Por Santiago Camuña. Fotos Bruno Cerimele.
“Nunca imaginé que el dueño de la casa 
quede imputado”, declaró Darío Amín el día 13 de septiembre en el 
Tribunal Oral de Tucumán. El señalado como autor del disparo que mató a 
Javier Chocobar (el 12 de octubre de 2009), no había hecho uso de la 
palabra hasta ese momento, pero decidió dar una versión de lo ocurrido. 
Buscó victimizarse e intentó negar que haya sido un ataque, por el que 
está imputado por homicidio calificado y homicidio calificado en grado 
de tentativa, junto a dos ex policías vinculados a la dictadura: 
Humberto “el niño” Gómez y José Valdivieso. La víctima fatal es Chocobar
 y los heridos dos integrantes de la Comunidad Indígena Los Chuschagasta
 de Tucumán.
“Yo no soy asesino. Que quede claro que 
yo estaba en mi casa”, agregó Amin el día de su primera declaración. 
Esta referencia a las tierras como “las de la familia Amin” se repitió 
varias veces. Lo dijeron no sólo el imputado, sino también los abogados y
 abogadas defensoras, la misma presidenta del tribunal (al formular las 
preguntas) y algunos medios masivos. Apuntó a crear una imagen en donde 
alguien estaba en “su casa”, a la que fue con dos amigos (o socios) y 
como había gente supuestamente extraña, les dispararon. Aunque es 
evidente que, de ser realmente los dueños, no se reduciría en lo más 
mínimo la responsabilidad criminal de los imputados, cabe preguntarse 
¿Realmente las tierras son de Amín?
 

 
 










