Por Pablo Salomón
Las comparaciones suelen ser odiosas, obligadas, preestablecidas. Sin embargo el intendente de El Bolsón Ricardo “Caleuche” García tuvo su 17 de Octubre.
El gobernador de la provincia Alberto Wereltineck le soltó la mano queriéndolo tomar por idiota; presionándolo con su sola presencia, como testigo de su “capacidad de gestión” en un matadero. El problema es que él era la vaca.
Los matarifes empresariales de El Bolsón, como en tantos otros lugares, no están acostumbrados a un estado que les diga que no. Tarde o temprano terminan quebrantando las voluntades, a fuerza de dinero, o solo fuerza; pero entienden que todo es parte de la “inversión” que más pronto que tarde se capitalizará. El adobo adicional de los discursos sobre el “progreso” y la “jipización” de el “otro” opositor, son accesorios, casi folclóricos, y exceden quizás estas líneas. Lo importante aquí es que Caleuche tuvo su diecisiete, luego de estar encerrado varias horas en la isla del refugio patagónico con la protoburguesía bolsonesa y el gobernador “reconciliador de clases”.
El diecisiete de octubre de Caleuche no tuvo prácticamente sindicatos. Tuvo trabajadores. Trabajadores autoconvocados, desafiliados, que no temieron la presión patronal. La dirigencia sindical que debiera haberle hecho la guardia según los manuales estuvo con los matarifes, creyendo lomos y entrañas las vísceras de la faena.
El diecisiete de octubre de Caleuche, no tuvo “jipis” recién llegados, que en hordas se apuestan a vivir en “estado de naturaleza” hobbesiano. Tuvo residentes de la comarca. De hace 15, 10, 5 o dos años. No importa. Pero lo suficientemente convencidos de que el perfil productivo de un pueblo no se define en una oficina privada, como para emponcharse coloridamente en la noche fría, llegando incluso desde los pueblos vecinos a defender la democracia rousseoniana, la democracia participativa, la democracia directa, o como queramos llamarle… pero la naturalización de la dictadura con la que nos corren, jamás.
El diecisiete de octubre de Caleuche no tuvo chori ni coca. Por suerte los maravillosos pibes movilizados de la JP (genérico), volvían de los actos en la ciudad de Buenos Aires con motivo de las celebraciones populares del 25 de mayo. No pudieron acusarlos de aparatear, de arriar a las masas por chori, coca y colchones… ni de prender el parquet de la municipalidad en los guisos autogestionados de miles de almas, que tan espontáneamente se agolparon.
Vi maestras, que dejaron de preparar su clase del lunes el domingo a la tarde, y cargaron mucha yerba, porque la cosa venía para larga. Vi profesores que no dudaron en agarrar un micrófono para compartir las ideas que generalmente discuten en soledad contra la televisión en las tardenoches de domingo. Vi madres, que postergaron el baño de los pibes para la escuela de lunes, y prefirieron abrigarlos hasta las orejas, porque en la calles había algo más importante. Vi empleados y empleadas de comercio que sacrificaron las últimas horas de descanso antes de la repetición cíclica semanal, porque comprendieron que sus patrones no pueden manejar a los candidatos populares como los intentan disciplinar cada mañana a ellos.
Vi músicos, vi artistas, vi decenas de voces sin medios, decenas de fotógrafos oficiales autodesignados, vi padres con sus proles dormidas a “caballito”, vi trabajadores convertidos en locutores, operarios telefónicos garantizando el acceso a la red, vi estudiantes por montones…. Un verdadero “aluvión zoológico” autorganizado y autoconvocado con la fuerte convicción de que la democracia la defendemos o nos la vuelven a sacar. De que si no la llenamos de contenido, nos la llenan otros de dinero.
Caleuche confesó que flaqueó, pero su coraje estuvo justamente en lo contrario. En su grito de ayuda mojado sobre el cual encontró su diescisiete.
Quizás ni él mismo esperaba semejante apoyo popular, pero lo tuvo. Su grito mojado de la siesta se transformó en grito de fuerza para la noche. Quizás haya comprendido que no puede enfrentarse sólo a las presiones del empresariado bolsones, que es necesaria la construcción y afianzamiento de las bases populares de su poder.
Será momento de pensar una refundación de la intendencia, y de definir un rumbo con la agenda de las diversas organizaciones sociales, políticas y estudiantiles, que están dispuestas a poner el cuerpo para defender al “hombre”, pero que necesitan que el hombre los incluya como parte fundante de un proyecto político.
Será momento de discutir de que hablamos cuando hablamos del interés de “todos”, será momento de discutir cuales son las alianzas con la elite dirigente provincial, o nacional, porqué y para qué, será momento de definir agenda propia, será momento de gobernar con las organizaciones, será momento de comprender que como en aquel 17, el hombre tiene la posibilidad de transformarse en movimiento, o a la larga, en nada.
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