Buenos Aires(AW).-"Empuñé un arma porque busco la palabra justa" Paco Urondo
Francisco, "Paco" Urondo era poeta, periodista, académico y militante de la organización Montoneros. Era un buscador de palabras. De aquellas que llevan consigo la verdad, la justicia, la equidad social. Desde su poesía, buscaba de manera incansable esa "palabra justa" que despespertara las conciencias de un pueblo amordazado, empobrecido y marginal.
Paco no sólo hizo eso, además tocó vidas. Las de sus compañeros que lo rescatan como a una persona sin contradicciones entre el intelectual y el militante. Un tipo extremadamente optimista y que anecdóticamente (¿No será paradójicamente?) amaba tanto la vida y por ella daría hasta su propia muerte.
A sabiendas de que su traslado a Mendoza era una sentencia mortal, Paco lo aceptó su destino. "Yo no soy de los que se van", les dijo a sus amigos y familiares cuando pergeñaban una y mil formas de escapar a la fatalidad. Pero antes de partir con la misión de reorganizar a los militantes y asumir la dirección. Francisco se despidió, como si fuera la última vez, de sus hijos Claudia y Javier, trató sin éxito de darle el apellido a su hija recién nacida, Ángela, he hizo un testamento que les dejaba como única herencia los libros que había escrito.
Al igual que Walsh, Urondo murió empuñando un arma. Ahí en la línea de fuego, en un combate en el que tenia todas las de perder. Una ciudad sin salida, una cita envenenada, la responsabilidad de luchar acompañado de su mujer y su beba de meses. Decidió resistir y eligió su final, no iba dejarse llevar para ser humillado. La pastilla de cianuro fue la escapatoria.
El día de su muerte los diarios titularon: "Delincuente subversivo fue abatido en Mendoza. Con otros extremistas Intentaba copar un destacamento policial. Abandonaron un Bebe" "Cayó Ortiz...", fue lo que le dijo Vicky Walsh a su padre. En Roma Juan Gelman se remordía de tristeza por estar tan lejos y a salvo. Francisco Urondo "El Poeta de la Revolución", a los 46 años, había muerto. Murió aquel que buscando la palabra justa encontró la pura verdad.
Para más información: www.elortiba.org/urondo.html www.hermanourondo.com.ar
Sus Obras: Historia antigua (1956), Breves (1959), Lugares (1961), Nombres (1963), Todo eso (1966), Veraneando y Sainete con variaciones (1966, teatro) Al tacto (1967), Del otro lado (1967), Adolecer (1968) Veinte años de poesía argentina (ensayo, 1968), Larga distancia (1971), Los pasos previos (novela 1972), y La patria fusilada (libro sobre la masacre de Trelew en 1973)
Paco escribió hasta el final, en medio de tareas, urgencias y peligros de la vida clandestina. Para estos pilares de la literatura nacional nunca hubo contradicciones entre la militancia por una patria justa, libre y soberana, y la condición de la escritura. Cuando en este tiempo de la despasión se recuerdan las polémicas de los años sesenta -unos pretendían hacer la Revolución en su escritura; otros, abandonar su escritura en aras de la Revolución- (....) Corregía mucho sus poemas, pero supo que el único modo verdadero que un poeta tiene de corregir su obra es corregirse a sí mismo, buscar los caminos que van del misterio de la lengua al misterio de la gente. Paco fue entendido en eso v sus poemas quedarán para siempre en el espacio enigmático del encuentro del lector con su palabra.
¿Buitres? de la derrota le han reprochado a Paco su capacidad de arriesgar la vida por un ideal. Paco no quería morir, pero no podía vivir sin oponer su belleza a la injusticia, es decir, sin respetar el oficio que más amaba. Fue -es- uno de los poetas en lengua castellana que con más valor y lucidez, y menos autocomplacencia, luchó con y contra la imposibilidad de la escritura. También luchó con y contra un sistema social encarnizado en crear sufrimiento, para que el mundo entero entrara en la historia de la alegría. Las dos luchas fueron una sola para él. Ambas lo escribieron y en ambas quedó escrito.
Juan Gelman
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"El traslado de Paco a Mendoza fue un error. Cuyo era una sangría permanente desde 1975, nunca se la pudo mantener en pie. El Paco duró pocas semanas...Fue temiendo lo que sucedió, Hubo un encuentro con un vehículo enemigo, una persecución, un tiroteo de los dos coches a la par. Iban Paco, Lucía con la nena y una compañera. Tenían una metra pero estaba en el baúl. No se pudieron despegar. Finalmente Paco frenó, buscó algo en su ropa y dijo "Disparen ustedes". Luego agregó: "Me tomé la pastilla (de cianuro) y ya me siento mal". La compañera recuerda que Lucía dijo "Pero papá, por qué hiciste eso". La compañera escapó entre las balas, días después llegó herida a Buenos Aires...a Paco le pegaron dos tiros en la cabeza aunque probablemente ya estaba muerto".
Rodolfo Walsh, (El Porteño, abril 1986)
La pura verdad
Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.
Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:
siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.
Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor
y miedo y apremio.
Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.
Me averguenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,
un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.
Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin
darme cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a
cualquiera o aburrir de golpe.
Mis errores han sido olvidados definitivamente; mi
memoria ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.
El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme,
pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algun día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la
Cenicienta, aunque algunos
me recuerden con cariño o descubran mi zapatito
y también vayan muriendo.
No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.
La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado
por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta.
Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:
sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.
Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no
sirve y se corrompe.
Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.
Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida
Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.
Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme
Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.
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