró el orificio del disparo. “Tenía una pierna doblada, se había hecho pis, tenía los ojos abiertos, la nuez no se le movía, no reaccionaba”. Lo trataron de acomodar. Un compañero la ayudó a sacarle la mochila y acostarlo. “Yo le decía a Mariano que ya habían pedido ayuda, que estaba viniendo, pero era mentira. Le estaba mintiendo”, relató con la voz quebrada.
Luego llegó la ambulancia. Elsa y Nelson ya estaban arriba. “Sentía como que era un sueño, que no estaba pasando”. Caminaron hacia una avenida. Todos los compañeros estaban muy conmocionados. No apareció ningún policía. Se subieron a un colectivo. En el viaje supo que a Elsa la iban a operar. Algunos chicos de la UJS dijeron que iban al hospital y les dio la mochila de Mariano. Antes de llegar, Lisandro Martínez les dio la noticia de que Mariano hab&! iacute;a muerto. “Ahí fue un descontrol”. En Corrientes y Callao, María y un puñado de compañeras y compañeros cortaron el tránsito, el punto de partida de una movilización que todavía no acaba.
Uno de los defensores, el doctor Laporta –una de las personas más insignificantes que alberga la sala de audiencias de este juicio- pidió que le explicara que era la bandera de arrastre y que significaba. “Es una bandera que llevamos con las manos y que expresa las consignas que habíamos ido a apoyar ese día: somos todos ferroviarios, reincorporación de los despedidos, pase a planta permanente”. Algún otro defensor balbuceó algo más. Estos abogados d! e grandes estudios se quedaron acobardados frente a esta mujer de Florencio Varela, frente a esta militante de casi 60 años que apenas había hecho tiempo de salir del trabajo y llegar puntual a declarar. “Grandes estudios”: la nada misma.
Nulidades
Al comienzo de cada audiencia, antes de la comparecencia de los testigos, se plantean cuestiones preliminares al debate. Las defensas venían de un duro revés: el día viernes, el tribunal rechazó el enésimo pedido de excarcelación de Pedraza y sus matones. La solicitud ya recorrió varias instancias sin encontrar eco. Era de esperar que los defensores volvieran sobre el punto y así ocurrió. Plantearon adelantar la citación de los testigos que denunciaron a! menazas (“amenazas inventadas”, según dichos del inefable doctor Froment, abogado defensor de José Pedraza, a los medios) para despejar lo que las defensas entienden como el único obstáculo para la libertad de sus clientes. Esto es falso. Pedraza se encuentra además acusado en una causa paralela por intentar sobornar al tribunal de la sala III de la Cámara de Casación Penal. Su objetivo era comprar la excarcelación de los primeros detenidos y evitar, de ese modo, su propia detención (´sin autores materiales presos, no le dictarían la prisión preventiva al supuesto instigador´ era el razonamiento). Además, un “perito de parte” introducido por los defensores (en este caso, por el doctor Igounet) se encuentra procesado por golpear contra una mesa la bala que mató a Mariano delante de varios testigos. Su objetivo –cumplido a medias- era anular el proyectil! como elemento de prueba. Numerosas amenazas, intimidaciones a los trabajadores ferroviarios (incluso con el concurso de la empresa Ugofe) intentos de soborno y destrucción de pruebas: Pedraza no debe ser excarcelado bajo ningún concepto, ya que todo acusa su intención de entorpecer la investigación para lograr su impunidad. De paso, recordemos que los abogados defensores han apelado a todos los recursos posibles por retrasar la realización del juicio y anular la investigación realizada durante la instrucción.
El tribunal señaló que estudiaría la cuestión del orden de los testigos, pero añadió que -en principio- no sería modificada.
Policías
Luego de María, comenzaron a desfilar algunos policías que participaron de la investigación. La defensa de Cristian Favale hizo un exhaustivo interrogatorio. Su objetivo era encontrar alguna irregularidad formal para anular el procedimiento. Los policías se remitieron a las actas de procedimiento. La defensora pidió citar a más uniformados, que hasta ahora no formaban parte de la nómina de testigos. La fiscal y las querellas se opusieron. La abogada Verdú –que t! iene una larga experiencia en casos de ´gatillo fácil´ y que, junto a Claudia Ferrero, representan a los militantes del Partido Obrero heridos el 20 de octubre de 2010- argumentó que esos testimonios eran innecesarios “porque la policía nunca se acuerda de nada, o no sabe, y se remiten a lo que dicen las actas”.
La audiencia terminó temprano. Afuera brillaba el sol. Mañana continuarán testificando más policías.
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