(Agua y Libertad).- Manuel Gutierrez asesinado por los Carabineros de Chile bajo las órdenes de Piñera
El hermano de Manuel Gutiérrez, joven muerto por un disparo durante la madrugada de ayer (26 de agosto) en la comuna de Macul, denuncia que el tiro fue efectuado por Carabineros de Chile.
El adolescente de 16 años de la villa Jaime Eyzaguirre, pidió permiso a sus padres la noche de ayer para llevar a Gerson, su hermano minusválido, a presenciar los acontecimientos de protesta que a esa hora se desarrollaban bajo la pasarela que conecta las comunas de Macul y Peñalolén.
Gerson relató a radio ADN que cuando estaban parados junto a un amigo en la esquina del pasaje Amanda Labarca, apareció una patrulla de Carabineros que disparó tres tiros y luego siguió su camino.
“Estábamos aquí en la esquina del pasaje mirando los acontecimientos, quisimos ir a la pasarela de Vespucio…sólo a mirar, en ningún momento quisimos hacer desmanes…por la calle Amanda Labarca a 300 metros de llegar a Vespucio, aparece un auto de carabineros y el copiloto por la ventana comienza a disparar, disparó tres veces…de las cuales una impactoóa mi hermano en la parte torácica”
El joven herido fue trasladado a la Posta 4 de Ñuñoa donde falleció cerca de la una de la madrugada.
http://youtu.be/KCAs9uIQTMA
el 25/08/2011
POLICÍA CHILENA DISPARA EN BARRIO BRASIL
Un largo día de manifestaciones y protestas en las calles de Stgo.
Así como un largo día de represión policial...
(lo que se ve de una) CANTO DE LOS HIJOS EN MARCHA
AUTOR: ANDRÉS ELOY BLANCO
Madre, si me matan,
que no venga el hombre de las sillas negras;
que no vengan todos a pasar la noche
rumiando pesares, mientras tú me lloras;
que no esté la sala con los cuatro cirios
y yo en una urna, mirando hacia arriba;
que no estén las mesas llenas de remedios,
que no esté el pañuelo cubriéndome el rostro,
que no venga el mozo con la tarjetera,
ni cuelguen las flores de los candelabros
ni estén mis hermanas llorando en la sala,
ni estés tú sentada, con tu ropa nueva.
Madre, si me matan,
que no venga el hombre de las sillas negras.
Lléname la casa de hombres y mujeres
que cuenten el último amor de su vida;
que ardan en la sala flores impetuosas,
que en dos grandes copas quemen melaleuca,
que toquen violines el sueño de Schuman;
los frascos rebosen de vino y perfumes;
que me miren todos, que se digan todos
que tengo una cara de soldado muerto.
Lléname la casa
de flores regaladas, como en una selva.
Déjame en tu cuarto, cerca de tu cama;
con mis cuatro hermanas, hagamos consejo;
tenme de la mano, tenme de los labios,
como aquella noche de mi padre muerto,
y al cabo, dormidos iremos quedando,
uno con su muerte y otro con su sueño.
Madre, si me matan,
que no venga el coche para los entierros,
con sus dos caballos gordos y pesados,
como de levita, como del Gobierno.
Que si traen caballos, traigan dos potrillos
finos de cabeza, delgados de remos,
que vayan saltando con claros relinchos,
como si apostaran cuál llega primero.
Que parezca, madre,
que voy a salirme de la caja negra
y a saltar al lomo del mejor caballo
y a volver al fuego.
Madre, si me matan,
que no venga el coche para los entierros.
Madres, si me matan,
y muero en los bosques o en mitad del llano,
pide a los soldados que te den tu muerto;
que los labradores y las labradoras
y tú y mis hermanas, derramando flores,
hasta un pueblo manso se lleven mi cuerpo;
que con unos juncos hagan angarillas,
que pongan mastranto y hojas y cayenas
y que así me lleven hasta un cementerio
con cerca de alambres y enredaderas.
Y cuando pasen los años
tráeme a mi pedazo, junto al padre muerto
y allí, que me pongan donde a ti te pongan,
en tu misma fosa y a tu lado izquierdo.
Madre, si me matan,
pide a los soldados que te den tu muerto.
Madre, si me matan, no me entierres todo,
de la herida abierta sácame una gota,
de la honda melena sácame una trenza;
cuando tengas frío, quémate en mi brasa;
cuando no respires, suelta mi tormenta.
Madre, si me matan, no me entierres todo.
Madre, si me matan,
ábreme la herida, ciérrame los ojos
y tráeme un pobre hombre de algún pobre pueblo
y esa pobre mano por la que me matan,
pónmela en la herida por la que me muero.
Llora en un pañuelo que no tenga encajes;
ponme tu pañuelo
bajo la cabeza, triste todavía
por las despedida del último sueño,
bajo la cabeza como casa sola,
densa de un perfume de inquilino muerto.
Si vienen mujeres, diles, sin sollozos:
-¡Si hablara, qué lindas cosas te diría!
Ábreme la herida, ciérrame los ojos...
Y una palabra: JUSTICIA
escriban sobre la tumba
Y un domingo, con sol afuera,
vengan la Madre y las Hermanas
y sonrían a la hermosa tumba
con nardos, violetas y helechos de agua
y hombres y mujeres del pueblo cercano
que digan mi nombre como de su casa
y alcen a los cielos cantos de victoria,
Madre, si me matan.
(Mayo de 1929)
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