Tanto tiempo han
esperado que llegue el momento. Tantas veces han intentado y no han
logrado sus objetivos totalmente, y sin embargo, nunca retrocedieron.
Tantas veces, y no han desistido.
Esta semana, la región vivió una conmoción generalizada, sea porque los sorprendía gratamente, o porque no esperaban que lo que sucedió ocurriera. Pero todos, de un lado, del otro, e incluso quienes se mantenían al margen de la disputa entre los planteos del Pueblo Nación Mapuche y el Estado Argentino y Chileno, esta semana fueron sacudidos por los hechos.
Es que Facundo Jones Huala no será extraditado, y no sólo eso, sino que se inician a partir de allí varios procesos a policías y fiscales por accionar ilegal, por un lado, y una nueva etapa en la lucha del Pueblo Mapuche.
Al principio de los años noventa, este mismo Pueblo Mapuche definía un cambio en sus estrategias frente a los Estados que los habían asesinado, perseguido, encarcelado, robado, y sacado de sus territorios, viviendas, y lugares sagrados. Dejaban la postura quieta de resistencia e introspección que había servido para mantener vivas sus costumbres y cultura, para empezar a recuperar sus territorios y visibilizar su existencia. Así fueron recuperados cientos de territorios en la Patagonia y con ellos, comenzó un nuevo período, el de recuperar la dignidad, la comunidad, la pertenencia.
Lograron por esos años, que el Estado Argentino reconociera su pre-existencia, y que creara leyes que les permitieran una tregua frente a los asedios policiales que intentaban impedir a toda costa la recuperación de territorios.
Estas recuperaciones eran hechas en su mayoría en lo que aún eran tierras fiscales, con reconocimiento de ocupación por parte de argentinos o no.
Hace un año, una comunidad decidió recuperar su territorio, aunque este fuera “legalmente, propiedad privada”. Se trataba de una porción, minúscula si se la compara con el total, de las un millón de hectáreas que adquirió el europeo Luciano Benetton en la Patagonia argentina.
El Estado argentino nunca intervino para regular o impedir la ilegítima “compra” por parte del extranjero en nuestra región, quien con perfil bajo ha intervenido en las fuerzas policiales, guarda pescas, servicios forestales, servicios de control de sanidad animal, logrando que muchas familias que habitaban en la zona que quedó dentro de su “propiedad privada”, se fueran retirando hacia otros lugares, por la imposibilidad de vivir de la venta de ganado, de leña, madera, e incluso de procurarse la comida con la pesca de los ríos, como lo habían hecho siempre. No, nunca el Estado a través de sus fiscales, o de sus fuerzas policíacas intervino en esta enorme injusticia. Tampoco lo hicieron los funcionarios políticos, obviamente.
Benetton se habrá sentido tocado por semejante afrenta. Por segunda vez (La primera la realizaron Rosa y Atilio), una pequeña comunidad mapuche recuperaba un territorio y no lo hacía ni siquiera en tierras de algún propietario de cien o mil hectáreas. Se lo hacían a él, nada más y nada menos que Luciano Benetton. ¿Quiénes eran estos alocados mapuches? ¿Quiénes se creían? ¿Con qué derecho creían que contaban?
Así comenzó una persecución, individual y grupal. Y Benetton movió todo lo que tenía a su disposición para impedirlo. Primero probó con amenazas de capataces, luego con las fuerzas policíacas serviles a su poder. Pero todo fue siendo respondido con decisión y firmeza. Y la comunidad no se movió de Su territorio ancestral. Entonces se recurrió a las fuerzas especiales, espías, y grupos de policía de elite, y también a gendarmería. Gendarmería cuya función es defender el territorio nacional del accionar extranjero. Pero es sabido que la gendarmería local no sólo realizó varios encuentros en la “propiedad” del inglés Joe Lewis, sino que hasta llegó a crear ilegalmente una gendarmería infantil en el predio en disputa que del que el inglés dice ser propietario. Recordemos que el transporte que buscaba a los niños que hacían parte de este ejército macabro (de gendarmes ingleses), era el colectivo ploteado con “ALL ABOUT KIDS”, del inglés. Entonces, nada ha de extrañarnos. Las cosas no andan mal, andan diferentes.
Y cuando pensaron que lo tenían todo listo, allanaron el territorio mapuche y secuestraron a su Lonko, golpeando a menores, abusando de ellos sexualmente, y sometiendo a niños recién nacidos a quedarse sin su casa, su comida y abrigo en medio de noches heladas de la Patagonia.
Se llevaron al Lonko para un juicio que sería rápido y sencillo y que lo extraditaría a Chile, donde lejos de su familia y comunidad, lo maltratarían hasta matarlo. Como sucede con muchos otros presos mapuche del otro lado de la cordillera.
La justicia actuó rápidamente, y un juez federal determinó que había tantos vicios sobre el procesamiento por parte de la fiscalía y de las fuerzas policiales que no se podía extraditar a Facundo Jones Huala.
Benetton seguramente se enteró en seguida. Seguramente miró a un costado e hizo como que nada importante estaba sucediendo. Sin embargo una mordida de dientes afloró en su cara con lentes y rulos muy bien ordenados.
Seguramente mandará a apelar, cambiará sus cipayos por otros más eficientes, porque tiene mucho dinero para seguir probando. Pero en frente tiene a una comunidad digna, un pueblo que ha resistido a muchos Benetton, y que hoy vuelve a dar un paso. No el de un fallo de la justicia federal argentina, el de empezar a pensar en que el Pueblo Nación Mapuche tiene un territorio que pre-existe a la propiedad privada establecida por los Estados asesinos.
Esta semana, la región vivió una conmoción generalizada, sea porque los sorprendía gratamente, o porque no esperaban que lo que sucedió ocurriera. Pero todos, de un lado, del otro, e incluso quienes se mantenían al margen de la disputa entre los planteos del Pueblo Nación Mapuche y el Estado Argentino y Chileno, esta semana fueron sacudidos por los hechos.
Es que Facundo Jones Huala no será extraditado, y no sólo eso, sino que se inician a partir de allí varios procesos a policías y fiscales por accionar ilegal, por un lado, y una nueva etapa en la lucha del Pueblo Mapuche.
Al principio de los años noventa, este mismo Pueblo Mapuche definía un cambio en sus estrategias frente a los Estados que los habían asesinado, perseguido, encarcelado, robado, y sacado de sus territorios, viviendas, y lugares sagrados. Dejaban la postura quieta de resistencia e introspección que había servido para mantener vivas sus costumbres y cultura, para empezar a recuperar sus territorios y visibilizar su existencia. Así fueron recuperados cientos de territorios en la Patagonia y con ellos, comenzó un nuevo período, el de recuperar la dignidad, la comunidad, la pertenencia.
Lograron por esos años, que el Estado Argentino reconociera su pre-existencia, y que creara leyes que les permitieran una tregua frente a los asedios policiales que intentaban impedir a toda costa la recuperación de territorios.
Estas recuperaciones eran hechas en su mayoría en lo que aún eran tierras fiscales, con reconocimiento de ocupación por parte de argentinos o no.
Hace un año, una comunidad decidió recuperar su territorio, aunque este fuera “legalmente, propiedad privada”. Se trataba de una porción, minúscula si se la compara con el total, de las un millón de hectáreas que adquirió el europeo Luciano Benetton en la Patagonia argentina.
El Estado argentino nunca intervino para regular o impedir la ilegítima “compra” por parte del extranjero en nuestra región, quien con perfil bajo ha intervenido en las fuerzas policiales, guarda pescas, servicios forestales, servicios de control de sanidad animal, logrando que muchas familias que habitaban en la zona que quedó dentro de su “propiedad privada”, se fueran retirando hacia otros lugares, por la imposibilidad de vivir de la venta de ganado, de leña, madera, e incluso de procurarse la comida con la pesca de los ríos, como lo habían hecho siempre. No, nunca el Estado a través de sus fiscales, o de sus fuerzas policíacas intervino en esta enorme injusticia. Tampoco lo hicieron los funcionarios políticos, obviamente.
Benetton se habrá sentido tocado por semejante afrenta. Por segunda vez (La primera la realizaron Rosa y Atilio), una pequeña comunidad mapuche recuperaba un territorio y no lo hacía ni siquiera en tierras de algún propietario de cien o mil hectáreas. Se lo hacían a él, nada más y nada menos que Luciano Benetton. ¿Quiénes eran estos alocados mapuches? ¿Quiénes se creían? ¿Con qué derecho creían que contaban?
Así comenzó una persecución, individual y grupal. Y Benetton movió todo lo que tenía a su disposición para impedirlo. Primero probó con amenazas de capataces, luego con las fuerzas policíacas serviles a su poder. Pero todo fue siendo respondido con decisión y firmeza. Y la comunidad no se movió de Su territorio ancestral. Entonces se recurrió a las fuerzas especiales, espías, y grupos de policía de elite, y también a gendarmería. Gendarmería cuya función es defender el territorio nacional del accionar extranjero. Pero es sabido que la gendarmería local no sólo realizó varios encuentros en la “propiedad” del inglés Joe Lewis, sino que hasta llegó a crear ilegalmente una gendarmería infantil en el predio en disputa que del que el inglés dice ser propietario. Recordemos que el transporte que buscaba a los niños que hacían parte de este ejército macabro (de gendarmes ingleses), era el colectivo ploteado con “ALL ABOUT KIDS”, del inglés. Entonces, nada ha de extrañarnos. Las cosas no andan mal, andan diferentes.
Y cuando pensaron que lo tenían todo listo, allanaron el territorio mapuche y secuestraron a su Lonko, golpeando a menores, abusando de ellos sexualmente, y sometiendo a niños recién nacidos a quedarse sin su casa, su comida y abrigo en medio de noches heladas de la Patagonia.
Se llevaron al Lonko para un juicio que sería rápido y sencillo y que lo extraditaría a Chile, donde lejos de su familia y comunidad, lo maltratarían hasta matarlo. Como sucede con muchos otros presos mapuche del otro lado de la cordillera.
La justicia actuó rápidamente, y un juez federal determinó que había tantos vicios sobre el procesamiento por parte de la fiscalía y de las fuerzas policiales que no se podía extraditar a Facundo Jones Huala.
Benetton seguramente se enteró en seguida. Seguramente miró a un costado e hizo como que nada importante estaba sucediendo. Sin embargo una mordida de dientes afloró en su cara con lentes y rulos muy bien ordenados.
Seguramente mandará a apelar, cambiará sus cipayos por otros más eficientes, porque tiene mucho dinero para seguir probando. Pero en frente tiene a una comunidad digna, un pueblo que ha resistido a muchos Benetton, y que hoy vuelve a dar un paso. No el de un fallo de la justicia federal argentina, el de empezar a pensar en que el Pueblo Nación Mapuche tiene un territorio que pre-existe a la propiedad privada establecida por los Estados asesinos.
foto de Dalel |