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viernes, 26 de junio de 2009

A SIETE AÑOS, MAXI Y DARIO PRESENTES

Por Mariano Pacheco.-Por Mariano Pacheco - Pensamos en Kosteki e imaginamos Guernica. Pensamos en Guernica y recordamos a Picasso. Recordamos el Guernica de Picasso y pensamos en los vascos; en los aviones nazis bombardeando la ciudad. Pensamos en Kosteki, pensamos en Guernica, recordamos los aviones nazis, los bombardeos, los cuerpos despedazados, el cuadro.

Los cuerpos sobre el tapiz. Los pedazos, las partes que no encajan, la pintura. No encajan pero sí. Pensamos en Kosteki, en el MTD de Guernica, en su militancia y en sus dibujos. Recordamos el ángel piquetero pintado por Maxi. Recordamos una foto, una canción, un dibujo de los republicanos españoles.

Pintado en 1937, el Guernica de Picasso permaneció –por expresa directiva de su autor- cuatro décadas fuera de España. Los años del franquismo. Encargado por el gobierno de la República española, Picasso se puso a pintar. Mientras lo hacía, en 1937, declaró: “… expreso claramente mi repulsión a la casta militar, que ha sumido a España en un océano de dolor”.

Las huellas de los republicanos españoles presentes en Argentina durante los agitados días de diciembre de 2001. Angelus Novus. Un día cualquiera de 1940. Benjamin vierte unas líneas sobre un cuaderno, a propósito del cuadro de Klee. Pretende correr el eje de la discusión al interior del marxismo: la idea de redención, para los trabajadores, no puede estar en el futuro. Deben nutrir su fuerza dice, de la imagen de los antepasados esclavizados. El pasado como inspiración, no como autoridad.

Enero y febrero de 2002. A Maxi le gusta escribir poemas, dibujar: manos entrelazadas, rostros, escaleras (“hay una rebeldía subyacente en él, un combate hacia el interior de las artes visuales, mucho más sutil que un puño levantado. No era un ilustrador de su ideología” –Magdalena Jitrik-). También un Guevara, o un Jesús; una serpiente, las puertas del infierno (“que alguien –dijo el artista plástico León Ferrari, sorprendido, apenas vio los cuadros en la casa de Maxi, luego de su muerte- tan alejado al circuito institucional del arte transitara por caminos similares a quienes tenemos acceso a las galerías”). Alguna vez un ángel (¿el ángel de la historia?). Lo hace con las dos lapiceras (una roja, otra azul) que su madre, Mabel1, le regaló por esos días (y que no dejó de atesorar hasta su muerte). Ella cuenta que también le gustaba leer. Mucho del Che, dijo. ¿Y de la guerra civil española? No lo sabemos.

Quién sí escribió sobre los republicanos españoles fue Paul Eluar. Vuestra muerte va a servir de ejemplo, escribió en su Victoria de Guernica. Hombres reales para quienes la desesperación alimenta el fuego devorador de la esperanza. Abramos juntos el último brote del porvenir (p.55-57). El porvenir es largo, supo decir el viejo Louis Althusser, ya medio loco. ¡Cuanta razón tenía!

En Kosteki, Guernica aparece como el lugar en el cual va a realizar su militancia. Si bien estudiaba en Lanús (en la Escuela Media con orientación artística N 15, aunque quería ingresar a la carrera de Bellas Artes) y vivía en Glew (A. Brown), no militaba en ninguno de los dos MTD de esos distritos, sino en el de Guernica. Se había incorporado en la actividad del 1° de mayo. Estaba desocupado y, como muchos, realizaba cada tanto alguna que otra changa, “como letrista o cuidador de perros2”.

Para el 26 de junio de 2002, por lo tanto, llevaba apenas un mes y medio en el movimiento. Nunca, antes del 26, había participado de un corte de ruta. Faltaba tan sólo una semana para que cumpliera 23 años. Alguna vez vivió en Don Orione, pero nunca se cruzó con Darío. Sus manos estrechadas serán sólo un fugaz instante de presente absoluto.

Presente de lucha, según escribió alguna vez Guevara, para que el futuro sea nuestro. Por prepotencia de trabajo, había dicho Roberto Arlt. “Tarde o temprano” (son palabras de Evita). Simples frases arrojadas sobre un papel.

Tal vez apuesta por descubrir, por definir “el pasado olvidado de las batallas reales, de las victorias efectivas, de las derrotas que dejan su signo profundo”3, remitiéndonos a la pluma de Michel Foucault. Porque para nosotros –siguiendo las conceptualizaciones de Benjamin- también las luchas de antaño funcionan en el (nuestro) presente como una suerte de inspiración. “¿Acaso no nos roza, a nosotros también, una ráfaga del aire que envolvía a los de antes? ¿Acaso en las voces a las que prestamos oído no resuena el eco de otras voces que dejaron de sonar”4. Queda establecido, entonces, el “acuerdo secreto”, el “secreto compromiso de encuentro” entre las generaciones de luchadores del pasado, y la nuestra.