Neuquén (8300web).- Florencia Tapia, Celeste García, Rodrigo Millain y Santiago Torres, estudiantes de Carlos Fuentealba,
lo recuerdan a 11 años de su asesinato. Cuentan que lo que más
aprendieron de él fue “lo humano”, que daba consejos, que era un tipazo,
que no paraba nunca, que estaba todo el tiempo pendiente de todos y de
todo, que era una muy buena persona, que “era muy guapo y siempre
llevaba una bufanda de dolores”.
“Nos contaba que le costó terminar de estudiar y que si él pudo, nosotros también podíamos, que si uno se lo propone puede ser distinto”,
relata Florencia, que lo tuvo en Físico Química cuando cursaba segundo
año. Rodrigo, que fue su alumno en tercer año junto con Celeste,
recuerda lo mismo: “Siempre nos aconsejó que nunca bajemos los brazos y
que nunca dejemos los estudios, que a pesar de las situaciones que
vivíamos en nuestra vidas no dejemos de aprender”
Carlos no solo las y los incentivaba, también era paciente y acompañaba sus situaciones personales, si no entendían algo “podía repetir una y mil veces lo mismos hasta entender y como persona daba hasta lo que no tenía”,
recuerda Celeste. “Siempre te ofrecía más de lo que era debido”, dice
Santiago. “A nosotros nos preguntaba si quería que me consiga ropa para
mi bebé cuando era chiquito, estaba atento a todas las necesidades, era
muy entendido de la situación que cada uno llevaba a la escuela, era muy
comprensivo y de corazón intentaba ayudarnos en lo que más podía”,
agrega Celeste, que terminó el secundario, es ama de casa, pronto se va a
casar y va a seguir estudiando, como quería Carlos.
“Él era
ingenuo en algún punto, Sebas y Celeste le hicieron una broma, le
dijeron que eran novios y que Celeste había quedado embarazada y no
sabían lo que iban a hacer, él hizo algo que creo que ninguna persona
hubiera hecho en ese momento, estudió la situación y al otro día
les trajo una bolsa de pañales y se había movido para conseguirle ropa
al supuesto bebé que iban a tener, era un genio, Dios lo puso en nuestras vidas para que nos deje un mensaje, por eso doy gracias de haberlo conocido”, agradece Rodrigo.
Santiago
terminó la primaria con todo sobresaliente en matemática pero cuando
empezó la secundaria en el CPEM 69, “todo se complicó”, él único año que
no se llevó la asignatura fue el primero, cuando lo tuvo a Carlos como
docente: “El me dedicó tiempo extra para poderme ayudar, su
deseo era que nadie repitiera, siempre me decía que la matemática era
súper importante en la vida de uno”, narra. “Era un gran
profesor, tenía una paciencia que no te das una idea, explicaba detalle
por detalle para que podamos entender la materia”, agrega Rodrigo.
Sus
estudiantes recuerdan que el docente les decía: “No me digan profesor,
díganme Carlos”. “Nos sentíamos re cómodos en sus horas de clases, tenía
una capacidad para explicarnos que no queríamos que termine su hora”,
dice Rodrigo. Cuentan que en sus clases “no era de hablar de política,
no hacía mención a lo que pasaba en las marchas”. “Él dedicaba un tiempo para dar física y un tiempo para preguntarnos cómo nos iba en la vida”, relata.
A
pesar de que hoy se dedica “a lo que no quería Carlos”, Santiago, que
es albañil, aprendió más que matemática con su profesor. Cuando piensa
en él se acuerda de un compañero que durante el invierno había decidido
dejar la escuela porque tenía rotas las zapatillas ni tenía cosas para
estudiar y se lo contó al docente. “Al otro día, Carlos, después de
clases, lo llamo a un costado tratando de que no lo viéramos y le regaló
unas zapatillas nuevas y una carpeta, luego lo abrazó y le pidió que por favor no abandonara la escuela porque era lo único que podía asegurarle un futuro mejor”, rememora Santiago. El chico siguió estudiando tres años más “re agradecido”.
“Carlos
te perdonaba o te ayudaba. Lo único que no quería es que no dejáramos
la escuela”, asegura Santiago y cuenta: “Una vez me porté mal, me las re
mandé por una apuesta con un amigo y me retó y todo mal y según él me
iba a poner 25 amonestaciones porque le rebolee una lapicera y casi le
pegué pero nunca me saltaron esas sanciones”. “Una masa”, describe a su profesor.
Celeste,
Rodrigo, Santiago y Florencia prefieren recordar a Carlos con vida pero
no se olvidan de su asesinato. “Lo re sufrimos cuando sucedió todo”,
dice Santiago. “Tampoco me olvido del día que estaba en casa y vi por la tele la cara de mi profe tirado con sangre, jamás me lo olvido”,
cuenta Celeste que fue una de las cinco estudiantes que entraron a
verlo antes de que lo desconectaran “a darle el último abrazo y beso”.
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