Por Nelson Ávalos
(Suplemento cultural Tinta China Nº 80: http://bit.ly/pX3HOr).- ¿Cómo ves en este momento la cuestión pueblos originarios? A nivel legal se notan algunos avances ¿se traducen esos avances en hechos concretos? ¿Existen verdaderamente avances? ¿Qué cosas deberían cambiar? ¿Cuál sería la situación ideal, o a lo que aspiran llegar, para los miembros de pueblos originarios? Enunciadas así, pueden ser un cuestionario que uno puede responder más o menos con soltura. Uno es un “militante de la causa” – como dijo quien me preguntó - y tiene argumentos. Pero las leo y digo que si me hicieran esas preguntas hoy, me quedaría un rato pensando. Bastante tiempo.
Es un tema amplísimo y complejo. Porque sí, ha habido avances, pero se ven retrocesos. Incluso situaciones peores aún a las generadas por la Conquista de América y la posterior Colonia.
El Sistema que tomó impulso con la llegada de Europa a las playas de nuestro Continente hace 519 años y que ha llegado a una etapa de explotación extractiva delirante, sigue generando pobreza y contaminación del ambiente. Sigue habiendo esclavos. Sigue habiendo desplazamientos. Sigue habiendo despojos. Y los más afectados son los pobres. Y los más pobres de los pobres, en todas partes, son los pueblos originarios.
Claro que en Bolivia hay un presidente de origen indígena, claro que la Ley fundamental de ese país, y la de Ecuador, tienen como ejes el buen vivir (sumak kawsay) quechua y el vivir bien (suma qamaña) aymara, principios de la cosmovisión originaria. Esos son avances.
“Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario”, expresa el primer artículo de la Constitución política del Estado boliviano aprobada en 2009.
“Mientras que la teoría económica vigente adscribe al paradigma cartesiano del hombre como
‘amo y señor de la naturaleza’, y comprende a la naturaleza desde una ámbito externo a la historia humana (un concepto que incluso es subyacente al marxismo), el sumak kawsay (buen vivir) incorpora a la naturaleza en la historia”, dice el economista ecuatoriano Pablo Dávalos (1).
Aportes fundamentales. O una clara propuesta de ver el mundo desde otro lado, en todo caso.
Pero aquí llegamos al punto. Aún en esos países hay conflictos entre los gobiernos y los pueblos originarios. Los produce el no poder salir del proyecto Moderno europeo y su sostén económico: el desarrollismo neoliberal.
Lo dijeron los zapatistas de Chiapas, en 1994, cuando se levantaron en armas el mismo día en que México firmaba el Tratado de libre comercio con Estados Unidos. Y su grito cundió.
“El neoliberalismo está muerto, pero falta enterrarlo”, se dice en Bolivia. Y es así. Mientras eso no ocurra, no habrá “vivir bien” posible. Sistema y sumak kawsay; neoliberalismo y cosmovisión originaria son incompatibles. No se quieren. Se dan de patadas.
El camino - si valoramos bien los pasos de Ecuador y Bolivia - está abierto. Y el optimismo de la voluntad nos dice que nuestra América morena camina hacia el funeral de la injusticia. Pero falta mucho. Y los gobiernos no pueden – o no quieren – apurar el deceso. Y en ese transe los más sufridos vuelven a ser los pueblos originarios.
¿Se traducen esos avances en hechos concretos?
Golpes de pregunta. Artículos, ensayos, libros y tratados no alcanzarían a responderlas. Y aquí sólo puedo dar una humilde y breve opinión de militante.
En 2006, en nuestro país se promulgó la Ley 26.160, de emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras. La norma declara la emergencia en materia de territorios y enuncia la intención de dar respuestas a viejas demandas de los Pueblos originarios. Una de ellas es “la posesión y propiedad comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan”, como dice el artículo 75 de la Constitución.
En un folleto publicado por el Ministerio de Desarrollo Social se explica el Relevamiento de Comunidades Indígenas que ordena la ley y que - aunque con demoras y dificultades - se está realizando en todo el territorio argentino. “Cristaliza un innegable acto de justicia y reparación histórica”, dice el folleto. Un gran avance, sin duda. Y un grande objetivo.
Pero… La Primavera, Formosa. Pero los muertos. Pero los acampes interminables ante el silencio oficial. Pero los avances de la soja sobre los territorios. Pero el modelo extractivo frente al “mero estar” (2); el vivir bien frente al vivir mejor. El desarrollismo frente a la cosmovisión originaria.
El periodista Darío Aranda relata el encuentro entre la Presidente y un grupo de delegados indígenas luego de la marcha a Plaza de Mayo, en mayo de 2010: “Luego de exponer sobre las necesidades y deseos, y hacer eje en la defensa del territorio y el rechazo al modelo extractivo (soja, monocultivo de árboles, minería, avance petrolero),la Presidenta tomó la palabra y anunció que, en caso de descubrir petróleo en una comunidad indígena, el traslado será lo menos traumático posible.” (3) El traslado de la Comunidad, obviamente.
Los Gobiernos no pueden – o no quieren – “salir” de esa lógica: la que ve un cerro o un valle y calcula cuánto valdrá en dólares… O cuánta soja se podrá sembrar.
¿Cuáles son las amenazas concretas que sobrevuela sobre las comunidades de la región?
Pesan las preguntas. Duelen e incomodan las respuestas. Sobre todo si tengo que expresar mi opinión sobre la situación de las Comunidades mapuche del noroeste del Chubut, que son mi cercanía.
En la Provincia hay alrededor de 120 Comunidades de Pueblos originarios. Se asumen mapuche, tehuelche o mapuche – tehuelche.
En Lago Puelo y El Hoyo hay cinco Comunidades. Conozco bien de cerca la historia y las luchas de tres de ellas: la Leopoldo Quilodrán, la Francisco Monsalve y la Lorenzo Pulgar Huentuquidel. Todas sufrieron el despojo de sus territorios ancestrales cuando el modelo extractivo puso su planta en la Comarca Andina.
Aquí la emprendió con el bosque nativo, allá por los años ’70. La reconversión económica brutal y la destrucción del bosque y el modo de producción agropecuario fueron la impronta. Luego vino la apropiación de la tierra por parte de empresarios amigos del poder o – como en Puerto Patriada – la creación de una “reserva forestal” provincial. El resultado fue el mismo: el despojo.
Las dos Comunidades que realizaron actos de recuperación territorial en el sector de la Reserva – la Pulgar Huentuquidel y la Monsalve – se enfrentan hoy al acoso de los entes del Estado.
La Dirección de Bosques y Parques es su principal acosador. Pero el Ejecutivo Municipal no se queda atrás; y el Concejo Deliberante de El Hoyo pendula entre el reconocimiento y en seguir las órdenes del Intendente. Y en todos sus territorios se realizó el relevamiento previsto por la 26.160.
Es que en los estamentos del Estado sobrevive un “racismo funcionarial”. Es decir, hay gente que no puede - su cultura, formación o lo que sea, se lo impiden - entender que hay derechos, que hay legislación, que la Constitución incluye desde 1994 el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo. Que tiene rango superior a las Leyes, que si no lo cumplen, ellos están cometiendo delitos… No lo cumplen, lo violan permanentemente.
El “modelo extractivo” actual en estos pagos se llama negocio inmobiliario. Allí reside hoy el problema: en el modelo no encajan esos paisanos que quieren retornar a modos de vida campesinos, a tener quinta, ovejas y algunas vacas. Aquí tampoco el poder tiene ojos para otra cosa que no sea el “desarrollo” depredador.
¿Cuál sería la situación ideal, o a lo que aspiran llegar, los pueblos originarios?, machaca la pregunta.
Hace 130 años el Congreso de la Nación aprobó el proyecto de invasión de la Patagonia presentado por el entonces Ministro de Guerra Julio Argentino Roca. El Presidente, Nicolás Avellaneda, promulgó la Ley.
En 130 años no caben muchas generaciones. Aquí la historia duele más porque es reciente. Son recientes la invasión, la guerra, la muerte, los campos de concentración, los destierros.
A pesar de ese dolor, podría intentar una respuesta.
La situación “ideal” sería que como habitantes del inmenso territorio que hoy se llama Argentina, comencemos a transitar el camino inverso al de los señores de la guerra, la Sociedad Rural que la financió y la Generación del ‘80. Ellos negaron la conformación plurinacional del país que querían edificar. Querían ser europeos. O parecerse, o imitarlos.
Y desde esta región donde el Bicentenario no tiene mucho sentido, podríamos proponer al resto de los conciudadanos el des-aprender.
Des-aprender, al menos, la ambición de ser lo que nunca seremos. La manía de no mirarnos que nos enseñaron. El miedo a ser nosotros mismos. El racismo. La historia oficial. El mito del desarrollo indefinido.
Y aprender que somos mestizos, bellamente diversos. Escuchar a la Ñuke Mapu (4) y alegrarnos por eso.
Referencias:
(1) Buen vivir: Germinando alternativas al desarrollo. Eduardo Gudynas. Revista América Latina en Movimiento Nº 462. Febrero 2011. En alainet.org: www.bit.ly/nBGLqs
2) Concepto enunciado por el filósofo argentino Rodolfo Kusch (1922 - 1979). Autor de América profunda y Geocultura del hombre americano, entre otras obras.
(3) Soja sí, indígenas no. Artículo de Darío Aranda en www.bit.ly/nMtLj1
(4) Madre tierra.
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