El Bolsón (ANPP).- Editorial de la Agrupación Rojinegra:
Difícil escribir sobre tantas cosas a la vez, todas
importantes y diferentes, pero relacionadas. Media sanción a la Ley de
Despenalizacón del Aborto. Cambios en el gabinete de Ministros de Nación. Dólar
a 30 pesos. Paros generales toda la semana y la que viene.
Pareciera que son todas cosas diferentes. Pero hay una
perspectiva que las une. Un movimiento popular enfrentado a un gobierno
antipopular. Es lo mismo que nos lleva a escribir hace años. Y es tan simple
que con muy poco, desde el poder hegemónico se distorsiona todo.
No hay media sanción a la Ley de despenalización, hay un
millón de mujeres en la calle. Y más, porque eso fue sólo en capital federal,
pero también se movilizaron aquí, en Lago Puelo, pero también en Catamarca,
Córdoba, y hasta en Quito (Ecuador) y en Brasil. El mensaje del FMI al gobierno
de Macri fue claro “Tiene que haber licencia social”. Macri no la tiene. Jugó a
dos puntas desde un principio, y son dos puntas incompatibles. La de hablar y
prometer mentiras para los pobres y los clase media aspirantes a clase alta por
designio divino del capitalismo (esos que se creyeron que pasábamos al primer
mundo porque Menem lo anunciaba por micrófono);
y la de actuar con medidas políticas y económicas para un reducido grupo
de amigos y familiares empresarios, más algunas medidas como la suba del dólar
y quita de impuestos para los productores sojeros que bancaron fuertemente su
campaña, pero que entre unos y otros, no suman ni un 10 por ciento de la
población.
Estas dos puntas se le cruzan en algún momento, porque la
mentira no tapa el ruido de las tripas o la caída abrupta del poder adquisitivo
de esa clase media que venía creyendo en el milagro de parecerse a los de
Miami. Y con esto, la licencia social también cayó. Cambio de gabinete para dar
una señal al pueblo, y nuevamente la mentira. “No fuimos nosotros, fueron estos
tres ministros, en quien yo confiaba que no hicieron las cosas bien… ahora lo
vamos a arreglar”, y esto le da un changüí para volver a robar, estafar.
Mientras, el dólar sigue subiendo, o como decía un amigo, “en
realidad lo que sigue, es bajando y nuestros salarios. El dólar no sube”.
Esto ha generado una secuencia de nuevos paros que se suman a los de Chubut, que hace cuatro meses que están de paro progresivo y que no vienen siendo escuchados. Sin embargo, lo que sucede allí, con la mesa intersindical y vecinxs autorganizados, es un ejemplo que debemos seguir explorando y reproduciendo. Un sistema de participación activa que va al ritmo de las asambleas, y no de los sindicalistas truchos y sus acuerdos a espaldas de la base. Que va ocupando “desorganizadamente, esporádicamente (en forma anárquica dirá el gobierno, y nosotrxs sabemos que eso no es anarquía, el desorden), y produciendo situaciones que empiezan a ser imprevisibles para un poder hegemónico que ocupa lugares en los gobiernos, pero también en los medios de prensa y en las empresas que regulan la economía de la región. Paros generales tirados por sindicatos a nivel nacional, más porque se les descontrolan las bases que porque haya algo para transar. Ese “algo para transar” va a aparecer cuando la gente en la calle ponga en riesgo el plan de los oligarcas que están en el gobierno. Mientras tanto, sindicalistas vuelven a estar del lado de la gente como si siempre fuera así. Hablamos del sindicato de camioneros, por ejemplo, que es capaz de parar las ganancias durante un día. Las ganancias o el saqueo.
Esto ha generado una secuencia de nuevos paros que se suman a los de Chubut, que hace cuatro meses que están de paro progresivo y que no vienen siendo escuchados. Sin embargo, lo que sucede allí, con la mesa intersindical y vecinxs autorganizados, es un ejemplo que debemos seguir explorando y reproduciendo. Un sistema de participación activa que va al ritmo de las asambleas, y no de los sindicalistas truchos y sus acuerdos a espaldas de la base. Que va ocupando “desorganizadamente, esporádicamente (en forma anárquica dirá el gobierno, y nosotrxs sabemos que eso no es anarquía, el desorden), y produciendo situaciones que empiezan a ser imprevisibles para un poder hegemónico que ocupa lugares en los gobiernos, pero también en los medios de prensa y en las empresas que regulan la economía de la región. Paros generales tirados por sindicatos a nivel nacional, más porque se les descontrolan las bases que porque haya algo para transar. Ese “algo para transar” va a aparecer cuando la gente en la calle ponga en riesgo el plan de los oligarcas que están en el gobierno. Mientras tanto, sindicalistas vuelven a estar del lado de la gente como si siempre fuera así. Hablamos del sindicato de camioneros, por ejemplo, que es capaz de parar las ganancias durante un día. Las ganancias o el saqueo.
Sin embargo, todo vuelve a la irreductible fórmula de que el
pueblo en la calle vale mucho más que cualquier medio de comunicación. Porque
el pueblo en la calle se vuelve noticia, y traspasa los bloqueos informáticos a
través de los medios comunitarios y populares, y los medios hegemónicos no se
quieren perder la primicia.
¿Qué es lo que ha cambiado entonces, entre hace seis meses y
ahora? Lo que cambió es que la dinámica de la represión empieza a tener riesgos
para el gobierno. Una represión puede despertar un levantamiento popular
inesperado, insospechado. Por eso intentaron meter tanto miedo en las marchas
por Santiago Maldonado. Por eso, Un
Millón de mujeres en la calle obliga a repensar todo. Lo que se pedía hace
meses, o un año, la renuncia de ministros, sale ahora como una medida de
descompresión.
Una cadena de mensajes en las redes sociales invita a movilizarse
para que el FMI vea que no hay licencia social. Y el gobierno ¿tiene licencia
social? Ese es el gran tema. Cuando las encuestas dan un 34% de apoyo a sus
medidas, incluso con el dólar por las nubes y sin techo, lo que hay que
entender es que aún cuenta con apoyo social importante. Pero ese apoyo, es el
de los desprevenidxs que ven el pan a 100 pesos y se creen el discurso de “lo
peor ya pasó”. Parece increíble para muchxs, sin embargo, así fue que las
últimas dictaduras operaron. Y eso que a la distancia parece una barbaridad, no
lo parecía para un 34 % durante la dictadura. Y fue justamente con la gente en
la calle, que incluso con la baja artimaña de la Guerra de Malvinas, el
gobierno de la dictadura empezó a entender que se le acababa el tiempo.
Un saneamiento es reclamado por la gente, de lxs jueces
corruptos y veletas, de los candidatxs que llegan al gobierno y mienten o
gobiernan para sí y su grupo de cercanos… ¿pero cómo nos imaginamos que esto
cambie? ¿Qué podemos hacer nosotrxs para que esto se modifique? Pues, además de
salir a la calle, generar organización; en la calle, pero también en los
espacios de trabajo, en el club, en el grupo de amigxs, porque lo que hemos
perdido es la capacidad de participar, de organizarnxs, de asumir compromisos,
de decir lo que pensamos y de discutir ideas sin poner en juego el afecto.
Aprender a construir.
Cuando vayamos recuperando estas prácticas, una pueblada se
convierte en transformación.
Vienen nuevos tiempos de calle, concienticemos, y tratemos
de tener una mirada amplia, que nos permita dimensionar, para poder direccionar
lo que se ponga en juego.