Por Belisario Sangiorgio*. En el cuarto día de la protesta que llevan adelante miembros de diferentes fuerzas de seguridad, todavía hay gendarmes que no salieron en televisión y que nunca tienen ni nombre ni apellido. Corrupción y narcotráfico.
Martes, miércoles y jueves fueron días históricos para Gendarmería Nacional. Pero no fueron las jornadas que los miembros de la propia fuerza relacionarán, directamente y en un futuro no muy lejano, con la década kirchnerista. Ese día, el que estará en la memoria de oficiales, suboficiales y rasos, tiene fecha aparte: 8 de septiembre de 2011. En el almanaque cayó viernes y, por primera vez en la historia de la fuerza, una orden de allanamiento en el marco de un operativo antidroga tuvo apuntada como dirección principal la casa de un alto jefe.
El comandante principal Miguel Ángel Salcedo despertó en su cama. El ruido de la puerta tumbada por un solo golpe le hizo comprender inmediatamente que sus galones de segundo jefe del Escuadrón 54 se desvanecían como el humo de un cigarro. Salcedo revistaba en la localidad salteña de Salvador Mazza, ubicada en la frontera con Bolivia. Durante aquel procedimiento fueron detenidos con él, al menos, cinco oficiales de Gendarmería Nacional. Las principales trabas investigativas apuntaban a un grupo de oficiales que se quedaban con “vueltos” de las incautaciones. Aquel viernes, 20 kilos de cocaína de máxima pureza fueron hallados por un grupo especial en un dormitorio de la unidad.
La denuncia fue realizada por el vecino Gabriel Hinze, por entonces jefe del Escuadrón 52 de Tartagal, otra localidad fronteriza. Pero la vida siempre da vueltas. El martes 28 de agosto de este año, dos suboficiales pertenecientes al 52 (ahora a cargo del comandante Carlos Rodríguez) fueron detenidos en pleno centro de Tartagal. Llevaban una mochila con 10 kilos de cocaína de máxima pureza. “Jodete por boludo, sos demasiado boludo, vos sabías dónde te metías”, se decían entre compañeros, uno esposado, el otro esposando, en la vereda de la calle.
Durante los últimos seis años los medios reprodujeron con una frecuencia desconocida diferentes casos de referentes justicialistas o kirchneristas (basta con googlear) vinculados a la mafia del narcotráfico. La hermana de José Aparicio, un legislador y cuadro peronista del Noroeste, inauguró una larga lista en 2006 cuando protagonizó el asesinato de Liliana Ledesma, una productora agropecuaria que denunciaba el cierre de caminos vecinales para montar pistas de aterrizaje clandestinas en territorio argentino, a pocas horas de la localidad boliviana de Yacuiba.
De la misma forma, también durante los últimos seis años, se reprodujeron los casos de efectivos de diferentes fuerzas sorprendidos traficando droga. Y, tras la detención del comandante principal Salcedo, en Salvador Mazza, el Poder Ejecutivo tuvo que reaccionar. Optó por trasladar el Escuadrón 54 apenas unos pocos kilómetros al sur de la frontera, a la localidad de Aguaray. Un poblado petrolero, casi fantasma, recibió cerca de 250 efectivos encargados de velar por la frontera. Sus actividades van desde guardias simples hasta patrullajes e instalación de radares terrestres en el monte.
El traslado se realizó en silencio. Las causas oficiales nunca fueron difundidas y, aún hoy, mantienen su carácter de reservadas. A su vez, la prensa local del Noroeste sostiene una hipótesis casi homogénea: los casos de corrupción estaban descontrolados.
En aquella ocasión, los vecinos de Salvador Mazza se movilizaron y juntaron firmas para evitar el traslado. Argumentaban que quedarían desprotegidos. Efectivamente, a pocos meses de efectuarse el movimiento del Escuadrón 54, se sucedieron diferentes ejecuciones mafiosas.
Y nada cambió en la zona. El 24 de junio de este año, un cabo destinado a la Patagonia (de quien nunca se supo el nombre ni unidad) fue detenido sobre la Ruta Nacional 34. Manejaba un Fiat Palio y en el interior del vehículo llevaba 106 kilos de cocaína de máxima pureza, importados desde Bolivia y valuados, aproximadamente, en un millón seiscientos mil dólares.
Pero, si de dólares se trata, el suceso más importante tuvo lugar en junio de 2011. Dos suboficiales pertenecientes a Gendarmería, ambos de 25 años, fueron detenidos en Aguaray, a pocos metros del Escuadrón 54. Transportaban 980 kilos de cocaína valuados en 10 millones de dólares. En relación a los efectivos detenidos, la ministra de Seguridad, Nilda Garré, dijo: “Estos chicos no son quienes podrían estar en condiciones de financiar esto. Seguramente fueron contactados para el transporte de la droga y atrás de esto hay una organización de mucha más envergadura”. Entonces, la pregunta es: ¿esa “organización” está puertas adentro o puertas afuera de los cuarteles?
* Periodista, autor del libro Frontera.