En los
pueblos de los Andes, la madre tierra, la Pachamama, celebra hoy su fiesta
grande.
Bailan y
cantan sus hijos, en esta jornada inacabable, y van convidando a la tierra un
bocado de cada uno de los manjares de maíz y un sorbito de cada uno de los
tragos fuertes que les mojan la alegría.
Y al final, le piden perdón por tanto
daño, tierra saqueada, tierra envenenada, y le suplican que no los castigue con
terremotos, heladas, sequías, inundaciones y otras furias.
Ésta es la fe
más antigua de las Américas”.
Eduardo Galeano
Agosto es el mes de la Pachamama. Desde el lunes primero, han comenzado
a realizarse en distintas partes del territorio; fiestas y celebraciones.
Cientos de pachetas se abren en la tierra para alimentarla.
Pacha es una palabra de origen aymara y quechua que significa tierra,
cosmos, universo, tiempo y espacio. La Pachamama
o la Ñuke Mapu en lengua Mapuche, es un
todo que va mas allá de la naturaleza visible, que trasciende los planetas, que
contiene a la vida, las relaciones establecidas entre los seres con vida, sus
energías, sus necesidades y sus deseos. La esencia de esta celebración, es una
conexión espiritual con el territorio. Nosotros necesitamos de la tierra, pero
ella igual seguirá siendo, somos parte de la Pachamama, pero ella es propia de sí misma.
La Pachamama garantiza la vida de la
comunidad, sin ella no hay vida. Por ello, a su vez la comunidad, la trata con
respeto; sin depredarla, sin eliminar, torturar y perseguir a los seres que
están y son ella; evitando arrebatarle sus cualidades que constituyen su
naturaleza como minerales, animales y vegetales para el enriquecimiento, la
plusvalía o el lujo.
La tierra es un sistema
vivo, que nos cría; como cría a los gusanos, a los árboles y a otros animales.
Sabe parir papas, nacer gente, desintegrar materia. Es vida, ciclo y es
libertad.
Actualmente asistimos a
una profunda crisis de la civilización occidental capitalista, donde se
superponen las crisis ambiental, energética, cultural, de exclusión social,
hambrunas, como muestra y expresión del fracaso del eurocentrismo y de la
modernidad colonialista; nacida desde el etnocidio y que ahora lleva a la humanidad
entera al sacrificio.
Necesitamos recuperar memorias ancestrales que conservan cosmovisiones
más humanas y construir una
alternativa de vida frente a la civilización de la muerte, recogiendo nuestras
raíces situadas, para proyectarnos al futuro, con nuestros principios y
prácticas de equilibrio; entre los hombres, mujeres, Madre Tierra,
espiritualidades, culturas y pueblos. Aún resiste una diversidad de pensamientos
y pueblos con miles de años de historia, que fueron invadidos y colonizados por
quienes, apenas cinco siglos después, nos están llevando al suicidio
planetario.
Volvamos a creer
en la fuerza de la tierra y pidámosle que nos ayude a defender nuestra soberanía
para alimentarnos, priorizando los cultivos nativos, el consumo interno y las
economías comunitarias, que nos permitan vivir bien. Las estrategias para
lograr un Buen Vivir deben profundizarse, ya que el vivir bien del hermano o la
hermana de la comunidad es una responsabilidad y un deseo de todas y todos.
Tenemos que ser
capaces de desarrollar modos de vida alternativos a la crisis
de la civilización occidental y su modernidad colonial, construyendo comunidad.
Los y las integrantes de una comunidad tienen apego entre sí, no por sangre o
genes, sino por historia, memoria, territorio, valores, expectativas.
Los procesos
autonómicos en el mundo, muestran esta necesidad creada de propiedad, la
necesidad de desmembrar a la Pachamama,
de parcelarla y repartirla como botín. Si bien la autonomía puede ser entendida
como una democratización del poder de decisión, como la profundización de la
descentralización, es en su materialidad reclamada también desde los pueblos
indígenas que ven condicionado su accionar en el marco de un Estado Neoliberal
y Patriarcal que no les deja más opción que demandar la propiedad sobre su
territorio, sobre aquel cosmos, árboles, piedras y animales que conviven
equilibradamente con ellos y ellas. Este Estado nos obliga a todos a tener
títulos de propiedad para enfrentarnos legítimamente con las corporaciones y
transnacionales a las cuales, el mismo Estado, les ha vendido un espacio vital,
para explotarlo y depredarlo.
Es necesario
entonces, desmontar estas lógicas estatales en sus concepciones perversas de
poder; formas de pensar y actuar que muchas veces nos constituyen; para intentar
como pueblos, buscar estrategias y
espacios organizativos que apunten al bienestar colectivo e individual; que no nos determinen,
opriman y normen, como hacen los Estados hoy.
La depredación
de la tierra es una operación del neocolonialismo, el capitalismo, el
neoliberalismo y sus instituciones como las trasnacionales, el Banco Mundial y
sus políticas de ajuste y todo ello se sostiene sobre el clasismo, el sexismo, el
racismo, las invasiones y la deuda externa. Si cada pueblo y cada persona
tuvieran derecho a autodeterminarse dentro de los límites de la pertenencia a
la Pachamama y no al revés, es
decir que la tierra les pertenezca, no habría depredación, invasiones ni
propiedad sobre la tierra, el territorio, la gente y los demás seres. La
comunidad tiene derecho a la autodeterminación dentro de los límites de la
autonomía de cada uno de sus integrantes y cada mujer, varón, niño y niña tienen
derecho a autodeterminarse en libertad y voluntad asumiendo el ser comunitario
y la reciprocidad con él.
Tenemos la
fuerza de nuestros ancestros, la palabra y los cuerpos de miles de personas que
lucharon y luchan todos los días para hacer de este territorio un lugar posible
y digno para practicar el buen vivir. Sigamos usando nuestra creatividad,
autonomía y fuerza para resistir a la cultura de muerte que este sistema nos
impone.
Pidamos entonces…Pachamama de estos lugares, bebe y
come a gusto nuestra ofrenda, para que sea buena esta tierra, haz que brote
bien la semilla, que no le suceda nada malo, que no la agarre la helada, que
produzca buena cosecha para alimentarnos y danos fuerza y sabiduría para vivir
bien y en libertad.