¿Dónde
perdimos ese espacio? Nuestros ancestros, hablo de miles millones de
años, encontraban en sus rituales, en sus encuentros comunitarios, la
fuerza y la alegría del Todes, de les otres.
La
sociedad contemporánea nos alejó de esa experiencia; nos mintió con sus
mezquinos intereses de unos pocos y nos empujó, colonizándonos hacia el
individualismo desesperante.
Por necesidades
económicas y de supervivencia nos desvió la vista hacia cada une y
dejamos de mirar de verdad el entorno. ¿Cómo olvidamos la reunión de
seres que sólo buscan el crecimiento, el pensamiento y los suenos
comunes?
El cuerpo, la cuerpa, nuestra animalidad
más real, busca la comunidad para el crecimiento, el aprendizaje, para
la organización de una sociedad más feliz, más placentera, ¿por qué se
lo negamos?
Ya es tiempo -porque son difíciles estos tiempos- de buscarnos y encontrarnos en el placer de reir o llorar, el único refugio.
Recordemos que estamos vives, que podemos ser libres o tener el sueño utópico/posible de serlo.